Miles de agujas clavan mis alas a este destierro, las tinieblas cubren mis ojos y su brillo ha sido cambiado por el negro abismo del horror.
Si mis manos manchadas de sangre, toda la sangre de quienes murieron en mi nombre, porque yo soy la muerte del espíritu humano, mis voz es el eco de los llantos suplicantes de miles que un día clamaron a los cielos compasión.
Estoy aquí, aguardo en la mórbida oscuridad que mi ánima perfecta aniquila. Llevo la culpa del pecado en mi piel, cual estigma sagrado de este putrefacto placer.
Habito en la nocturna nebulosa de tu confusión y odio, porque mi nombre luz, La primera estrella Del Día (anterior al sol), también fue la primera en caer. Hoy reclamo desde tu lujuria, la pérfida soberbia, la desidia y el dolor, desde mi alto trono serpenteante, tu alma mía, porque todo lo que eres es todo lo que una vez me perteneció.