Calle Independencia N° 203, nunca podré olvidar esa dirección, ese era el lugar donde realizaba mis tareas de vigilancia, ya que se presumía que las personas que habitaban esa casa estaban involucradas en el tráfico de drogas. El barrio donde se ubicaba la vivienda era uno de clase media, tranquilo y lleno de niños jugando en los parques, era un barrio como cualquiera.
Yo era un policía joven recién salido de la academia, de la cual por cierto egresé con honores, era el tercer operativo de este tipo en el que participaba y todavía sentía la emoción de participar en ellos.
El operativo de vigilancia parecía todo un éxito, creo que al final lo fue, vimos como esos tipos sacaban unas cajas sospechosas y se los daban a otras personas que venían y les pagaban por la supuesta mercancía.
Es como si sintiera hoy la emoción de entrar a esa casa a capturar a esos delincuentes, puedo sentir todavía la aceleración de mi corazón, el frió sudor recorriendo mi cuerpo y mi mente concentrada totalmente, era mi trabajo estaba preparado para esas situaciones, pero nadie en el mundo me hubiera preparado para lo que ocurrió esa noche.
Entramos a la casa, como es habitual forzando la puerta, éramos unos siete policías, les apuntamos a los tipos con nuestras armas, estos no ofrecieron mayor resistencia, uno de mis compañeros se apresuró y abrió una de las cajas para ver el contenido, cuando logró su propósito quedó estupefacto por algunos segundos; luego exclamó: “Mierda, mierda” y apuntando con su arma a los sujetos agregó: “Grandísimos hijos de puta que han hecho”.
Cuando me acerqué a la caja y pude observar su contenido, hallé la cabeza y las manos cortadas y ensangrentadas de una persona o personas (no los pude diferenciar), no puedo describir lo que sentí, son sensaciones y sentimientos inolvidables, pero irrepetibles. Al revisar la casa se podía observar las cierras que utilizaron para cercenar los cuerpos, la sangre estaba por todo el baño, en la regadera, en el lavatorio, en la tina, por todos lados. Había muchas cajas con otras partes: piernas, manos, tórax, pies, todas empaquetadas como si fueran carne de mercado.
Luego de las investigaciones se pudieron identificar a ocho personas, las cuales habían desparecido algunos meses antes, los asesinos resultaron ser los miembros de una secta, cuyo número no pudimos determinar, pero se supo que tenía alcance internacional.
Las víctimas eran secuestradas, luego asesinadas en un ritual, posteriormente descuartizadas y llenadas en cajas para enviárselas a miembros de la secta a diferentes lugares, los cuales comían los restos que les eran enviados.
Sí, así es eran caníbales y nadie me habría preparado para lidiar con ellos.
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