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Inicio / Cuenteros Locales / Rockodethk / ALQUIMISTA (Una melodía divina)

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Hace unos días. Para ser exactos, un par de meses. Para Martín todo era mundano. Las mañanas le parecían grises, sin color; y las noches eran como un abismo. Un hoyo negro y abrumador. Un lugar sin salida. Su vida era aburrida, no había canciones ni celebraciones. En él no existía el amor.

Pasaba el tiempo con la mirada en el suelo. Cabisbajo y arrastrando los pies. Al despertar y al dormir, su pensamiento era igual. Se decía a toda hora y en todo momento: “Sólo espero la hora”. Y tal pareciera que era así. Martín dejó de brillar, se convirtió en una sombra vagando por los rincones de la ciudad. Esperaba con ahínco el arribo de la muerte. Comenzó a creer que era la única que podría liberarlo de su perpetua pesadez.

Así que un día decidió buscarla. Tomó una corbata del armario y amarró un extremo a la regadera y el otro al cuello. Mientras se ponía de pie en un pequeño banco de madera. Pasó por su mente, varias veces lo que haría: Aventaría el banco en el momento preciso. Cuando estuviera decidido. Creía que era la única solución, ya que ya no tenía nada. Todo lo había perdido: Trabajo, pareja, amigos, hijos, y lo peor, a él mismo.

Martín respiro hondo y profundo. Cerró los ojos y se dijo, para sí, en voz alta:
- Martín, ¿Estás ahí?
- Sí, aún lo estoy
- Fue un placer conocerte
- Gracias, pero el placer fue mío
- Cuando despiertes, no olvides mantener los ojos abiertos
- Siempre los he tenido, sin embargo, nunca has querido ver
- ¡No discutas ahora!
- Está bien, no lo haré.
- Te quiero. Hasta Reencontrarnos En Otro Mundo
- Yo te amo. Hasta Reencontrarnos
- Gracias, necesitaba escucharlo. Ahora contaré… 1… 2… 3…

Lanzó el banco y una lágrima rota rodó por su mejilla. El corazón palpitó incansable. El aire dejó de pasar por en medio de su alma. Una gama de colores blancos, amarillos, violetas, rosas y morados inundaron su visión, mientras luchaba por escapar de la armagura y desolación.

El suspiro de su aliento inundó el lugar. Todo se volcó blanco. Fue entonces que llegó un hombre no mayor a los 33 años, tal vez un par de años más joven que él.
- ¿Qué pasa, Martín?, le dijo
- Nada, creo que por fin llegué
- Pero aún no deberías estar aquí
- ¿Y tú quien eres?, ¿Por qué sabes mi nombre?
- No temas, tan sólo soy un Alquimista
- Si en realidad eso eres, porque no conviertes un trozo de metal en oro
- No, no lo haré. Te mostraré algo mejor

El Alquimista lo tomo por los hombros. Tocó su pecho y el calor de su mano comenzó a quemar su corazón. La capa de hierro que lo cubría, comenzó a cambiarse por una llama dorada y rosa. Martín comenzó a sentir algo extraño. Era lo mismo que decía haber sentido por alguien más, pero esta vez era diferente, aquella sensación sólo era para él y el Alquimista.
- ¿Qué haces?
- Calla, no hables… sólo siente

Martín escuchó un sonido luminoso proveniente del silencio. El corazón comenzó a vibrar. De su pecho salió una melodía divina, que parecía salir de una flauta de pan, tocada por los labios del Alquimista. Aquella tonada se convirtió, en un segundo, en una canción.

De pronto, esa canción comenzó a dar color. Lo gris se transformó en un arcoiris de mil y un colores que creció, y creció y creció hasta estallar y derribar la monotonía de Martín. Su aburrimiento se convirtió en psicodelia. Una sonrisa ilumino su rostro, al instante que el Alquimista le decía en tono suave y majestuoso:
- Hoy sabes que la verdadera alquimia está en tu interior. Sólo puede darse al trasformar tu vida mundana en alegría divina. Levántate. Levántate. Levántate. No olvides que eres un Guerrero y tienes otra oportunidad. Cada día la tienes. Cada minuto. Cada segundo. A cada instante. Sólo es cuestión que escuches tu corazón y abras los ojos.

El blanco inundó el baño. Martín abrió los ojos. La corbata yacía rota. Al parecer, Martín se desmayó al caer y golpearse la cabeza con el filo del banco. O al menos eso era lo que marcaba el chichón que cubría su sien.

Martín se levantó de nuevo. Se miró al espejo. Sus ojos brillaban de nuevo. Observó su mirar y vio al Alquimista en su interior. Respiró y decidió, hoy, volver a comenzar. A disfrutar cada momento y ver la vida sólo aquí y ahora. Aprendió que ayer fue parte de su aprendizaje y que mañana, si es que llega, será, tan sólo, la consecuencia de hoy.

Texto agregado el 15-10-2009, y leído por 111 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
20-10-2009 No cabe duda compa Victor que siempre has sido una persona talentosa, sigue cada dia adelante y continua compartiendo lo mejor que hay en ti, saludos del KURKY o TRACY, soy el Rogelio de Prepa 4. rogermx
 
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