Una propuesta interesante la de Luis Correa Díaz, profesor de Español en la Universidad de Georgia (EE UU), para esta semana en La Columna del Miércoles. En estos tiempos, cuando está de moda establecer los derechos de los niños, de las mujeres, de los ancianos, del medio ambiente, con todos los etcéteras que tengan cabida ¿por qué no establecer los derechos de las lenguas?
LOS DERECHOS DE LAS LENGUAS
Por Luis Correa-Díaz
Vicente Huidobro dijo en el tercer canto de su Altazor:
“Todas las lenguas están muertas
Muertas en manos del vecino trágico.
Hay que resucitar las lenguas
Con sonoras risas
Con vagones de carcajadas
Con cortacircuitos en las frases
Y cataclismo en la gramática”.
No veo mejor ni más actual manojo de versos –aunque, ya lo sabemos, tiene sus años- que éstos para sumarnos entusiastas, desde el companion website respectivo, a la fiesta que ha de ser todo congreso sobre la(s) lengua(s). Y, como acabamos de celebrar en diciembre del 2008 el sexagésimo aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos –disponiéndonos a celebrarla de nuevo en sus 61 y así sucesivamente-, sería bueno, por qué no, poner el tema de las lenguas en este contexto y hablar de los derechos fundamentales, iguales e inalienables de ellas y de sus dignidades intrínsecas, que no son sino los y las de uno de nuestros
más preciados tesoros como seres vivos. ¿Cuáles podrían ser esos derechos (especiales, puesto que algún día tendrán su carta pública)?
La tarea de responder a esta pregunta es fácil y difícil al mismo tiempo. Parece que los podemos enumerar en su santiamén, porque están en nuestro corazón, pero a la hora de echarlos a volar vemos, no sin cierta sorpresa y tal vez cierto desaliento, que nos faltan las palabras. ¿No es esto lo que pasa de ordinario cuando emprendemos el camino palpitante de una declaración de amor? Partamos aquí,
y para no alargar este recado por encargo, por el primero: toda lengua tiene derecho, sin excepción de ninguna índole, a vivir y, para no olvidar el tropo huidobriano, a resucitar si estuviera muerta. Y siguiendo el esquema de Gabriela Mistral en su texto sobre el “Derecho de los niños”, oficializados por la ONU en
1959, continuaríamos con eso de que toda lengua tiene derecho a la alegría, la salud y a un bienestar completo. Luego, y en loor de lo anterior, agregaríamos algo así como: toda lengua tiene derecho, con libertad y seguridad, a cantar la fraternidad entre los hombres y a sanar los odios y los actos crueles y degradantes que cada uno tiene y comete para consigo mismo y para con los otros –incluidos los demás animales y la naturaleza entera. Termino y dejo el párrafo en este punto, puesto que, en definitiva, serán ustedes ahora y otros en
el futuro los que irán dándole forma a ese documento que un día proclamará la Asamblea General desde una ventana abierta a todos los rincones del planeta. (http://pruebas.congresodelalengua.cl/imagenes/file//opinion/3.LuisCorrea_Congreso.pdf)
*En Cancún, costa mexicana del Caribe.
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