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Estuvimos en una tabla de andamio
sostenida por dos cajones de Coca
sentados a la mesa de un asado criollo
solo faltaba la vela y el mar nuestro.
Yo era un niño que brincaba paredes
y aprobechando que no tenía madre
apoyé mi cabeza en su regazo de oro.
Fui, como un osado que salta la barrera,
lo reconozco entre lágrimas de diamantes,
pero fue una oportunidad única de la riqueza
que no debía dejar pasar por alto esa vez.
Hoy el tiempo nos arrastra hasta el cielo;
hagamos rancho y ha seguir viviendo felices.
Ha seguir viviendo felices. Ha seguir viviendo felices. |
Texto agregado el 05-10-2009, y leído por 148
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