Dos ataúdes.

Esto sucedió hace muchos , muchos años.
Fue en una casa de campo con amplios corredores y su techo era de tejas.
La llamaban la casa de tejas.
Los corredores eran de 3 metros de ancho y tenían grandes vigas de roble que iban de cada muralla de adobes en forma horizontal por 3 metros hasta otras vigas perpendiculares (costaneras) que estaban sostenidas por postes de roble verticales, continuando con un alero de 50 centímetros por donde caía la lluvia en el invierno.
Quedaba un gran espacio entre las vigas y la techumbre, donde algunas veces acostumbraban a guardar algunas cosas.
El dueño de casa, hombre bastante previsor, conversando con su mujer convinieron en comprar dos ataúdes y guardarlos en la casa para cuando ocurriera lo inevitable.
Y así lo hicieron, los compraron en el pueblo y una vez que llegaron a la casa de campo, los guardaron sobre las vigas del corredor.
Se corrió la voz y todos comentaban lo extraño que habían hecho estas personas.
Fue como una maldición porque la muerte no llegaba nunca.
Y así vivieron hasta cerca de los 100 años sin ningún temor.
Dicen que a la muerte no le gusta que la esperen!

Tursol