-La serpiente es un animal asombroso. Rastrera como tu madre, se desplaza ondulando su estilizada figura. Siempre he querido tener una y recostarla sobre mi panza. Dicen que no cagan mucho y que tampoco expiden fétidos aromas. Eficiente cazadora, jamás se muere de hambre. Cada especie de ellas tiene utilidades representativas. La Leptotyhlops carlae, por ejemplo, es tan pequeña que la puedes introducir por las fosas nasales y fingir una repentina posesión de Medusa. Los cascabeles también tienen lo suyo. Su constante vibración colar puede ser útil al momento de sufrir una comezón terrible en la zona oscura de los glúteos. Pero no todo es bueno. Las anacondas por ejemplo, con forma de miembro masculino de siete metros, son capaces incluso de ultrajar a tu señora si esta no tiene la precaución pertinente. Alguna vez en Discovery Chanel vi un documental, con esencia amarillista, donde sacaron el caso de un nativo del Amazonas que fue empalado por la víbora-pene mientras practicaba sus clavados en la plataforma de diez metros. El pobre sujeto, recién caído al agua, fue perforado desde el recto hasta la caja pulmonar. Los chamanes locales trataron de quitar al animal de la hedionda cavidad que invadía, pero fue inútil. El hombre murió dos días después. Lo tuvieron que enterrar con todo y serpiente. Aunque también dicen que…
-Basta, qué es lo que intentas hacer, arpía mutilada.
-Emm, nada, usted dijo que…
-Basura inorgánica, cuando alguien te concede unas últimas palabras es un acto simbólico. No para que aproveches y vengas a parlotear tus nauseabundos monólogos.
-Pero yo pensé…
-Yo pensé nada, embrión fumador de mierda. Pelotón… firmes… apunten… fuego.
|