Era definitivo y su destino estaba marcado: moriría.
Lo peor es que eso él lo sabía y aun así decidió continuar.
El aire era gélido y húmedo con un toque de olor a sangre y miedo. "Tengo que seguir" se animaba cuando sentía que sus piernas no podrían sostenerlo más.
La armadura pesaba toneladas, y por más impenetrable que fuera, le entorpecía el paso. Se levanto la visera del yelmo y comprobo que había la misma oscuridad que hacía cinco minutos.
--¿Dónde estás, cobarde? ¡He venido a vencerte!—exclamo en un grito de desesperación y sufrimiento.
Que todo acabara una vez para ya no sufrir más…
Nada.
Silencio absoluto.
Era lo único que lo acompañaba en ese escalofriante bosque.
De repente, un gruñido salvaje irrumpió el espeso follaje e hizo que al caballero se le erizaran los vellos de la nuca.
Había llegado su muerte.
Se acomodo el guantelete y desenvaino limpiamente a la hermana oscura de excalibur, que reclamaba la sangre del bestial dragón al que tenían que enfrentarse.
Con un grito de guerra, el caballero corrió hacia lo que podía ser una muerte segura…
Texto agregado el 17-10-2009, y leído por 229
visitantes. (6 votos)