Dieguito...

Y por 100milésima vez estoy parado nuevamente frente a un monitor que decide sin ningún tipo de pena ni consideraciones que rumbo tomará mi vida, es increíble como los papeles cambian de un segundo a otro, ayer yo era quien le decía a las máquinas que y como hacer las cosas y hoy, seguramente en venganza, ella es la que me ordena, sin oportunidad alguna de cuestionarla, hacia donde voy, a qué hora debo hacerlo, con quién tendré que interactuar, lo que debo comer…a quien debo olvidar, de quien puedo enamorarme, cuando fingir que todo va bien y a que hora debo apretar el botón de apagado de mi corazón, de mi alma, de mi vida…

Volteo a la derecha y alcanzo a ver una enorme fila de personas para registrar su equipaje, me dirijo hacia ellos mientras voy escuchando los reproches de mi corazón: ¿Otra vez? Prometiste que nunca más me harías pasar por este calvario, me jurabas con gritos que volveríamos a casa, a nuestro hogar, con los nuestros, con los que nos aman…te creí, y ahora a cada paso que das, estás más y más lejos de cumplir tu promesa.

-¡Señor, pase por favor!
-¡Qué vainas, cuando el corazón nos habla el tiempo se multiplica por 100!
-Buenos días, sí, de este lado por favor…2 maletas, ¿es todo su equipaje señor?

Cuando terminó de pronunciar esa frases y al momento de mover la cabeza diciendo que sí, siento que todo desaparece sin ningún orden, sin ninguna razón…no hay más filas, no hay más luces, ni mostradores, ni frío o calor, las mil voces que un segundo antes confundían mi cerebro murieron sin despedirse, y entonces, sin sospechar siquiera que esa palabras de protocolo, de memoria y por lo tanto sin sentido dichas por la aeromoza iban a abrir por completo las puertas de mis sentimientos que había cerrado tan cuidadosa y celosamente en el mismo instante que mis pies daban los primeros pasos para alejarme una vez más de mi casa, mi hogar, mi razón de ser y estar…

Mi cuerpo temblaba, los sentimientos salían tan rápido y con tanta fuerza que aún no logro entender como mis piernas no se rompieron para echar al suelo mis últimas esperanzas…”dos maletas, ¿es todo su equipaje?”, esa palabras las oía una y otra vez, ¡no!, cómo alguien puede creer siquiera que esas 2 maletas eran todo mi equipaje.

¡Carajo man! ¡No! Esas 2 maletas no eran mi equipaje, eran el lugar donde guardaba cada noche las bendiciones de mi madre, los innumerables cariños de mis abuelos, las pláticas y travesuras de mis primos-hermanos, las entregas de amor de mi novia, las desveladas y borracheras con mis amigos, las lágrimas y alegrías de las mujeres de mi vida, los miedos y fracasos de los hombres de mi vida, carajo no eran dos simples maletas…eran todos los recuerdos que me iba creando día a día, sin falta alguna durante estos años de ausencia, eran mis ilusiones y sueños, mis miedos, mis lágrimas que nadie puede enjugar, mis pasiones que nadie podía calmar, mis besos que ninguna boca podrían comprender, mis abrazos que nadie recibía, mi alegría que a nadie contagiaba, por Dios, no eran dos maletas, no era todo mi equipaje, era mi vida, mi vida por completo, imaginaria pero mía al fin y al cabo…

-Señor, ya están abordando el avión.
-¿Pero cómo así? Todavía ni termino de registrar mis…
-De este lado Sr. por favor.

…Su voz me hizo regresar al mundo al igual que me fui, de un jalón y sin aviso alguno, la gente se movía apresurada para abordar y yo no atinaba ni ha recordar quien era.

-“Vamos Dieguito, nos esperan en casa”

Ha, por fin mi corazón se había reconciliado conmigo, “¡a casa!”, ahora esas palabras comenzaban a tomar sentido en mi cabeza, porque a donde quiera que llevara esas dos maletas conmigo sería mi casa, y sonreí, estaba relajado, tranquilo, esperando mi turno para abordar…¡ Hey, nunca me he ido de mi casa, porque la empaqué con todo y mi ciudad, sus olores, su sabores, mis recuerdos y mis seres amados, en esas 2 maletas que eran todo mi equipaje…!