CUENTO 5-DIARIO DE UN DETECTIVE
En la zona céntrica de la Ciudad de Córdoba existe un hotel 3 estrellas llamado El Virrey.
Entre el personal y los pasajeros se comentan hechos que no tienen razón de ser pero de los que pueden dar testimonio fehaciente.
La leyenda urbana asegura que comenzaron a partir de una situación muy particular desencadenada en la habitación 36. El suicidio de una turista: Aparicia Costa da Morte. Hecho que en su momento sacudió las crónicas policiales.
Se realizaron investigaciones respecto a la muerte y a los efectos que, según se dice, produce (aún hoy) en la rutina del hotel: ruidos extraños, sombras furtivas, objetos que cambian de lugar.
En la actualidad ha sido reactivado un sondeo del material obtenido por las pesquisas. Entre todo ese cúmulo de información se descubrió parte del diario del detective Mauricio Giménez, fallecido recientemente.
Este es el fragmento del diario personal hallado:
5 de junio de 1966.-
Por la mañana recibí una llamada telefónica, me contaban que ciertos sucesos inexplicables acontecieron en el hotel El Virrey. Más tarde obtuve por escrito el detalle de lo sucedido.
Transcribo textualmente lo que consta en el informe mecanografiado.
“Se mantiene en secreto y bajo reserva policial la muerte del viajero Carlos Arana, quien pasaba unos días de descanso en el hotel El Virrey situado en el Boulevard Mitre 227de la ciudad de Córdoba. El hecho se produjo el día 3 de junio rodeado de un halo de misterio e intriga.
Se trataba un alto ejecutivo de la compañía Onix S.A. que pretendía alejarse del ruido de Buenos Aires. Se sabe que intentaba tomar distancia de una relación sentimental tormentosa, la que se sumaba a los problemas acuciantes por los que atravesaba la empresa.
En el registro del hotel figura ingresado el día 3 de Junio a la hora 15. Indica que se lo alojó en la habitación 36, ubicada al final del pasillo que se orienta hacia la calle Tucumán.
Al día siguiente el cuerpo sin vida del ejecutivo fue hallado en la cama tendida por una camarera del hotel. A su lado un recorte de periódico fechado en 1936 en el que se leía: “Joven mujer se suicida en el baño de un hotel”.
El desconcierto reina entre los investigadores ya que inexplicablemente aparecieron un lápiz labial junto al cadáver, una bolsa con antiguos objetos femeninos y una buena cantidad de abrigos de mujer muy pasados de moda colgados en el placard.
Tanto la camarera como el conserje aseguran que el pasajero sólo traía una pequeña valija a modo de equipaje.
No se ha encontrado otra pertenencia del muerto aparte de la mencionada maleta conteniendo su ropa y un par de libros.”
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6 de junio de 1966.-
Hoy, justamente hoy, en una fecha tan significativa, con un número tan especial, recibí una carta manuscrita en un sobre sin remitente. Dice:
“Es tradición que alguien conozca la verdad y guarde el secreto. Así ocurrió todo…
El 3 de junio por la tarde el conserje le asignó a Carlos Arana la habitación nº36. Confortable, sin lujos pero cómoda y limpia. Luego de instalarse decidió realizar una caminata por la zona.
Regresó temprano. Le entregaron la llave y al entrar recibió una impresión tan fuerte que estuvo a punto de perder el sentido.
En el piso, a cada lado de la cama encontró 18 velas encendidas. Descubrió una mujer acostada en el lecho, con los párpados bajos, parecía dormida. El impacto lo dejó paralizado, no pudo atinar a hacer nada.
Ella abrió los ojos y lo invitó a acostarse a su lado, en la cama impecable. Entonces habló:
-Hace 30 años estuve aquí, hace 30 años exactamente, el 3 de junio de 1936.
Llegué dos días antes de lo previsto, quise sorprender a mi esposo. Pero la sorpresa fue mía. Estaba en la sala con otra mujer, bebían. No me vio. Esta es la habitación, aquí me quité la vida.
El título de la noticia en los periódicos fue: “Joven mujer se suicida en el baño de un hotel”
En la nota agregaban:
“…Cometió suicidio en la habitación Nro. 36 del hotel El Virrey mientras su esposo la esperaba en la sala de estar con una copa de jerez. Se trata de la señora Aparicia Costa da Morte de 28 años …”
El diario mentía, no me esperaba.
36 velas hoy, después de tanto tiempo. 36 velas en el aniversario de mi muerte. 36 velas en el mismo lugar.
Quiero que me acompañes, que vengas conmigo.
Él no pudo resistirse.
Le informo que Carlos está bien, está aquí, a mi lado.
Atentamente.
Aparicia Costa da Morte.”
Estoy aterrorizado. Cumpliré con lo que me indica al comienzo, guardaré el secreto hasta mi muerte.
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CUENTO 6- EL FANTASMA DE LA 36
Corría el año 1979.
Aquella noche lluviosa, el Gran Hotel Virrey estaba prácticamente colmado. El hecho se debía que esa noche se celebraba el centenario de su inauguración.
Es clásico hotel, era punto de encuentro de la más alta sociedad, escritores, políticos, en fin, todo personaje que se apreciara de serlo, debía, por lo menos, haber tenido una estadía en él.
Entre la gran cantidad invitada, figuraba Lilia Sanz, periodista destacada por su sagacidad y astucia. Se hospedaba en el cuarto piso en la habitación 36, lujosa como pocas y con un gran balcón que daba al jardín.
Vestida para la fiesta, de blanco, de largo y con un insinuante escote, reía para sus adentros pensando que descubriría esa noche y que podría aportar a todos los secretos que ya sabia.
Mientras arreglaba su cabello, pidió un Don Perignon, saboreando su acostumbrada victoria.
No habían pasado diez minutos cuando llamaron a la puerta, una linda camarera le traía la botella y dos copas, cosa que la asombró. Pero cuando le preguntó, la camarera dijo que pensaba que estaba con alguien, y por esa razón las trajo.
Pletórica de felicidad se sirvió en uno de las exquisitas copas de cristal grabados con el nombre del hotel, y cuando iba a brindar, tocaron su puerta. Presurosa, abrió y se encontró con Darío Fuentes, novio oficial desde hacia años y con quien se había despedido en términos muy poco amigables.
Su sorpresa fue grande pero lo hizo pasar, cerró la puerta, y no teniendo mas nada que hacer, le ofreció la otra copa y quedó mirándolo, mientras se escuchaba tras el balcón una música suave que daba inicio a la fiesta.
Pero el hecho fue que ella nunca bajó.
Y no solo eso sucedió, sino que a la mañana siguiente la encontraron muerta, vestida de fiesta, sobre su cama sin abrir. Unico testigo: dos copas de champagne a medio tomar y una botella casi vacía.
Este crimen, pasó a ser el crimen perfecto tanto para la policía como para el periodismo y también la justicia.
Los años pasaron y la verdad, nunca fue develada.-
Treinta años pasaron desde aquella lluviosa noche.
El hotel, jamás perdió su esplendor, por el contrario, fue acrecentándose.
La noche en que celebraban los 130 años de su inauguración, como de costumbre fueron enviadas invitaciones a toda la gente importante. Entre ellos, llegó esa noche Luciano Ortiz, propietario de una cadena de casinos cada vez mas floreciente. El hombre, casi un anciano, fue destinado a la habitación 36 que nunca fue clausurada. Y que por el contrario brillaba por su glamour y buen gusto.-
También llovía esa noche mientras el hombre se vestía para la ocasión. Por el balcón llegaba la música que ejecutaba la orquesta y los murmullos de la gente que iba arribando. Se miró al espejo, no parecía tener 70 años, su pelo lacio y blanco, su sonrisa blanca y sus ojos fijos, le daban aún el aire de seductor que supo tener cuando joven.
Estaba absorto ante el espejo, cuando golpearon la puerta. Abrió y una linda camarera le traía en una bandeja de plata, dos copas de cristal y un Don Perignon. Le aclara que el no pidió nada, pera ella muy sonriente le dice que es un obsequio del hotel. Aun desconcertado, lo acepta mientras la camarera se retira. Presuroso, se sirve una copa y toma un sorbo. La verdad, la suerte le sonreía.
Cuando levanta la copa ante el espejo para volver a brindar, ve atrás suyo una mujer rubia, hermosa vestida de blanco que lo mira fijamente. Es tal la impresión que la copa cae de sus manos y se estrella en el suelo.
Se da vuelta y la ve. Hermosa, viva, radiante, Lilia Sanz le sonríe y le pregunta si no va a brindar con ella.
Después de todo, gran parte de su fortuna de lo debe a ella.
El hombre queda atónito, no sabe que responder.
-Estás muerta…. No se que haces acá… -apenas balbucea-
-Es verdad. Tuve que esperar treinta años para dialogar contigo.
-Vete!! –saca fuerzas de donde no tiene para decirlo- No eres de este mundo.
-No me iré hasta que se haga justicia.
-Qué justicia? Te suicidaste….
- Claro, me suicidé con tu ayuda… Cuando pusiste en el champagne aquel veneno tan difícil de detectar que tu hermano había creado y que nunca patentó. Y que a ti te vino tan bien dármelo, ya que yo había descubierto de que forma te habías apoderado de los casinos.
El hombre se puso más calmo.
-Y si así fuera, dime, de que manera puedes probarlo…. –Esta vez una sonrisa iluminaba su rostro –
-Lo probaré. Me llevaron 30 años elaborarlo. Te he estado observando y veo que llevas en tu cadena, esa que cuelga de tu cuello y que nunca te deja, todos los números de tus cuentas con sus claves, en donde figura toda la historia de tu fortuna mal habida y también donde está depositado el dinero, las cuentas y las propiedades que tienes. Todo eso iba a decirlo treinta años atrás cuando me mataste.
-Solo tú lo sabes. Y eres un fantasma que solo yo puedo ver. Así es que no puedes asustarme. Y voy a agradecerte por el bien de todos que te retires –sonríe- tengo una fiesta que me aguarda.
-Debo decirte algo más Luciano.
-Qué? –pregunta desafiante-
-Cuando brindaste, tomaste del mismo veneno que me diste aquella noche. Ya empezaras a sentir que tus manos se adormecen y que no puedes respirar…
El hombre palidece. Siente que su corazón palpita como loco y que no puede respirar. Se abre la camisa, y es tal su desesperación, que corre hacia el balcón y cae despedido desde el cuarto piso cayendo sobre el asfalto.
El fantasma de Lilia Sanz sonríe. ¿Cómo pudo creer Luciano que ella podría tener el veneno y matarlo?
Levanta su vestido, y flotando sale por el balcón, abandonando la habitación que la albergó treinta años.
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CUENTO 7- EL FANTASMA DE LA 36 (El infierno de Bianca)
5:30 de las mañana, no alcanzó a sonar el despertador, Bianca se despertó de una pesadilla o la seguía viviendo, ¿dónde se encontraba?, el cuarto le parecía extraño, esperó unos minutos, las sombras se aclararon, ya las cortinas le parecían familiares, por alguna razón tenía la impresión de haberse quedado dormida en el hotel, no se acordaba como había llegado a casa, pero en unos minutos estaría haciendo el desayuno de sus hijos, volteó y el otro lado de la cama estaba vacío, no se terminaba de acostumbrar a estas imprevistas ausencias que últimamente se hacían mas repetitivas. Sentía su cuerpo frío algo le hacia presentir que no seria un buen día, desayunó sola, intentó llamar por enésima vez a Carlos, -El teléfono se encuentra apagado o fue- nuevamente la voz, dejó preparado todo para cuando sus chicos se levantaran…, agarró las llaves del auto, el llavero manchado le pareció raro, pero no prestó atención, se hacía tarde, como encargada de la limpieza del hotel “El Virrey”, su rutina diaria empezaba a las 8:30 AM, este hotel y su reputación habían cambiado mucho luego de un dudoso suicidio, la apariencia distaba mucho del glamour de antaño.
Llegó temprano, ya uniformada saludó al botones y bromeó algo con él, su rutina comenzaba por los cuartos que se encontraban desalojados, tomó las llaves de las habitaciones y las guardó dentro de su delantal azul y blanco, se habían desocupado cuatro durante la noche, la 6, 20, 36 y la 40, Bianca empezó por la ultima habitación, esto le permitía subir las escaleras una sola vez, ahorrando esfuerzo ya que era demasiado tedioso arrastrar todos los trastos por ella.
Entro en la 40, forcejeó un rato con la cerradura, -cómo es posible que nadie la arregle- se preguntó, ingresó y se sorprendió al ver que el cuarto estaba limpio, en su interior repasó un poco los muebles ,cambió las sábanas y agradeció a la persona que la había ocupado, terminó y cerró, acomodó las sábanas en su carrito, llegó a las escaleras asegurándolo, bajó al tercer piso, caminó por el pasillo, la luz del sol entraba por las ventanas mientras las ruedas chirriaban, hoy sería un día espectacular afuera, revisó su teléfono, no había rastros de Carlos, se paró enfrente de la puerta de la habitación 36, esta era la menos frecuentada del hotel, clausurada después del suicidio de una pasajera, que nunca fue esclarecido, hacía 30 años, después de tanto tiempo los nuevos dueños la remodelaron y pusieron nuevamente en servicio, cuando iba a colocar la llave en la cerradura, vio huellas de pasos en la alfombra, lo que le anticipaba que perdería toda la mañana allí, giró la llave, luego de un clac el chirrido de las viejas bisagras , los rayos del sol que entraban por la ventana que daba al jardín interior encandilaron a sus ojos, algo la sorprendió y empujó hacia adentro con tal fuerza violenta, que no pudo resistirse, escuchó el estruendo de la puerta al cerrarse sola, vio la escena como un sueño lento, de imagen difusa, un cuerpo estaba mutilado en varias partes, esparcido por toda la habitación, las paredes y la cama sangradas, como si una batalla horrorosa se hubiese llevado a cabo, el olor de velas, que estaban esparcidas por todos lados, se mezclaba con el de la sangre, corrió al teléfono de servicio, intentó marcar el número de recepción, forcejeando con algo invisible, vio sus manos manchadas de rojo, sonó su celular, todo era confusión, grito con todas sus fuerzas tropezó y cayó, algo que no podía ver la arrastro hasta el centro del cuarto y la dejo en un charco de sangre en medio de la habitación.
La policía dijo que se trataba de una mujer joven, su edad no superaba los 25 años. Bianca, estaba en estado de shock, no reparo en que momento entró la policía, en pocos minutos se hicieron parte en el lugar, mientras ella blasfemaba con palabras incomprensibles hasta que le inyectaron un sedante.
Desperté, una luz quemaba mis ojos, mas allá la claridad de las paredes blanquecinas, manos y pies inmóviles, cuerpo lacerado, no se cuanto tiempo paso. Luego, en el hospital tranquilizada, me entrevistó una agente, me agobió de preguntas, presa de la confusión intente atacarla pero estaba atada, me obligaron a recordar horarios y ver fotos, esa no era yo, tirada en medio de un pentagrama de sangre, yo solo pedía por Carlos y mis hijos
La horrorosa visión recorrió por la mente de Bianca, los días que siguieron, el rostro mutilado de la mujer, ¿quien seria ella?, todo se mezclaba en sus recuerdo con los fármacos, las noches blancas, interminables, sin sueño, sin deseo, bajando escalones como aquella mañana, depresión, violencia contra sus hijos, reproches a su marido, no podía salir a la calle.
Yo no elegí trabajar ahí, abrir esa puerta, ni encontrar esa escena, yo no elegí las ausencias ni esta soledad que me condena, mi cuerpo lacerado sanara, pero mi alma esta perdida, hay algo en mi que no puedo explicar.
La noche que Carlos abandonó la casa llevándose con el a sus hijos, Bianca desesperada tomó un puñado de fármacos, los tiro dentro de un vaso de whisky y los bebió.
Me miro en el espejo y mis ojos son huraños, en mi voz, mis palabras y mis actos ya no me reconozco, desde esa mañana no soy mas, y no puedo escapar, tengo miedo, lo que queda de mi, pide terminar.
5:30 de las mañana, no alcanzó a sonar el despertador, Bianca se despertó de una pesadilla o la seguía viviendo, no sabía en dónde se encontraba, el cuarto le parecía extraño, esperó unos minutos, las sombras se aclararon, el cuarto estaba más oscuro que de costumbre, estiró la mano hacia el velador, mientras tanteaba encontró unas llaves, encendió la luz las miró de cerca, eran las llaves de la habitación 36, y un revolver sobre la mesa de luz, giro hacia el otro lado, un bulto sobresalía de las sabanas, Carlos yacía a su lado, su cuerpo estaba frío y manchado de sangre, sus dos hijos moribundos en el piso en un gran pentagrama de su propia sangre, se incorporó, lo tiró al piso, mutiló sus extremidades y las colocó en los lugares vacíos del pentagrama, tomó el arma y la puso en su boca, -no era ella.
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CUENTO 8- 28/36
“36 del Antiguo Virrey”, esas eran las palabras que perturbaban la mente de esta mujer. Esperando resolver un misterio como su pasatiempo periodístico. En el periódico ella se desempeñaba en cubrir los crímenes que sucedían en su metrópolis.
Pero la mente de Allyson, nuestra periodista, sabia que nada ni nadie podía detener su curiosidad y fue así, tras elaborar sus últimos reportes para el periódico de la capital, que decidió ir a ver que tan cierto era la historia de la habitación conectada con el mismo limbo a donde las almas mas viles y torturadas, iban a parar en una desdicha sin fin. Según comentaban los rumores que le llegaban cerca de una veintena ya ha desaparecido en busca de la habitación citada.
Varios antes que ella, habían ido a investigar pero como pueblo pequeño, todos conocidos entre si, sabían resguardar silencio. Un silencio que por mas de treinta años mantenía firmemente sepultado el macabro hecho que ni la misma policía tenía conocimiento.
Temía que algunos pobladores la podrían detener u ocultar información por lo que decidió llegar de noche. Se sentía contenta porque estaba todo el pueblo sumido en una neblina que no dejaba ver nada de cerca. Tras arribar a la plaza central, se adentro en su motocicleta en donde entro al hotel, subió hasta la habitación en el tercer piso, aun siendo lúgubre la vista y solo apoyada por la linterna que traía consigo, denotaba unos años de ensueño en los muros y detalles del edificio, un lugar de lujo y categoría. Tras entrar a una puerta tapada con algunos colchones viejos y tablas, empezó a fotografiar con su vieja cámara hasta que, empezó a encontrar cosas que no se podían ver a simple vista.
El retrato de un hombre caído y mutilado, algo fuera de este mundo como si hubiese sido aniquilado por una especie de maquina carnicera. Dejo de mirar a través de la cámara para verlo con sus propios ojos pero no existía nada. Volvió a mirar y el hombre efectuó un movimiento. Allyson retrocedió y cayo hacia atrás, golpeándose la cabeza y quedando inconsciente. Soñaba en la habitación descansando sobre la cama hasta que sonó el teléfono y una interferencia la despierta. Tal cual su sueño, despertó sobre su cama en donde un fuerte golpe la hizo sobresaltar. Provenía del baño el ruido, al ir hasta allá, el televisor de la sala se prendió y comenzó a emitir estática al no sintonizar una señal. La periodista volvía en si y empezaba a captar una textura totalmente distinta en el suelo y en las paredes.
Una especie de suciedad pegajosa que no se podía apreciar bien, hasta que al prender su linterna vio que era sangre que escurría por toda la habitación, solo decidió arrancar pero la puerta estaba cerrada y no cedía hasta que una decena de sombras empezaron a acercarse a ella. Desesperada gritaba pidiendo auxilio y con la lámpara trataba de ver quienes se le acercaban. No tenia nada con que defenderse solo su cámara para golpear a lo que viniese. Trato de enceguecerlos con su flash y allí, en un último suspiro supo la verdad.
Frente a ella estaba la mujer, aquella mujer que murió misteriosamente en la década de los setenta y tras ella, una veintena de personas, cada una marcada con algo que poco se podía apreciar sobre su frente. Estos seres no caminaban sino que arrastraban sus pies pero a la vez eran sostenidos por una levitación. Almas en pena que vivían el insaciable tormento de no poder salir de aquel lugar maldito y perecían ante un suplicio sin precedentes.
La mujer la tomo de los hombros y la beso en la frente. Lentamente empezó a perder el conocimiento mientras las sombras empezaban a esconderse tras las paredes, sus rostros empezaron a gritar fuertemente en las paredes, la piel se erizaba completamente, el color se perdía, las luces se apagaban y lentamente el corazón se desvanecía, hasta que todo nunca mas se sintió, y cubierto en oscuridad quedó.
Era una mañana fría y tormentosa, el viento traspasaba las ventanas como si no fuese nada, nadie podría entender lo que sucedía allí. El paraje inerte que se apreciaba con tonos grises a través de todos los vidrios. Y una lúgubre soledad que rompía los tímpanos al cuerpo del morador que yacía caído.
Aquella silla de ruedas, que se movía lentamente, por el pasillo de la habitación de aquel hotel abandonado con el paso del tiempo y como unos ensordecedores ruidos, dejaba en ascuas el descanso de cada morador en las cercanías. Todos temían y respetaban aquel lugar y la historia de la fatídica habitación se convertía en parte del diario vivir en el pequeño pueblo...
Algo cambio allí en ese día. Un poblador al vigilar el edificio, diviso una motocicleta por el callejón lateral del abandonado hotel. Salió corriendo hacia un local y al cabo de minutos, un grupo de hombres del lugar junto a el, emprendieron la búsqueda en el edificio donde todo permanecía tal cual el día anterior, solo había sido devorado por el tiempo. Llegaron a la habitación, en que, tras correr los colchones y las tablas, encontraron en la entrada la linterna y la cámara fotográfica de la periodista.
Se adentraron mas en la habitación en donde, la puerta entrejunta del ropero, tapaba en parte el frio cuerpo de la periodista con una marca en la cabeza “28/36”, la tomaron en brazos y nunca mas se supo de ella solo que al salir, taparon con mas fuerza la entrada con tablas, colchones y fierros viejos.
Al cabo de unos días, en un diario capitalino, salía en la portada la foto de la periodista en donde se buscaba ya que nadie sabía acerca de su paradero y, nunca mas, se supo de ella…
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CUENTO 9- EL FANTASMA DE LA 36
Después de una noche de cigarros y alcohol, decidimos pasar la noche juntos en un hotel no muy lejos de la cantina. Ya en “El Virrey” un tipo con cara de pocos amigos atendió las peticiones de mi novio, sin embargo el dependiente -que más bien se parecía a Largo, mayordomo de los locos Adams,- dijo que tenía todas las habitaciones ocupadas, menos la 36.
Lo que más nos importaba era estar juntos, habíamos viajado más de 28 horas en un incomodo autobús que nos trajera a Lisboa, así que tomamos la llave de la habitación y entramos. Una sesión de besos nos elevo hasta el cielo. Minutos después él, con sus ojos recorría mis senos, los pezones erguidos, la rosada aureola y en un instante… suspiró. El frenesí había sido tal que la habitación se hallaba revuelta por completo: la lámpara caída, la mesilla de noche tumbada en el suelo. Y decidimos dormir. No habían pasado ni 30 minutos cuando un frío helado invadió el aire. Trate de encontrar a mi novio entre las sabanas y no lo halle. Tapada de pies a cabeza sentí la mano fría que recorría la silueta que dibujaba la sabana. Escuche un grito, que no supe de donde provenía. ¿Acaso viene de mi cabeza? El aire comenzó a soplar, agitando las cortinas. Intente moverme pero el miedo comenzó a tomar control de mí, me tenia paralizada. Me desvanecí. No sé cuánto tiempo estuve desmayada, pero los ruidos que provenían de todos lados no cesaban. Sentí nuevamente el frío. Ya no escuchaba el viento, reino la paz. De repente esa sensación de miedo y pánico desapareció. Me levante de la cama, recorrí la pieza tropezando con la lámpara de la mesita de noche. Salí de allí con ganas de contárselo al dependiente o a mi novio o a quien fuera. Ya en la recepción quería gritar, pero de mi boca no salía siquiera un poco de aliento. De repente veo a un hombre vestido como mi novio. ¿Es él? Entrecierro los ojos y lo miro fijamente. No, no es quien busco. Movía las manos sin conciencia y platicaba del horror que había vivido en la habitación 36. ¡Eso mismo me sucedió a mí! ¿Por qué ese hombre lo sabe? Yo interrumpí la plática diciendo que era verdad: que una mano fría tocaba los cuerpos, que los ruidos de las paredes no cesaban, que alguien había secuestrado a mi novio. Ninguno de ellos escuchaba mis gritos, ni siquiera voltearon a verme. ¡Escúchenme carajo! Sin embargo nadie se movía. Unas luces rojas y azules lastimaron mis ojos. Hombres uniformados entraron en el hotel. Les pedí ayuda, les conté mientras husmeaban por toda la habitación:
-Mi pareja no aparece, justo unas horas antes habíamos estado juntos. Me quede dormida y ahora no sé más de él.
Nadie parecía escucharme. Uno de los forenses se detuvo justo en la pared donde me encontraba recostada llorando y pidiendo a gritos que me ayudaran. Cuando lo vi parado allí frente a mí, levante la cara y sus ojos azules parecían atravesarme.
- Tumben esta pared, ella tiene que estar ahí, ¡rápido!
El ruido del cincel y los martillos perforando la pared, parecían tener el mismo efecto en mi cabeza. Me acerque muy despacio al espejo que estaba a un lado de la mesita de noche, mi imagen no se proyectaba en el. Y ahí supe que mi amado había atravesado mi abdomen en múltiples ocasiones, limpió cautelosamente la habitación y sin pensarlo decidió depositar mi cuerpo en esa pared. Los gritos, la mano fría, los ruidos del ropero eran míos, pidiendo ayuda. Se logro romper un pedazo de esa habitación y como si fuera un juego de ajedrez cayeron los huesos, haciendo un ruido sordo al golpear el piso. Uno de ellos mostró una fotografía de la mujer asesinada 30 años atrás. Grite, ¡esto no me está pasando a mí, no me puede estar pasando a mí! Mi vista se nublo. Alcance a ver, como mi propio rostro me miraba con una sonrisita burlona. Como si supiera que jamás podre salir de aquí…de la 36.
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