Para mi súper compi nomecreoná

La incomodidad del cuerpo terminó por despertarlo completamente. Matices de Sol fueron a colmarse poco a poco pero con potencia sobre su rostro. Algo había cambiado en el ambiente que no le permitía estar cómodo. Sonidos estridentes fueron a zumbarle los oídos carcomiendo las imágenes mentales que comenzaban a nacer. Definitivamente el ambiente era muy extraño, nada parecía ser ni estar como siempre. Unas figuras empezaron a caer golpeando duramente su cabeza, provocando un bombardeo incesante a sus confusas sienes. No podía moverse, unos barrotes enormes detenían su cuerpo atrapándolo. Se encontraba prisionero. Nada parecía tener sentido, no podía recordar cómo llegó ahí ni por qué estaba viviendo aquello. La música llegaba a estas alturas a un nivel casi insoportable como si estuviera brotando de sus entrañas. Todo iniciaba un proceso iluminador de un brillo que enceguecía, el dorado se coló por la carne y su cuerpo ahora irradiaba esplendores. Los barrotes seguían inamovibles y las figuras golpeantes ahora no sólo bajaban, sino que además subían y se desplazaban por su resplandeciente cuerpo, blancas y negras se alteraban para producir un efecto estudiado; su confusión ya no le permitía pensar, apenas podía sentir lo que estaba viviendo.

La melodía del saxo fue expandiéndose hasta penetrar en la profundidad de los oídos del público, un estridente Do mayor finalizó la pieza. El músico dejó el instrumento apoyado sobre la mesa mientras agradecía los aplausos.

Alcanzó a sentir las palmas de una multitud enardecida, cuando de pronto, en medio del caos, visualizó al final del camino, la llave precisa para salir del encierro.