Las luces parpadean,
las líneas blancas se pierden
entre anónimos rostros
que apuran sus pasos,
y, yo, estoy en ti,
me acompañas, te acaricio,
la mujer que cruza la vereda
arregla su cabellera del mismo modo
que anudas el sencillo lazo
que organiza tu rostro,
percibo tu calor, resido en tu cuerpo,
recibo la señal de partir,
me sujeta tu sencillez,
me anudan tus maneras,
el modo confiado que
decantas tu vida en la mía,
tu espera persistente, íntima,
la ciudad se ordena, es más amable,
y es que guarda tus señales,
y me rodea la esperanza,
bordeo el parque que caminamos,
quiero recordar, hablar contigo,
ando sobre tus pasos, observo,
te ocultas en los niños que juegan,
y en la madre que cuida,
detengo el tiempo,
el mar compone, hace música,
espera la visita de tus ojos en los míos,
camino a tu lado, senda inicial,
arboleda sin bosque,
¿qué haría sin ti?,
no lo sé, no imagino ese futuro,
lo mío es tuyo desde siempre,
es que ya existías,
creciendo entre cordilleras,
gobernando mi retiro,
ahora, no valoro la medida de tu silencio,
recojo una flor, la bautizo con tu aliento,
te abrazo, te hablo,
una niña viene para entregar
retazos de sus estambres
le sonrío, son tus ojos,
mirando desde tu infancia,
eres tú, dilatando tus manos
por mis lugares vacíos,
me siento para anotar palabras,
confieso que me ubico en ti,
que contigo puedo trasegar el mar,
y sembrar de madreselvas su lecho,
todo eso por tus dedos
estrechando mi amor en el tuyo.
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