Eran dos hermanos. Uno, el mayor, era hermoso, astuto y amado por su madre. El otro, era feo, complicado y de alma inmensa. Crecieron juntos pero el mundo los hizo diferentes, como las nubes del cielo… Ya mayores, fueron felices pero nunca exitosos… Su madre les quiso aún mas pues siempre necesitaban de su presencia. Una noche en que el mayor sintió el llamado de la libertad, se fue de su casa para casarse con una bella mujer que le dio un hijo varón. La madre jamás le perdonó y todo su rencor lo expresó en el otro, el feo, el de alma sin límites y que todo le recibió con una bella sonrisa de tristeza. Ya mayor, ya anciana la madre, el hijo mayor volvió a su madre y le pidió un favor. Su hijo moría y necesitaba de un nuevo corazón. La madre miró al hijo menor y le dijo todo con su mirada. Este miró hacia la inmensidad del cielo y abrió su inmensa alma para dejar todas las verdades volar hacia su lugar. Ya vacío le dijo a su madre y hermano que estaba listo, que su corazón era de ellos. Fueron al hospital donde el hijo del mayor fallecía cuando del cielo llovieron corazones de rojo color… Fue hermoso ver tanta belleza. Corazones y más corazones cayeron y se posaron sobre las manos de toda la gente del hospital. El hijo del hermano mayor se curó, mientras que el hermano menor fue hacia su madre y dándole un beso en la frente le dijo adiós… Salió de su casa y apenas daba un paso, del cielo llegaron palabras en forma de aves que, con gran delicadeza, se lo llevaron a los cielos. Y, desde aquella vez, siempre suena una que otra estrella gritar el nombre del hermano menor… ¿Cuál era?... Caín… |