EL TLACUACHE

Tú no lo conociste, Aldo. Se lo llevaron antes de que tu vinieras, como ves, su guarida está allí, intacta, nada ha cambiado.

Cuando lo encerraron, todos expresamos en una sola voz: ¡Que bueno!

Ojalá y lo tengan allá por mucho tiempo.

¡Que malo era! Aldo. Todos los días cometía sus fechorías, a nadie respetaba. El y su banda nos tenían amenazados.

Nadie se atrevía a denunciarlo.

Teníamos miedo.

Al anochecer empezaba a “trabajar”, para darse valor utilizaba una hierba y cuando la prendía olía muy mal, después inhalaba una sustancia y con eso se volvía como loco.

¡Que bueno que no lo conociste! Te habría dado mucho miedo y hasta tu casa, aunque pequeña la hubiera robado.

Aquí todos esperamos que nunca más regrese, que lo tengan mucho tiempo guardado allá en el zoológico en donde esta. Todos deseamos que este tlacuache feo y de pelo rizado se regenere y cuando salga se vaya a vivir muy lejos con el resto de su banda.