Hoy al descorrer la cortina de la pequeña ventana de mi cuarto, plena de luz, una hermosa mañana me saluda y nace en mí la ilusión que mí vida cambiará, cumplo quince años y algo cálido arroba mí alma.

El desayuno servido se enfría en la mesa de la cocina, de pie bebo mi te con leche y envuelvo el pan y me apuro para llegar al colegio. Mis dos amigas me obsequiaron un lindo par de aros de fantasía y un chocolate pequeño, de verdad que no retuve las lágrimas que mojaron mis pestañas.

Regreso a casa, feliz, hilando sueños en el autobus, En mí mochila mis regalos, importantes para mí. Sentada a la mesa con mis hermanos miré a mamá y callé. Después la ayudé a ordenar mientras pensaba que ellos vinieron de muy al sur de mi país y solo tienen una insignificante caja con fotos antiguas.

Una vez en mí cuarto saqué mis obsequios y los dejé debajo de mí almohadón,tendiéndome en la cama a escuchar la música de la casa vecina que llegaba por mi ventana. El reloj del comedor lanzó cuatro campanadas. Como se van las horas. Cuando sea grande quiero ser profesora, trabajar y tener mí hogar y olvidar los canones rancios con los que he crecido. Cierro mis ojos y me veo en el futuro.


Llaman a la puerta. ¡Linda sorpresa! Silvana y Lorena vienen a compartir mi alegría de cumplir quince años. Dichosa abro y las llevo al comedor, hay música y está la mesa vestida con el más hermoso mantel bordado de mamá y un canastillo de flores delicadas.¿Será de Pablo, el chico del almacén? Veo que todo está dispuesto sobre la mesa. Soy feliz y siento la necesidad de desahogar mi amor por la familia, agradecerles con un fuerte abrazo que nunca les he dado ni he recibido.

Me alzo agitada, adormecida o despierta, no sé.

No recordé que en esta casa nadie cumple años.