En el monte Fujimori del Japón habitaba un monstruo gigantesco de color crema. Tenía dos grandes ojos de un color azul marino, y unas grandes garras en todas sus patas, y para asustar más todavía tenía además una gigantesca cola abundante de pelo blanquecino.
Pero en el fondo él no era malo, el pobre era de lo más indefenso, pero desgraciadamente por su tamaño tenía asustado a todos los lugareños.
El pobre gigante se sentía de lo más solo. Nadie quería ser su amigo. Sin embargo no todos le tenían miedo. Había un caballito que pastaba cerca de sus tierras que le intrigaba en gran medida esa bestia tan grande. Y un buen día se le acerco.
-¡Hola amigo! Le dijo el caballito
-¡Es conmigo!
-¡Que crees! Tú eres el único por aquí cerca.
- Oye, cuéntame ¿donde vives?
-En esa cueva.
-¿Me invitas? Dentro de un rato me tengo que ir al pueblo, tengo que ir a divertir a los niños.
¡Que fastidio! Y aprovechando que estoy por aquí cerca quise hacer algo diferente.
-¡No te da miedo!
-Pues un poquito, has agarrado mala fama con los lugareños, pero no tienes cara de maloso
-Por cierto, ¿Cómo te llamas?
Nuestra amiga la bestia lo miro tristemente.
- No tengo nombre.
El caballito que le había agarrado simpatía le dijo:
-Bueno, si no tienes yo te pongo uno, Te llamaré el gigante de las nieves.
-¡Eso es un apodo! Pero no esta mal.
-Entonces te llamaré copo de nieve porque tienes el color de las nieve de esta gran montaña
-Y tú. ¿Cómo te llamas?
-Manchitas. Por estas manchas negras que tengo en mi lomo. No me gustan mucho, pero nací así.
-Bueno, pero por lo menos no tienes este aspecto dijo la pobre bestia.
-Pero eres totalmente diferente, no eres nada común. Eso te hace especial.
-¡Tu crees!
-Bueno déjame entrar a tu cueva que ya esta haciendo mucho frío.
La pobre bestia invitó al caballito a su casa. Y este quedo impresionado de lo linda que lo tenía.
-¡Oye ¿que es eso?!
-Esa es una colección de rocas, me gustan mucho las piedras. Las tengo de todas las formas y colores.
-¡Que lindas! Los humanos se morirían por una de esas.
-¡no le digas nada!
-¡Como se te ocurre! Ellos de solo pensar en acercarse a esta cueva sabiendo que tú vives aquí se horrorizarían.
-¡Menos mal!
-Bueno me tengo que ir. Tengo deberes que cumplir. Me esperan los niños del pueblo. Por pasearlos me dan unas ricas zanahorias y un terroncitos de azúcar. Pero no te preocupes, te vendré a visitar otra vez.
El monstruo sonrió, y al reírse, situación que espanto mucho a Manchitas porque tenía también unos grandes colmillos.
-Bueno, ¡nos vemos!
Manchitas siempre se veían en las tardes, y lo pasaban de lo mejor. A veces se iban a los riachuelos cercanos, y manchitas disfrutaba trotar y chapotearse en los ríos rociando a Copo de nieve con el agua helada.
Pero un buen día Manchitas no apareció. Y Copo de Nieve se preguntaba, que le había pasado a su amigo, así que decidió bajar de la montaña. Y allí vio a su pobre amigo. Lo habían amarrado a un árbol. Un hombre de facciones muy hostiles le decía al pobre caballo.
-Ahora te quedas allí, y espero que pases mucho frío esta noche. Eso te pasa por comerte mis manzanas.
Copo de nieve no le gusto la actitud de ese hombre, aunque estaba muerto de miedo, se acercó al hombre y abrió su gran bocota enseñando todos sus colmillos.
-¡Suéltalo! Le decía.
-¡Un monstruo! Y que horrible es. Seguro que me va a matar. Y se fue corriendo velozmente por la montaña.
-Siempre con lo mismo, estos humanos si son monotemáticos. No tienen otra conversación.
-Y tu que estas esperando ¡Desátame!
-Tienes razón. Y nuestro amigo copo de nieve desato gentilmente con sus garras las ataduras que tenía el pobre animal.
-Eso es lo que odio de los humanos. Creen que a uno no le da hambre. Me tienen trabajando todo el día. Llevando la leña en mi pobre lomo, y solo por que me comí una pobre manzana hizo tremendo escándalo. Y además tengo un frío.
-¡Sabes! El otro día descubrí unas piedras que brindan calor. Las tengo en mi cueva. Brillan en la oscuridad. Si quieres, agarras calor hasta que te sientas mejor.
Manchitas estaba muy intrigado. Ahora si podría descansar.
Manchitas entro a la cueva de Copo de Nieve, y allí estaban. Eran unas piedras de color rojo coral. Y gracias a su brillo se mantenía caliente la cueva.
-¡Que agradable se siente! Le dijo Manchitas.
El pobre Manchitas estaba tan agotado que se quedo profundamente dormido. Al día siguiente al despertarse vio una gran cantidad de zanahorias.
-Buenos días, feliz durmiente.
-¡Se ven riquísimas! Y sin pensarlo dos veces se comió dos de ellas engulléndola rápidamente.
-¡Gracias por ayudarme! Me hubiese muerto de frío si no apareces.
Copo de nieve a pesar de que era una bestia acostumbrada a la soledad le propuso:
-Si quieres te vienes a vivir conmigo. Y no tendrás que estar cerca de esos horribles humanos.
- ¡No todos son malos! Pero algunos son terriblemente crueles.
- Pero acepto tu ofrecimiento. Me encanta tu cueva, y además aquí nunca pasaría frío.
Y fue así que Copo de Nieve hizo un lindo amigo en su solitaria montaña. A veces Manchitas se escapa a galopar por zonas más cálidas, pero siempre vuelve a su hogar, y duerme plácidamente en compañía de su amigo Copo de Nieve. Y en sus sueños Manchitas piensa que no cambiaría la compañía de Copo de Nieve por nada del mundo aunque los demás lo vean como un monstruo porque un corazón como el de su querido amigo es difícil de encontrar.
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