Camino que traspasa las alucinaciones,
agoniza el aliento del miedo,
los pasos me dejan con el cuerpo fatigado,
la piel se aparta de la sangre
me abandonas en las fauces
de la fiera hambrienta que devora verdades,
me dejas sin tregua,
el perdón desespera en la brecha abierta
de las voces que continúan repitiendo
tu imagen en el espejo del aire muerto.
Camino por la cuesta de la infancia,
pensamiento que se funde en el silencio,
en la oscuridad retumba el llanto
de la niña abandonada en tu presencia,
quisiera enterrar el miedo en el desierto
donde habitan las sombras de la locura.
Cada paso tiene el eco de tu voz
en mi espalda,
bestia que camina asechando lo vivido,
el pulso se desgasta ante mi llanto,
alguna esencia no creada reclama tu presencia,
te apareces como maldición en el camino
que intento borrar con las primeras lágrimas
de mi niñez,
quisiera apuñalar tu indiferencia que acosa
la memoria pero el sentido me reclama
dejarte vivir en mi una vez mas,
el aire se acumula en este espacio
mis alas han caído ante tu voz,
la respiración lenta se inunda del humo
que tanto me pesa en el corazón.
A lo lejos solo escucho las palabras de un ángel
que guarda mis lagrimas en sus ojos,
que implora cada madrugada
por la gloria de mi cuerpo lacerado.
Ahora tu imagen es el infierno
rechazado incluso por el dios de la ausencia,
en el pantano del dolor profundo
me pregunto:
¿quién soy?
¿en quien me he convertido?
¿qué oráculo a decidido el destino de mis pasos?
¿ y por qué sigo pisando el fango de la incertidumbre
en el cadáver de tu abandono?
|