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La Historia de un poema…

Mario Andrés Campa Landeros

Puebla está enclavada en una amplia planicie flanqueda por montañas distantes y tiene una arquitectura similar a la de la gran ciudad de Toledo, en España. Una de las más excelentes voces de la poesía murió en las calles de Puebla. El sevillano Gutierre de Cetina era un poeta y espadachín que luchó en Italia y en tierra alemana por el Rey. Vino a México después de la conquista a instancia de su hermano. Por desgracia, su poesía era mejor que su esgrima. Lo mató en un duelo un rival de amores. Dicen que fue abatido después de estar parado junto a la ventana de la mujer, cantando loas a sus ojos con este poema:
“Ojos claros y serenos”.
Ojos claros, serenos,
Si de un dulce mirar sois alabados,
¿Por qué si me miráis, miráis airados?
Si cuando más piadosos,
Más bellos parecéis a aquel que os mira,
No me miréis con ira
Porque no parezcáis menos hermosos.
¡Ay, tormentos rabiosos!
Ojos claros, serenos,
Si así me miráis,
Miradme al menos.
Y cuentan que esta escena sirvió de marco para que el poeta Greorio de Gante escribiera un bello poema que un día escuché declamar al también poeta Othón Villela Larralde, en el ático del club de periodistas Primera Plana. Una noche de un día cualquiera…

Oculta en el silencio y la tiniebla
La muy noble y leal ciudad de Puebla
De Los Ángeles, permanece dormida.
Ha mucho tiempo que sonora y leda
Callando citadinas bataholas
Sonó la hora de queda.
Las insomnes farolas
Sólo se hallan despiertas
En las calles desiertas
Y discurren por ellas solamente
La vigilante ronda y el inoportuno viento
Lleno de indiscreciones que en solapado intento
Al cruzar por la calle segunda
Ha escuchado este diálogo violento:
-¿Quién va?
-Quien puede y quiere rondar esta casona.
-Es temerario quien a este afán se adhiere.
-Lo es más quien estorba a mi persona.
-Paso a este valeroso descendiente de los conquistadores.
-No lo cederá nunca un gentil hombre, espejo de amadores.
-¡En guardia, que a mataros voy como a un villano!
-¡En guardia que en desacato a quitaros voy con mi propia mano!

Pendiente de una gárgola,
Lejano farolillo de aceite, parpadea
Y hace esfuerzos por ver entre las sombras de la noche
Quiénes son los que van a la pelea.

Frente a la reja, donde asoma a veces,
En bochornosas siestas o en populares fiestas
Doña Leonor de Ozma,
Dos odios disfrazados de altiveces
Desnudan las espadas
Que al tirar y parar las estocadas
Prenden una minúscula colmena
De fugaces luciérnagas brillantes.

Un embozado huye a favor de la sombra
Mientras que otro hombre herido,
Apoyándose en la reja,
Un dulce nombre nombra.

Y en los instantes de angustia muy profunda
Diciendo va su voz ya moribunda:
“Ojos claros, serenos
Ya que así me miráis miradme al menos”.

Después, de ahí nació el poema “El Ático” de Mario Andrés Campa Landeros, inspirado en la forma que el bardo Othón Villela dijera el verso de Gregorio de Gante sobre Gutiérre de Cetina.

“El Ático”

A lo lejos,
En los tres medallones
De los altos ventanales del Club Primera Plana,
La luz resplandecía.
Después de una comida
Y en medio de gran algarabía,
El grupo de amigos periodistas disfrutaba la vida
Con cantos, pláticas, juegos y poesía, en el ático,
Ese vetusto arcón de una sonrisa y buhardilla bohemia y alegría.

Si me permiten, quisiera, por un momento,
Interrumpir la fiesta de los cuates,
Celebrada de miércoles en miércoles, de cada semana a mediodía.
Decirles lo que siento y ahora me lastima.

Hoy quiero llorar.
Recordar en homenaje a mis amigos.
Muertos y Vivos que siento en la soledad estar conmigo.

Quiero llorar.
Porque me hiere la nostalgia.
Pero, ¿por qué este día?
Si nada tiene de especial la tarde.
¿Será la lluvia?
¿Acaso es el momento caluroso en agonía?

No sé quién dijo:
“En la tristeza o en tardes de alegría,
Siempre tocan a duelo las campanas”.
El tannn... tomm... timm de la iglesia de la esquina,
San Hipólito… “San Juditas”, todos llaman,
Tal vez,
es lo que hieren lastimera a mis oídos.

Quiero llorar, pero no puedo.
Aquí entre los amigos domina en el ambiente
La risa, el recuerdo, la distancia y los olvidos.

Los sentimientos chocan.
Sueños.
En un rincón, el dominó de la vida juega entre sus dedos.

La voz de Othón -de los Villela Larralde- de Zumpango retumba.
Nos recuerda la Puebla de los Ángeles, de antaño,
El triste duelo de un enamorado
Contra la espada de todo un caballero.

Recuerda el bardo, a demanda mía,
Con pasión a don Gregorio,
Bisabuelo de Rosaura Cruz de Gante.

Los nombres y los años se pierden en el tiempo
En mi cabeza.
Un día de mil quinientos, no se cuánto...

Othón explica y recuerda a Gutiérre de Cetina
Para darle el dulce sabor al poema de Gregorio;
El romántico, el último, tal vez el más querido.

“Ojos claros, serenos,
si de un dulce mirar sois alabados...”

Y leemos y oímos en los labios del poeta:
“Oculta en el silencio y la tiniebla…
-¿Quién va?
-¿Quién quiere y puede rondar esta casona…”


La imaginación retoma el vuelo
Y nos lleva a sentir;
Ver el choque de armas convertido en chispas
Como luciérnagas que alumbran
El balcón de la bella Leonor de Ozma,
Otra sin par Rosario,
Espantada al sentir la muerte
Entre engarzados barrotes del barandal de su ventana.

La muerte llama y el asesino huye.
La voz del moribundo aún se escucha:
“Ojos claros, serenos… ya que así me miráis, miradme al menos”.
La voz del poeta me lastima.
La imagen cambia y se revela.

Oigo la voz de Jorge.
El bonachón. El hermano Coo de todos
Del Rentaría,
Del Teodoro amigo, mano franca, incansable
Paso firme que mira hacia el futuro...
Hacia el mañana.

Aquí.
En esta buhardilla luminosa
Recuerdo al único bohemio
Chino-mexicano nacido en Veracruz
Con alma de cubano.

Su voz.
La melodía.
El ritmo guapachoso que brota de su pecho:
“Monta mi caballo que está en la cerca de aquel camino real…”
Así lo veo con sus manos extendidas
Como si quisiera acariciar al mar.

Murió Jorge en casa de asistencia.
Abandonado. Solo;
Sin teclas de piano,
Sin cuerdas de guitarras,
Cabelleras de mujer…
Sin cruces en sus manos.

Y más se han muerto.
Pero dejemos que los muertos entierren a sus muertos.

El ático.
El sueño amigo de los años.
Sopeadores.
Jugadores
Con fichas entre manos de pareja de campeones
En mesa de lámina o madera,
Muy cerca de la barra.
La cantina.


Aquí se ríe y también se llora.
Josué, el del difícil apellido.
El poeta.
El soñador.
El que declama su poema con pasión
A la mujer morena de los ojos “de cierva o de venado”.
Salvador, el de la copa envuelta en el recuerdo
De un mundo de mujeres,
Los Toños, los Rojas, los Robles, los Raúles,
Los Guillermos, los Carlos, los Gómez,
Los Ignacios obreristas, los Rodríguez,
Los que siguen...

La retadora mira y es de palo.
La mula ahorcada, el zapato, la copa y la palabra.
La cuenta de puntos.
Vencedores de la muerte y triunfadores de la vida
Celebran unidos en segundos y horas
Con risa convertida en carcajada.

Quiero llorar, pero no puedo.
El vino, la música se diluye en viento.
La bohemia se termina.
La guitarra calla y el cantor se va en silencio.
Se escuchan las cuerdas de su lira
Se unen voz y pasión con fuerza
Y con dolor cubriéndole la espalda:

“Quiero morir, porque morir anhelo,/
Después de haber sufrido tanto y tanto/…
No reniego de mi patria idolatrada./
Ni de Dios ni de la naturaleza./
Sólo sé que seres pobres como Yo/
Sólo estamos de estorbo aquí en la tierra./
Sólo sé que seres pobres como Yo/
Sólo estamos de estorbo aquí en la tierra”.

El ático, la buhardilla y el bohemio.

Texto agregado el 12-10-2009, y leído por 251 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
12-10-2009 el ático, la buhardilla y el bohemio=verde, perico y poblano no los toques con la mano que es animal maldito y ...eh? eh? marxtuein
12-10-2009 1* Vrumo
 
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