De pequeño, mi familia y yo solíamos ir a un pequeño restaurante de tortas, un humilde y acogedor negocio sello marca de nuestra ciudad. Las paredes estaban cubiertas de rompecabezas armados, orgullosamente enmarcados, como un trofeo conmemorativo de varias horas de paciencia.

Para un niño, lo interesante de estos rompecabezas eran las fotos que formaban al ser armados. Muchos bebes dentro de macetas, Pilas de dulces de diferentes colores, camiones con mujeres en bikini, etc. Era un mundo en el que fácilmente podrías perderte mientras te atragantabas una torta de jamón.

Ayer pase por ese lugar y es ahora un “Subway”. Vaya… otro recuerdo de la infancia destruido por la globalización. Es una cachetada darte cuenta que lo que tu consideras importante, para otra persona… solo es un numero en un reporte de inversiones. Un recuerdo aplastado por una investigación de mercado.

Como cuando pasas al lado de alguien que fue tu amigo íntimo hace años y al cruzar su vista, voltea la mirada a otra dirección. ¿Acaso no me recuerda? ¿Acaso no recuerda que alguna vez llego a pedir mi consejo? ¿No recuerda que compartimos lágrimas y cerveza?

Lo mismo pasa con las ex novias, pasas al lado de ellas como si no la conocieras, fingiendo que jamás tuvieron una historia; pero si la hubo, si pasamos momentos que nunca olvidaré, y mientras paso a sus lados, me río ante nuestra inmadurez de no saludarnos, aun cuando hemos hecho el amor. Pensar que esta mujer que pasa a mi lado como una desconocida estuvo desnuda en mis brazos, y dentro del sudor confundido gimió que me amaba, sus ojos brillantes me lo confirmaban y lo sellaban con un beso. Ahora, no pueden ni voltearme a ver.

Bebamos pues, amigo mío, y platiquemos de cómo hemos sido testigos de nuestros triunfos y fracasos. Brindemos por las mujeres y todo lo que les implica, recordemos tantos debates, hipótesis y filosofías tratando de descifrarlas, lloremos por aquellas que se fueron y sintamos culpa por aquellas a quienes herimos…

Soñemos con nuestros planes de cómo conquistar el mundo y hagamos un minuto de silencio por esa parte de nuestra alma que terminó por hacerse miembro del club del conformismo. Yo que solía ser un tremendo soñador, que nunca iba a cambiar sus ideales, que nunca iba a ser como sus padres… ahora siento una sombra de duda que me dice que surte tendría si siquiera pudiera llegar a ser como ellos.