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Inicio / Cuenteros Locales / cesidul / CESIDUL 5- EL FANTASMA DE LA 36 (TEXTOS 1 AL 4)

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CUENTO 1-HABITACION 36

Asuntos laborales me llevaron a ese pueblo. Mi tarea consistía en hacer un relevamiento del lugar, pues la empresa había ganado la licitación para restaurar el edificio de la iglesia y el convento coloniales.
No entusiasmaba la idea de conducir tantas horas aunque tampoco había otra manera para llegar; verifiqué el trayecto en el mapa y al principio me asombré de que este pueblo quedara cerca de donde nací, era extraño que no lo recordara siquiera de nombre, pero concluí que podría ser uno de los tantos recuerdos borrados –de forma inconsciente, quizá- para salvaguardar mi salud mental. La infancia era de un desierto en mi memoria. La tragedia sucedida en esos años –y el sentimiento de culpa que me embargaba aún sin saber por qué-, tenían una extensión todavía mayor.

El sol ya daba de pleno sobre la arcada que mostraba el camino de entrada. En ella pude leer: “Río escondido”. Los árboles –añejos y enormes-, a ambos lados, parecían ajustar sus ramas y formar con ellas un comité de bienvenida. Hasta creí escuchar que el viento, silbando entre ellos, decía mi nombre.
Todo el lugar se había detenido en el tiempo, sus pocos habitantes caminaban sin prisa, como si no tuvieran dónde ir, ni apuro alguno.
El único hotel, a primera vista era deprimente. Sus paredes, ausentes casi de revoque, mostraban ladrillos de barro. El interior, no menos desolador: oscuro, olor a humedad, muebles llenos de polvo. El conserje me miró con desprecio, apenas susurró un “buen día” obligado.
- No queda otra habitación que la 36 –dijo.
Sonreí. Una sola habitación disponible? Habría algún evento en ese pueblo, del que yo no estaba enterado? La idea de un hotel colmado resultaba ficticia.
No pregunté nada, pero mi sonrisa pareció incomodar a este hombre.
- La toma?
- Sí, por supuesto, sobre todo, si es la única que hay… -contesté irónico.
El conserje no se inmutó. Con actitud de pocos amigos, me dio la llave. No tomó mis datos.
- Primer piso.
Demás está decir que no había más pisos.
La habitación 36 desentonaba con el resto de hotel: limpia, austera pero agradable. Una mesa de roble, dos sillas, un ropero gigantesco, un espejo de pie, la cómoda y una cama ancha con capitel completaban el mobiliario. Sobre la cómoda, un florero. El aroma de las fresias se esparcía invitando a la calma.
Cansado por el viaje y abrazado por la siesta pueblerina, me recosté con intención de leer un rato, después comenzaría con la tarea de relevamiento.

Lo primero que vi al despertar fueron las rosas en el florero. Responsabilicé al cansancio el error de pensar que eran fresias y no le di mayor importancia.

Mientras realizaba las primeras mediciones de rigor, una imagen de mi madre se apareció tan nítida en mis pensamientos que por un instante todo el cuerpo quedó paralizado. Señalaba algo, sonreía y me llamaba. Era la única –y recurrente- imagen de ella, yo tendría seis años. Después, nada más que flashes y objetos asociados a su presencia. Ni siquiera el tono de su voz.

Al atardecer, de regreso, me acompañaron otras imágenes de mi madre y sobre todo una en la que yo caminaba de la mano con ella. Estos recuerdos no eran normales, los había borrado, por qué aparecían ahora?
Estaba agotado; a pesar de haber supuesto que no podría dormir, lo hice sin problemas.

Me sobresaltó la claridad. El sol daba de lleno sobre el florero con fresias. Con la lógica que me caracteriza, inventé una razón mínimamente satisfactoria para lo que califiqué como alucinación y salí. El día pasó sin sobresaltos, tuve mucho trabajo. Me agradó la gente, cordial, con esa mirada franca que sólo se encuentra fuera de las grandes ciudades.

Ya en el hotel, el conserje -abiertamente interesado en mí- me abordó desde el mostrador.
- Le dejaron esto.
Pregunté quién lo había traído.
- Qué sé yo, apareció acá arriba mientras preparaba unos mates.
El sobre era mediano y tenía escrito “Habitación 36” en letra de caligrafía prolija, de finos trazos en lápiz. Quién escribe en lápiz hoy en día?
No dije nada, levanté el sobre, subí a la habitación y lo dejé en sobre la mesita.

Rosas.
Esta vez no tuve excusa posible, pero no sentí temor, al contrario, sí un desasosiego como hacía mucho tiempo no tenía. Demoré en la ducha lo que más pude; rememoraba aquel paseo de la mano de mi madre. Nuevo recuerdo de la infancia, salido de algún rincón, haciéndose tan vívido que casi podía sentir un leve perfume.

Dejé la ducha, me puse la toalla en la cintura, sacudí la cabeza para ordenar el pelo y quedé en medio de la habitación -ya alumbrada por los últimos reflejos del atardecer- mirando el sobre, absorto con su presencia. Lo tomé. La caligrafía delicada me llenaba de curiosidad e inquietud.
Rompí el borde menor y encontré una foto, la extraje por el reverso y antes de girarla leí: “Con Ignacio, el día de la inauguración, 29 de diciembre, 1962”.
La foto era en blanco y negro, yo estaba junto a mi madre, la arboleda de entrada en perspectiva y de fondo el hotel, en sus mejores años. Ambos sonreíamos mirando a la cámara. Ella tenía todavía el brazo izquierdo extendido, como si segundos antes me hubiera señalado hacia dónde dirigir la mirada.
En el derecho sostenía un ramo de rosas.
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CUENTO 2- EL FANTASMA DE LA 36


No blasfemo! lo juro por la agonizante, aguda e incomprensible mirada de Helena, que no recuerdo cuanto tiempo ha pasado desde el momento que toque su aliento en este hotel. Tal vez hayan sido años, meses o creo que esta historia apenas me acaba de suceder. Táchenme de amnésico, atolondrado, con lagunas, Parkinson o desequilibrios, pero lo apreciable de esta historia no es el tiempo, -factor ineludible en cada una de sus similares historias-, lo relevante es, Helena, Helena Rossweighter, causante de mis desenfrenos y mis pasiones, cuya hermosura nadie ha igualado jamás, con la magnificencia de la noche en sus labios, el hermético enigma del dolor y el resarcimiento en su mirada; que me atormentó y me hizo cautivo desde que la vi en el salón del concierto donde se tocaron piezas de grandes compositores alemanes -Beethoven, Brahms, Strauss, Bruckner, Wagner - en conmemoración a los treinta años del desembarco de Normandía y "el fin de la Alemania Nazi".

Percibí su aroma de flores secas, y sus cadavéricas manos guardando en el bolso unas pastillas, entonces, sus ojos me regalaron su oscuridad, y no puedo calcular de forma alguna ese deseo que en mí brotó, ese inefable instante que me abrumaba y me deleitaba, y que de alguna forma -que aún no me explico- me llevo; a tenderle la mano para que bajara los escalones que conducían a la salida. Con una cadenciosa y muy baja modulación agradeció mi gesto y me preguntó si conocía el hotel virrey mostrándome la dirección en un trozo de papel con letra un poco legible, asentí de inmediato, aunque ahora confieso que mentí por saborear un poco más su presencia y sin dudar caminé a su lado hasta que el destino me regalo la razón y como resultado de mi mitomanía, allí estaba frente a nuestros ojos, el hotel. – Soy Andreas Shoerfer- dije justo en el momento que el recepcionista le dio las llaves, con el número de su habitación: 36. – Soy Helena- y justo después, hizo una seña de adiós con su mano y tomó el ascensor.

Salí de allí, confundido, curioso y excitado por la cruda naturaleza de Helena, caminé, no sé cuánto, kilómetros, metros o pasos… y entonces mi corazón sugirió vívidamente que volviera a ese hotel, y en mi perturbado anhelo toqué la puerta, mientras que mi cerebro daba vueltas de placer al verla de nuevo. Me hizo seguir y me dijo que me estaba esperando, entonces se tendió en la cama, me invitó, luego se inclinó sobre mí y desnudos rodamos por todos los rincones la habitación. Loco de placer me hundí varias horas en la profundidad de sus largas piernas. Mientras ella extasiada por el tamaño de mi miembro me hacía repetir versos que ella había compuesto, de los cuales sólo recuerdo un par de renglones: “ te retuerces, asfixiadas la luces, apagado el escenario, déjame danzar en ti e impregnarte con el júbilo de la muerte...”

Entonces, agotada de placer dejo caer sus brazos y aún mis sueños recuerdo ver su cuerpo cabalgando sobre el mío, sonaba en el tocadisco Tristan und Isolde. Helena tomó su bolso y sacó un par de pastillas, puso una en mi boca y la empujó suavemente con su lengua, luego me pidió hundiera la otra en su boca y le diera un beso.

Todo comenzó a dar vueltas, sentí que mi cuerpo se secaba por dentro, mi voz se debilitaba y mis brazos ya no cercaban a mi doncella. La vi dando convulsivos movimientos junto a mí, entonces sonrió, y alabo mi ingenuidad. Nuestros cuerpos quedaron allí en la cama de la 36, un cuarto de hotel en completo desorden, botellas de licor tiradas por el piso, colillas de cigarrillo apagadas contra la alfombra, las cortinas medio arrancadas, y unas pequeñas marcas de sangre en las paredes, marcas de semen en diferentes lugares del cuarto, al igual que sobre nuestros cuerpos. Nosotros, en la distracción del aire. Helena merodeo con mi espíritu y caminamos un poco para aliviar el terror de lo que había acabado de suceder. Prontamente, ella retornó a su cuerpo, se levantó, parsimoniosamente se puso el liguero, el sostén negro y su vestido rojo con cintas negras. Tomó su bolso y partió por enésima vez a la función del concierto de donde se tocaban piezas de grandes compositores alemanes -Beethoven, Brahms, Strauss, Bruckner, Wagner - en conmemoración al desembarco de Normandía y "el fin de la Alemania Nazi".

Desde entonces la historia se repite cada noche aquí en la 36, un hombre diferente cada vez. Ay! Helena, sólo hasta ahora que ya no soy yo el que toca tu incomprensible sombra, porque me he vuelto la tuya, sólo hasta ahora que veo con horror y desasosiego el perverso juego del que al igual que yo, estos cuarenta y siete fantasmas que al presente no hacemos más que contarnos una y otra vez como te conocimos, gozamos e ingerimos esas pastillitas que nos diste a cada uno para pagar tan oscurecida forma los inmortales instantes de erótico placer entre tus mefistofélicas piernas, sólo ahora comprendo que al final del concierto se distribuían pastillas de cianuro tal como las que se utilizaban los nazis para evadir el destino que sufrirían en los tribunales de Nuremberg; y en los escalones cerca a la salida, esta mi Helena, su Helena, nuestra Helena, la que nos consiguió el silencioso puesto taciturno desde el cuál vemos su macabra función traer una nueva sombra a nuestro escenario cada noche. Ahora escucho risas, veo tu cadavérica mano abrir de nuevo el cuarto y unas manos que hoy juguetearán con la esbeltez de tu macabra figura, mañana ya estará él con nosotros, y entonces escucharemos risas, estará ahí la puerta, y tus cadavéricas manos otra vez.
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CUENTO 3- EL FANTASMA DE LA 36
Un motel con letrero de luces rojas anunciaba la entrada de una posada para aquellos que no querían ser vistos en la ciudad o aquellos otros que no tenían dinero para otro lugar.

En un atardecer con nubes negras en el Hotel el Virrey, un hombre atlético, de tez blanca, cejas oscuras y prominentes, manos grandes maltratadas como las de un obrero en el que la paga no le alcanzo para la renta; entró empujando la puerta antigua, chirriante. El forastero miró el lugar descuidado, con eco en sus pisadas mientras miraba las escaleras su inspección fue interrumpida por dos mujeres llevando entre ellas un saco blanco de ropa sucia, dos mujeres de curvas pronunciadas, cabellos largos, de faldas cortas y camisas blancas; piernas largas cubiertas con medias de red negras, uñas y labios rojos.

Ambas soltaron el saco que traían detrás del mostrador y se miraron con picardía;”Una habitación por favor”- el replicó. Ambas volvieron a mirarse con placer y malicia a la vez y respondió una de ellas alcanzándole una llave separada la número 36, que ya estaba sobre el mostrador diciéndole: “Con gusto, tenemos algo especial para usted”.El no entendió a que se referían y subió las escaleras, mientras lo hacía escucho la voz de una de ellas gritándole, “sólo espere al servicio a la habitación antes de dormirse”.

El huésped se acomodaba en la habitación, y la morenaza le llevaba bebidas en diferentes botellas para que él escogiera, pero musito con risa; “¡señorita yo no he pedido nada, a duras penas me alcanza para pagar esta noche!”Ella le responde con otra sonrisa; “tranquilo caballero es cortesía, escoja lo que desee”.Él de inmediato tomo una botella, y agradeció, cerró la puerta, tomo un vaso del brebaje posteriormente se quito la ropa, los zapatos y se tendió sobre aquellas sabanas blancas, que expedían una fragancia de limpieza. Se quedo dormido apenas toco la almohada, a eso de la media noche sintió, que alguien le rozaba los labios, se paró asustado y encendió la luz y no vio a nadie, así que dejo encendida la lámpara, y concilió el sueño de nuevo.

A los diez minutos del suceso anterior, tocaron la puerta él se levantó de la cama y abrió; era una mujer morena, con ojos claros y traía una abrigo negro, El le preguntó “¿qué se le ofrece?” la mujer se abrió el abrigo y no traía ropa puesta solo unos tacones muy altos ,ella lo empujo a la cama le hizo el amor, como jamás él se enamoró de su piel al instante, sintió como las uñas de aquella mujer sujetaban sus muñecas, él lo disfrutaba, ella se las incrustaba más y más, ya el dolor ganaba al placer. Ella ignoraba quejidos y seguía con el coito a pesar de las heridas que ya se llegaban a percibir, ella golpeaba su piel con la de él, gotas de sangre manchaban la sabana blanca, el salió del hechizo aquel y trato de zafarse era imposible ya, sentía como si una pared de concreto lo inmovilizaba, como si los cabellos de aquella mujer amarraran su cabeza a la almohada, y su voz era sustraída con cada beso de la ya pálida mujer, las uñas llegaron a atravesarlo, la sangre que rodaba por las muñecas del forastero, sin aliento dejó de luchar contra aquel cuerpo frió, el forastero miró su rostro por ultima vez y le regaló el ultimo soplo de su corazón.

Las dos mujeres en la recepción escucharon el escalofriante gemido de una mujer, se miraron emocionadas. Tomaron un saco blanco, una le dijo a la otra: “Yo tiendo la cama y tu metes al cuerpo”. La otra sacó una vela y la caja de cerillos del primer cajón del mostrador, caminaron hacia la pequeña puerta debajo de las escaleras, sonriendo una de ellas abrió el pequeño cuarto de metro y medio de altura, se iluminaron sus ojos negros, la cantidad de cera derretida con pequeños puntos negros delataban las gran cantidad velas allí puestas. La otra mujer, la acomodo la vela en el piso, miró la foto acomodada en la lapida dentro del pequeño cuarto, eran sus rostros de juventud de tres mujeres, en el epitafio decía: “A la amiga incondicional cuya alma nunca nos dejó. Te daremos calor humano, aunque no sea de nuestros cuerpos”.
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CUENTO 4- EL FANTASMA DE LA 36
La tarde era fría llevábamos horas manejando después de la fiesta de disfraces que habíamos tenido celebrando día de brujas.

Estuvimos contando historias de terror, mas hubo una que nos llamo fuertemente la atención; nos contaron de un hotel en el que pasaban cosas extrañas desde hacia mucho tiempo. Según cuentan hace 30 años ocurrió un suicidio de una pasajera en el hotel virrey Que se encuentra en un municipio del estado de Zacatecas, a partir de allí, ocasionalmente suceden cosas extrañas en el hotel en general y en la habitación 36 en particular. La curiosidad nos gano y nos dirigimos al hotel; reservamos específicamente la habitación #36.

De camino al lugar la calefacción de el auto comenzó a fallar; Lucí comenzó a desesperarse — apúrate Diego que me muero de frio— ya cerca de llegar preguntamos que tan lejos estaba el hotel, una señor muy amable nos dijo que no faltaba mucho que ya estábamos cerca que estaba junto a la plaza. Así fue, llegamos a la plaza, era hermosa con unas estructuras donde colgaban diferentes tipos de plantas con unos jardines impresionantes llegamos al hotel tenía unas esculturas impresionantes, dragones y grecas en la entrada, unos ángeles en la puerta en medio del hotel una jardín con una gran fuente y peces donde se filtraba la luz atreves del techo. El botones nos dirigió hasta nuestra habitación nos comentaba que el ya tenia mas de 30 años de laborar ahí y nos contó acerca de lo sucedido y que eran muchos los que llegaban por lo de el fantasma y las cosas extrañas; eran como turísticas según el botones a la joven le encontraron una mañana desnuda con marcas en la frente, pecho y vientre. Al llegar nos deseo suerte y se retiro. Ya en la habitación sentimos un ambiente pesado tal vez seria la sugestión que estábamos teniendo y lo cansado del viaje. Bajamos al restaurant y cenamos mientras comentábamos de lo que esperábamos esa noche. Tomamos fotos para recordar. Al regresar cerca de la fuente tropecé con un pedazo de suelo que salía, al cual no le di importancia, ya en la habitación, me acomode en el sofá y Luci entro a bañarse. Encendí la tele después de unos minutos un grito me sobresaltó — ¿que paso, que te sucedió? — le decía mientras ella asustada me contestó. —El espejo, algo raro pasa, me estaba peinando y de repente me dieron unas ganas de verme en él, me quede como hipnotizada, entonces alguien salió del espejo y mi rostro comenzó a desfigurarse; mi piel se caía a pedazos, sentí un nudo en mi pecho no pude mas y grite, todo se obscureció y de pronto ya estabas tu aquí —. Su pecho latía tan rápido su respiración era en exceso agitada, de pronto escuchamos un grito desgarrador que nos dejo helados. Por la habitación una nube casi imperceptible de humo nos envolvió. Luci no podía juntar palabra yo solo callaba. Vi el reloj y ya eran casi las dos de la mañana; estuvimos abrasados toda la madrugada ninguno dijo nada hasta que nos venció el sueño. Desperté alrededor de las 9 de la mañana, entre a bañarme para después ir a desayunar; mientras me bañaba sentí como que alguien me miraba, un frio helado recorría mi espalda —Luciana ¿eres tu?— no escuche nada, mientras me secaba recordaba, solo podía pensar en lo ocurrido esa noche, al irme a peinar recordé lo que había dicho luci sobre el espejo así que me di prisa. Al bajar a desayunar no dábamos crédito a lo sucedido, nos veíamos fijamente durante largos lapsos. Terminamos y salimos a pasear por los alrededores para tratar de tranquilizarnos, de regreso al hotel nos dio algo de temor, estuvimos apunto de irnos pero era mas nuestra adrenalina de lo sucedido y queríamos mas esa sensación; nos dimos valor y entramos. ya en la habitación me senté en el suelo y ella se tendió en la cama, encendí la televisión —hoy es día de muertos, estoy un poco cansada— dijo, no lo habíamos notado pero nuestras cosas no estaban en su lugar, la habitación se comenzó a enfriar, la calefacción no funcionaba, los cuadros se comenzaron a caer —Diegoooo— grito Luci¬— pregunte si estaba bien, ella comenzó a convulsionar, no me podía levantar, me sentía pesado amarrado; gritaba ,gemía, reía, hablaba algo que no entendía, se arqueaba casi hasta quebrase, por fin pude levantarme, cuando quise caminar sentí un golpe en la frente y regrese al suelo, me ahogaba, el aire me faltaba, veía a Luci, su cuello se hinchaba, se le alargaba la cara, se le salían los ojos de sus cuencas, balbuceaba, me levante de nuevo, vi en el espejo un hombre calvo de una gran barba vestido de blanco con una mueca de risa; de pronto vi a la mujer ¡la muerta! el hombre la amarró, saco un cuchillo le marco su frente, su pecho y el vientre con una X, cortó uno de sus dedos, el meñique, y en segundos hubo sangre en todos lados; se volvió a mi me miró fijamente y con una vos gruesa me dijo: —sigues tu, ya es el tiempo— en eso explotó el espejo en pedazos y yo caí desmallado.

Desperté en la mañana, todo estaba en su lugar como si nada hubiese pasado. Luci estaba en la cama y yo estaba desconcertado. Bajé al lobby, la luz de la mañana traspasaba el tragaluz, camine hasta la fuente volví a tropezar con la piedra con la que antes casi caía, me gano la rabia y la saque, cuando estuve apunto de azotarla vi una caja de madera pequeña, la curiosidad me ganó y la abrí, tenia muchos papeles; en ellos explicaba lo que le hicieron a la mujer de hacia 30 años y las palabras que decía… Eran las mismas que repetía luci anoche, subí corriendo a mi habitación, al abrir me desmayé y no supe mas de mi. Al despertar estaba en la policía, a Luci la habían encontrado degollada presuntamente yo era el culpable, ¿mas como podría hacerle daño al amor de mi vida? No resisto mas,! yo no fui!, !yo no la lastimaría! y sin más cerraron la puerta de la celda donde estaba.

Texto agregado el 15-10-2009, y leído por 353 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
12-11-2009 A mi me gusto el cuento numero cuatro, y el numero 7, pero solo vote por el cuento numero 4, y si miras el orden de las parejas que participaron, ahí dicen la pareja numero 4 era gato_naranjalili26 y lucian_1312…por eso deduje que eran de ellos… de igual forma de haber votado por el cuento numero 7 hubiera dicho: voto por el numero 7 de kruma-kelly_c_aguillas… por que creía que ese orden de cuenteros, correspondía a el orden de los cuentos publicados… siempre me han gustado los cuento y textos de gato_naranjalili26, y eso esta confirmado en la elección que tuve referente a mi voto, no se trata de favoritismo, se trata de gusto, porque me encanta lo que escriben gatolili y lucian… no es mi culpa que haya votado por el cuento numero 4 que fue el cuento que mas me gusto y que yo creyera que era el de ellos por el orden de los cuenteros que participaron, y que resultara que ese orden no tenia nada que con los texto publicados, y que por casualidades de la vida ellos resultaran siendo la pareja numero cuatro y el cuento numero 4!... jadeluna
26-10-2009 Que imaginaciòn exelente. pampita
26-10-2009 no digo preferencias pero tan guenos. pampita
24-10-2009 suerte a todos. estan muy buenas las historias fue dificil decidirme por una... (aunque claro, yo diria que la nuestra es la mejor) todas son muy buenas... suerte a todos y que gane el mejor relato. mis estrellas naranjitas para todos. lili. gato_naranjalili26
17-10-2009 yo no he podido venir pero mandé mi foto bizurdo
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