Hoy me hablaron de aquel hermoso y noble sentimiento que mueve las almas y las eleva hasta su debido último fin, Dios. Hoy me hablaron del amor. Debo ser honesta conmigo para ser honesta con el mundo, aquella emoción que tanto es pronunciada por las bocas en el mundo, en los distintos idiomas a través de la historia, aquella por la que- según nos enseñan los cristianos- Jesús se sacrificó para hacernos salvos; nunca he compartido aquellos pensamientos con el mundo.
Para mi el amor, es el sentimiento más destructivo y egoísta que puede sentir el hombre dentro de esa maraña de sentimientos egoístas que nos invaden a diario por los seres que nos rodean. Sí el amor es el que nos ata y por el que esclavizamos a los demás, el que nos hace dependientes. A través de él nombramos como nuestros a los otros. Aunque yo se que más de alguno dirá que me equivoco pues el verdadero amor busca el bien y la felicidad de quien es objeto el amor, pero no es así; si buscamos la felicidad de alguien solo es porque su felicidad nos llena y nos hace felices a nosotros mismos, si hacemos el bien a otro en nombre de el amor, es porque ese bien ajeno nos complace y hace de nuestro espíritu tal vez más libre, magnánimo, o porque creemos que nos acercamos un poco más al Dios que queremos ser.
A mi parecer, no deberíamos atribuir al amor nuestros actos altruistas, ni pensar que Dios ama, porque junto al odio, es el sentimiento más característico de nuestra especie; son los más potentes.
Por otra parte no digo “no amemos”, amemos mucho, con todo nuestro ser y destruyámonos y reconstruyámonos en el trayecto, es parte fundamental de quienes somos, es el núcleo de todo lo que hacemos, porque todo lo que hacemos es amor.
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