Cuando llegaste así tan pretenciosa te incineré con mi labia y mi presencia. A tu altivez, tan creída y silenciosa arrasé con mi amor y mi querencia. Dejaste pues de ser la dama misteriosa en varias tardes de claras coincidencias. Se marchó así tu estilo desdeñoso en aras de un amor y sus cadencias. Y agoté tempranamente tu jactancia con la verba cordial de mi prestancia. Cesaron entonces moribundas tus juveniles palabras de arrogancia. Con esa magia sutil de mi vagancia hice caer a tu sostén de lo profundo.
Texto agregado el 10-10-2009, y leído por 327 visitantes. (13 votos)