A una antigua aldea donde no mucho ocurría en cada día, llego un día Juan. Todos se preguntaban quien seria el hombre que llegaba, ya que aquí en Chïsana las visitas no eran normales. El era el Cuentacuentos, que cada ciudad del mundo recorría en búsqueda de historias y luego las difundía. Tenía un don para narrarlas, así como para adornarlas. Pero en dicho pueblo no encontraría mucho, ya que lo único que había eran cinco casuchas, pero aunque pobre fuera en habitantes la mente de Juan era rica en fantasía, ¿Podría encontrar una gran historia la que contar sobre este pueblo?
La gente lo dudaba porque se consideraban aburridas y por su pueblo nunca nadie pasaba. Pero estaban alegres ya que Juan llegaba con buenas historias para contar.
Para Juan el dinero no servia, sus monedas de cambio varias eran , comida y bebida las principales y una cama si se podía, eso es lo único que pedía.
Al día siguiente el Cuentacuentos comenzó a trabajar, mas su primer trabajo no era historias contar, mas él lo que quería era encontrar una gran historia del pueblo para narrar. Se empezó a informar de la historia del feudo donde se encontraba, y los lugareños le contaban mil eventos sin importancia.
Un día fui hacia el molino y un toro me vino, yo sin pensármelo corrí y así nació la fiesta de aquí, dijo entre risas un viejo senil. Graciosas historias le contaron, otras tristes relataron, pero con la que se quedo, fue con la de una mansión derruida que a lo lejos se veía. Grande y lujosa debía de ser, mas el Cuentacuentos no podía entender, como sus propietarios tal castillo abandonaron . Entonces pidió a un hombre que le contara la historia de los que vivieron en antaño en esa casa.
Era la casa de unos condes los que fundaron este pueblo dicen que eran buenos con los ciudadanos. La única hija de la familia era Mariela, la que poco habían visto todos los campesinos. Según relataban era algo fría y con la gente no se juntaba, prefería estar sola en los jardines, viendo la luna y las estrellas. Por la mañana ya no salía, ya que decía que le incordiaban las compañías. Para que su cara no descubrieran su larga cabellera la cubría.
Los condes decían que no era normal que su hija fuera así, por lo que intentaron hacerla feliz.
Muchas personas fueron al pueblo para descubrir el mal de Mariela pero poco lograron, la pobre muchacha siguió trastornada.
Un día vino un hombre al que los condes invitaron para alegrar a su condesa y que su cara mejorara, era un gran medico, un gran doctor que iba buscando males extraños como el de la pobre Mariela, poco nos dijo pero raudo y veloz de la casa de los condes se marcho. Detrás del medico vino un gurú, el que con sus ritos poco consiguió la faz de Mariela seguía tapada bajo ese manto de pena acumulada.
Nadie lo consiguió la muchacha triste siguió, hasta que vino un gran caballero y de ella se enamoro. De repente Mariela se alegro y su cara mostró, mas el pueblo se sorprendió de la gran belleza que descubrió. No era fea era preciosa, pero de lo que nadie se percato es que el cambio, al caballero no se debió.
Fueron los condes que ya no estaban los que de ella abusaban, y por ello se tapaba su hermosa cara. A la gente no quería preocupar, ya que si descubrían que le pegaban sus lamentos serian mayores. Por lo que su largo pelo le servia de mascara improvisada y de casa no salía para que no se le vieran manos y piernas amoratadas.
Pero todo esto se acabo y con el gran caballero se caso, y para olvidar su malestar su casa mando derribar.
El Cuentacuentos lo había logrado otra historia que narrar y un buen rato había pasado en ese pueblo lejano. Mas su viaje debía seguir y mil historias debía escribir su trabajo no había acabado muchos cuentos aun seguían olvidados. Y así al mundo descubrir de lo que son capaces los seres humanos, tanto buenos como malos actos por el Cuentacuentos son narrados.
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