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EN EL BOSQUE

Hace algunos años, en el bosque que está al sur de nuestra ciudad, me sucedió algo insólito que quiero platicarte, Aldo.

No se si todavía existe ese lugar, pero de todos modos te lo voy a narrar.

Era un día de verano, la noche anterior a mi visita, había llovido, los árboles aún conservaban algunas gotas de agua fresca y cristalina, el campo lucía un manto de verdes insospechados, la tierra húmeda con su clásico olor confundiéndose con el aroma de los enormes abetos.

Todo el paisaje pareciera que me estaba esperando.

Inicie mi recorrido sin rumbo fijo, cuando había caminado un par de horas, sentí de pronto que alguien me seguía. Detuve el paso y giré para investigar lo que me inquietaba tanto. Árboles, solamente árboles. Seguí mi paso y a cada metro que avanzaba, era mayor mi admiración por la naturaleza.

Caminé algunos pasos... la misma sensación; tenia que atrapar al intruso, seguí caminando y al llegar a un gran árbol de enorme tronco, encontré la oportunidad que estaba esperando. Al rodear el árbol un ser diminuto estaba ante mis ojos: un duende Aldo, si, un duende, una criatura de unos cuantos centímetros de estatura. Me quede mudo, no supe que hacer. Fue el hombrecito el que inició la plática.
- No temas – me dijo. Soy un duende, y aquí en el bosque vivimos muchos como yo, si quieres y te quedas unos días, te puedo presentar a todos mis compañeros.
Allí en el bosque y con la ayuda de ese pequeño, aprendí a querer a los duendes. No te puedo decir sus nombres porque me lo prohibieron, pero si te voy a platicar como son ellos. Pon mucha atención, Aldo.

Ellos habitan en lo más profundo de los bosques y aun en casas habitadas, siempre y cuando sean aceptados por sus moradores.

Son muy bromistas y les gusta hacer travesuras a los humanos. Me platicaron que han llegado a tirar a algunas personas de la cama. Les encanta organizar fiestas y vestirse de colores mágicos como son el rojo y el verde, usan también grandes hebillas doradas. Rara vez son visibles al ojo humano. Es más común oírlos y sentirlos; pero si quieres verlos tendrás que estar muy atento a los pequeños remolinos de aire, porque seguramente alguno de ellos está viajando en ese remolino.
Hay muchas clases de estas criaturas, algunos de ellos son: duendes, gnomos, chaneques, trasgos, etc., también se les conoce como “la gente de la tierra en donde se pone el sol” o “el pueblo de la noche”.

Los duendes son un poco quisquillosos. Si te los encuentras, Aldo, no les hables ti primero, mejor espera a que ellos te dirijan la palabra, y siempre exprésate bien de todos ellos.

Hay que saludarlos amistosamente.

Cuando vayas al campo debes poner atención en no pisar círculos de hierba espesa o de hongos porque son lugares en donde ellos bailan. Si algunos de ellos te obsequian un regalo, acéptalo y da las gracias. No debemos contar nuestras aventuras con los duendes, a ningún ser humano. Hay historias de gente que por no seguir este consejo, han quedado ciegos o trastornados de sus facultades mentales.

- A ti te lo puedo contar Aldo, porque eres un caracol.

Los duendes que viven en las casas protegen ese hogar. Les encanta la leche, el pan negro, la cerveza y los dulces, pero odian la sal.

Les gusta mucho danzar, cantar y tocar algún instrumento musical. Los duendes y sus historias nunca terminaran, porque ellos mismos, son casi eternos.

- Si quieres, Aldo, el próximo fin de semana vamos al mismo bosque en donde hace muchos años los visité, a ver si todavía viven allí.

Estoy seguro que si los encontramos, te van a aceptar de inmediato.

Texto agregado el 14-10-2009, y leído por 78 visitantes. (0 votos)


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