¿Y qué quieres que te diga
cuando mueva mi mano
y tu subas al tren?

Muchas veces intenté
seguir, caminar
por los senderos
de un olvido marchitado,
muchas veces hice
el intento de sonreír
cuando las lágrimas
se transformaban en espesa
y agitada lluvia,
tuve sueños con los
días de sol, pero nunca
se hicieron realidad,
comprendía que la marea
no se calmaba nunca,
solo se iba para volver
más y más fuerte,
y agitaba mi vestido
negro a la orilla
del camino mientras
comprendí que no eras eterno,
y la eternidad radicaba en un
adiós, y
yo que viví innominados
días de frescor
a la orilla del mar
aprendía a sonreír a la
sombra de tu doloroso
amparo, aprendí a crecer
a la luz abyecta
de tus días festivos.

Yo no puedo recoger los
pañuelos en los que lloré
cuando pensé
arbitrariedades del destino,
ni puedo condensar mis
pensamientos en palabras
para poder tomar
tu mano una última vez
y pedir perdón por
los días que no
supe hablar, por
las veces que no comprendí
que en la noche las
mariposas no volaban.

¿Y qué quieres que te diga
cuando mueva mi mano
y tu subas al tren?

Se me vuelan en
innumerados pájaros las
manos, y cuando vuelvo la
vista está el vacío, el
desconsuelo y
mi hogar hecho trizas.