La nena por fin se sintió libre... Sonrió al ver todas y cada una de las cartas ardiendo en la pequeña hoguera improvisada en el jardín de su casa, esas que ellos le habían dado y que amarraban su alma a algo de lo que hace tiempo quería desprenderse pero no había sido capaz de hacerlo.

Le gustaba conservar recuerdos porque creía que eran parte de su historia, eran -en parte- lo que la habían hecho lo que era en ese momento; pero de repente comprendió que los recuerdos que de verdad valen la pena se llevan guardados en el alma y lo demás estorba ocupando demasiado espacio necesario.

Miró durante un rato el fuego con los ojos perdidos y el alma en el espacio. Y sonrió, simplemente sonrió.... sintió cómo en cada llama iban escapando lentamente todos los recuerdos que en algún momento hicieron cicatriz en ella o que la hicieron reír con ganas. Pero tenerlo escrito ya no hacía falta... Ella se iba y no quería llevar consigo su pasado. Éste, cuando no ayuda, estorba. Y era eso precisamente lo que ella pretendía: que dejara de estorbar.

Al ver como se extinguió la última chispa de fuego y todo quedó hecho cenizas, miró al cielo y se sintió nueva, como si se hubiera quitado unos zapatos que le apretaban y ahora pudiera por fin caminar descalza.

Todo se fue, quedó con el alma vacía de recuerdos dejando atrás los dolores. Cerró su propio ciclo y todo lo que la ataba a esa antigua ciudad que pronto dejaría atrás.
La nena sonrió y de nuevo se sintió libre.