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Inicio / Cuenteros Locales / nessito / La muerte, la espera y la manzana.

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Un día gris, mucho más gris que cualquier otro, la muerte decidió dar un paseo. No se dedicaría a trabajar, solo caminaría unas horas sin pensar en la sobrepoblación, el karma o el destino de los hombres. Simplemente necesitaba un descanso.

Caminó y atravesó una linda alameda otoñal. A lo lejos un perro aulló alertado por su presencia, sin embargo el paso relajado y contemplativo de la muerte mantuvo su ritmo.
No habían personas cerca, y de haberlas habido tampoco la hubieran visto.
No se puede ver a quien niegas y evades tan drásticamente, y por eso, la muerte se torna invisible ante nuestros ojos.

Saliendo de la alameda, la muerte escuchó el sonido de un río y respiró hondo. Ciertamente había escogido el lugar ideal para descansar y liberarse de sus oscuros pensamientos. Siguió caminando tratando de seguir el sonido de la corriente de agua. Atravesó prados, cerros de pastos amarillos y bosques profundos. Se cruzaba y se despedía una y otra vez con aquel río, cuya sola existencia la estaba haciendo feliz.

Caminó por horas hasta llegar a un lago. El hermoso río, como todas las cosas, tenía un fin. Un gran manzano ubicado a un costado del río, adornaba su fin con delicadeza.
La muerte se acercó al manzano.

Su mente distraída había dejado pasar un detalle importante: no estaba sola, un niño la miraba con curiosidad desde el otro lado del árbol.

Avanzó incrédula hasta donde estaba aquel niño.

"No me iré de aquí sin esa manzana", le indicó a la muerte que seguía un tanto atónita. El niño había señalado a una gran manzana amarilla, la única que quedaba en todo el manzano.

"¿No me tienes miedo?", preguntó la muerte.

"No he podido alcanzarla, y decidí esperar a que cayera por sí misma hasta que llegaras", le contestó el niño sin mostrar señales de miedo.

"No he venido por ti, y no te puedo ayudar con la manzana. No deseo sus vidas, ni arruinar tu espera".

El niño se mostró decepcionado. Al mirarlo mejor la muerte se percató de que tenía una grave herida detrás de la cabeza, producto de una fuerte caída. Una de sus cualidades era saber el origen de los accidentes mortales con tan solo observar a las víctimas.

Los oscuros pensamientos de la muerte estaban volviendo. No podía evitar ser quien era, no podía tampoco dejar de existir.

"Desearía que las cosas hermosas no tuvieran fin, pero ni siquiera yo puedo evitarlo", le dijo apesadumbrada al niño.

"No te preocupes, sé que todo va estar bien. Iré a un lugar mejor que éste", le dijo el niño despreocupadamente.

"Prefiero el río sobre el lago, y te prefiero con vida antes que muerto. Lo mejor no siempre viene al final, lo siento.", sentenció la muerte mientras adquiría una forma aterradora.

El niño hechó a correr bastante asustado, hasta que cayó inconsciente muy cerca de un vecino que se encargaría de llevarlo al hospital del pueblo.

Una pequeña parte de los pensamientos de la muerte aún deseaban no volver a ver a aquel niño pronto. Sin embargo la oscuridad ya había avanzado lo suficiente como para permitirle volver a sus labores y muy pronto ya nadie tendría la oportunidad de volver a escapar de ella.

Un viento helado movió las ramas del manzano.
La oscura noche cayó sobre todo el lugar y la muerte caminó lo suficiente para encontrarse con un nuevo trabajo. Un perro aulló a lo lejos.

Texto agregado el 07-10-2009, y leído por 115 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
10-02-2010 Es recurrente la muerte en tus cuentos, me gustó ***** pintorezco
08-10-2009 Entretenido. El sino de la muerte no es mejor que el de la vida, es el mismo. justine
07-10-2009 Me gustó mucho , interesante trama , bien contada , la muerte descansa de su tarea=D mis cariños dulce-quimera
 
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