Tú…el del letargo en colores,
mantén cordura si pides perdón.
Responde calmosamente si esa
necesidad es anhelo o fruslería.
Mézclala o gírala: siempre dará
página en blanco.

Tú…el que aspiras buenos olores,
acércate y presencia un parto.
Huele la falda del travesti y pon
algodones con sangre coagulada,
a modo de almohada sobre tu desgracia.
¿Puedes diferenciarlos?

Tú…el que gozas de buenos sabores…
¿has comido el pan negro de los
niños chinos? ¿Los pasteles árabes
aderezados con abono animal? Has
paladeado el de las chinches del penal.
Acíbar de aloe… ¿degustaste?

Tú…el que de sonidos aturdido
ignoras el bramido de la mujer.
El ¡ay¡ rotundo del sexo negado,
que aúlla en la monja aherrojada.
El confuso sonido del suicidio:
¿Lo crees de petardos?

Tú…que abrazas vulnerable fe,
santurrón aplicado y fiel.
Que acercas comida a los gatos
y abrazas lo estrafalario del mito:
¿Has paladeado un pezón encendido
desbordado de lujuria?

Respecto a lo protervo o lo sórdido.
Lo irrecuperable del sofisma; la peste
que corroe el alma, la resignada y
desconfiada comunión del condenado.
La deplorable pasión del que mata
a disgusto...¿Guardas recato?

Los actores cuelgan sus atuendos.
Las luces principales se destinan
a otra autopsia. El público se retira.
Evita espejos adocenados. Quedó
rondando algo: ¿ coraje es autocrítica?
Ved al Cristo…colérico consigo mismo.