Voy a escribir tu nombre,
con pequeños hilos de plata,
engendrados
por la tenue caída de un manantial,
puro,
cristalino,
como tu sombra.
Voy a escribir tu nombre,
lo envolveré
en un puño esperanzado,
lo empequeñeceré tanto,
como para alojarlo,
en algún recóndito paraje,
oculto a los ojos del mundo,
con pequeños senderos,
de paredes espumosas,
inaccesibles para el cuerpo,
visibles para el alma.
Voy a escribir tu nombre,
con diminutos chorros de oro,
nacidos de la espiga,
del más piadoso trigo,
cultivado en la tierra fértil,
casi tanto como tu vientre,
el mismo que ha iluminado
dos sublimes estrellas,
plenas,
luminosas,
llenas de ti. |