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La tarde aun era calurosa cuando salieron de casa precipitados y con prisas por llegar a su destino.
Se miraron a los ojos con una mirada de cómplices cuando subieron al coche y esbozaron una sonrisa,
Eran como dos niños a punto de emprender una aventura ,los dos sabían que esa cita era especial, la rutina no tendría cabida hoy, lo habían preparado todo con mucho esmero para deshacerse uno en brazos del otro esa noche y decirse lo mucho que se amaban.
Hacia unos años que habían emprendido el viaje de la vida juntos y a pesar de que el destino les había puesto zancadillas, su pasión no había disminuido ni solo ápice jamás tuvieron dudas uno respecto del otro, se querían y deseaban que aquello durara para siempre.
Las caricias no se hicieron esperar cuando llegaron a la habitación que les habían asignado. Sobre la mesilla, una botella con dos copas hacía presagiar un buen comienzo. Tenían ansia por beber sí…pero con una sed de cuerpo a cuerpo, tenían prisa, por dejar salir todo el fuego que ardía dentro de su corazón y desatar una locura.
La ropa rodaba por los suelos, los labios se buscaban con desesperación, su piel ardía.
El roce de las manos entrelazadas, los susurros al oído diciéndose…te quiero
, beber y beber hasta calmar la sed.
Sed del alma, y sobre todo sed de deseo...
No cabía nadie más esa noche, solamente estaban ellos dos y el mundo que giraba a su alrededor sin importarles nada.
Prisioneros de sus propias ansias y sus propias ganas.
La ducha fue su primera aliada, el agua se dejaba deslizar como una caricia más, corría por sus cuerpos en forma de cascada y excitaba aun más los sentidos,
Sentía ella el deseo incontrolado de ser poseída con fuerza, y mientras se dejaba hacer le pedía…..más.
Él actuaba como abducido por una fuerza sin límites que le animaba a continuar sin descanso.
Era el gladiador de aquella batalla, en la que no tenía rivales y sería el único vencedor
Eran hombre y mujer. Era uno solo cuando se penetraban, eran la llama viva del deseo, mientras su sexo gritaba de placer.
No salieron a cenar…a pesar d que estaba previsto, decidieron pedir algo en su propia habitación. No deseaban ver ni ser vistos, nadie interrumpiría aquella mágica velada.
Se amaron sin descanso una y otra vez hasta la madrugada.
Sé juraron amor eterno como el primer día, y mientras recordaban sus andanzas por lo que fue sus vidas hasta entonces, se abrazaban satisfechos y llenos de nostalgias.
Habrá más días así ¿??? Le dijo ella
Habrá muchos más, repitió el, seremos diferentes al resto de la gente, jamás dejaremos qué la apatía apague lo qué sentimos, y la besó de nuevo.
Cualquiera al haberlos visto pensaría k eran dos amantes.
Les hacía gracia…nada tan legal, tan bien visto y sin embargo ellos sabían que no era común, las parejas consolidadas en los años, no solían buscar niditos de amor para quererse .Les encantaba despertar esa especie de morbillo ante la gente, cuando salían del hotel.

Sí desde luego eran privilegiados por la vida ,privilegiados como pocos ,por qué el paso del tiempo no había robado lo que aun sentían.
Eran felices.
Podrían firmar, su sentencia ante el mismísimo diablo, si allí les hubiera pedido sus almas.
Lo habrían hecho sin dudar, a cambio de que el destino jamás desgastara sus sentimientos...

Texto agregado el 17-10-2009, y leído por 113 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
17-10-2009 casi casi la historia perfecta, donde hay quien las vende?? yo quieroo, muy buen escrito amiga, sin retaceos, lleno de amor del bueno, mis****** nanajua
 
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