MUCHA SANGRE

No puedo negar que cierta inquietud me embargaba camino al hospital, no era temor o miedo ¿ o sí?.
Llegué intentando mostrar mucha confianza, como si estuviera habituado a estos menesteres.
Su cedula de identidad – inquirió el recepcionista – anotó mis datos y luego me entregó una cartilla explicativa, podría jurar que le vi una sonrisa un tanto maquiavélica en su rostro cuando me alejé.
Me senté a leer y ahí comienza uno a tomarle el peso al forro en el que se metió. Primero se empieza a hacer memoria para afirmar o negar
¿ ha usado drogas? El termino me parece demasiado amplio y vago, porque según los talleres del CONACE, droga, es toda sustancia artificial o natural que altere o afecte nuestro organismo, así la respuesta debería ser SI, porque me gusta tomar café. Pero creo que no es la finalidad de la pregunta, así es que me digo...NO.
¿ha tenido sexo con personas de su mismo genero?...Uta, que yo me acuerde NO, ja ja ja...NO definitivamente NO.- digo otra vez.
De pronto a viva voz escucho..- David Sonuis...el Señor David Sunois-
Ya aquí vamos- me digo- en realidad voy, porque estoy solo en este trámite, igual un poco cagado de miedo, pero siempre digno, que no se note e intento pasar el momento con algo de humor con muy poco éxito por lo demás.
Lo primero, un pinchazo en el dedo, tan rápido que casi no lo sentí, luego un apretón y la sangre que fluye. La enfermera que me toma la mano y recoge el rojo fluido en un trozo de vidrio, de ahí a tomar la presión y luego a pesarse...¡sorpresa! setenta y cinco kilos, yo, que nunca pasé de los sesenta y nueve, ahora de golpe, setenta y cinco, no hay derecho – me dije -.
- Es que después de los cuarenta, todos suben de peso – dice la enfermera – pero usted no debe tener cuarenta – agregó.
- Tiene usted toda la razón – le digo – la tentación de decir treinta y nueve fue grande, pero triunfó mi lado honesto y repliqué – tengo cuarenta y nueve –
Ya, espere afuera – me dijeron, como en tantas otras ocasiones – le llamaremos – Estuve a punto de creer que estaba en una entrevista por un empleo, pero no, porque al poco rato, otra enfermera me dijo pase y tome asiento. – juro que volví a ver esa sonrisa macabra, como la del recepcionista.
Tomó un elástico y me amarró el brazo a la altura del codo. Cuando vi la aguja pensé..- puta´s la güevada grande y casi salgo corriendo.
Tratando de mirar para otro lado y no tiritar, sentí la clavada en plena arteria ¿ o sería en una vena?....me pasó una pequeña pelota de goma
- apriete y suelte todo el rato –
Ahí estaba yo, sumiso, rendido, apretando y soltando la pelotita y con cada apretón, la sangre salía de mi hasta una enorme bolsa que se iba llenando..con MI SANGRE. Mientras yo recostado en el sillón moría de a poco..me voy a marear..pensaba...me voy a desmayar...me está dando sueño..
Pero nada, absolutamente nada, la sangre salía de mi brazo e inflaba lenta pero constante la pequeña bolsa.
Fue toda una experiencia, nueva por cierto, fueron más los miedos previos que la realidad.
David salió contento, con la grata sensación de haber servido a una buena causa....iba feliz, no había dado diez pasos fuera del recinto, cuando se desplomó, despertó en su casa tres horas mas tardes.