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Advertencia: Este relato fue escrito a principios del 2008. Al día de hoy la cambiante relación que determina los usos y costumbres del individuo, que lo prologan, ha sido tan prodigiosamente vertiginosa que a pesar de haber pasado no más que un año, constituye en cierto modo un enfoque provinciano. Si tuviera que reescribirlo sería imposible, ya que en el corto lapso de pocos meses el compromiso que contrajo la humanidad con la tecnología indomeñable involucra, creo yo, hábitos que ya la han desbordado e incluso, están golpeando en las, hasta ahora, inviolables puertas de la genética; materia vedada para el autor como es de suponer. Las próximas generaciones, es posible arriesgar, saldrán del seno materno como de costumbre a los gritos, pero tal como van las cosas sólo será posible tranquilarlas proporcionándoles no un chupete o una teta exuberante, sino un teléfono celular o un MP3.
De todos modos lo esencial del relato deriva hacia otros enfoques que entiendo son afectados tangencialmente por el terremoto, ya que de últimas se trata de literatura de entretenimiento y en ese campo mientras sigan vigentes las novelas del “Séptimo Círculo”, clásico de clásicos, no hay nada que temer.
Aclaro que los hechos se desarrollan en Buenos Aires, una ciudad que amo como pocos no oriundos pueden hacerlo. También amo al pueblo argentino como al mío. Somos hijos de la misma familia de tanos y gaitas. Tengo familiares en Rosario y viví momentos muy señalados de mi vida en un apartamento cercano a la esquina de Canning y Costa Rica. La aclaración sería innecesaria pues sé como distinguen mis hermanos la burla de la broma. Pero nunca falta un belinún que confunde la luna con un queso.
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Los acólitos de la tecnología más avanzada protagonizaron el “fin de año” ppdo. un hecho sin parangón en la historia de la humanidad. No hay otro modo de calificar el imponente episodio de interrelación virtual entre gentes de diversos continentes con eje en la telefonía celular, vehículo admirable si los hay para desencadenar la pródiga y fútil ilusión de parar el tiempo, pasar raya y partir de cero.
Con ser desmesurado el volumen de agresividad culinaria y rapto alcohólico que por esas fechas gran parte de los habitantes del planeta se propina; desenfreno acerca del cual tanto se habla y escribe con porcina propiedad, comparado con la fiebre que consume a la gente de “onda” en el intento de comunicarse a través del éter para saludar, para invitar, para pedir perdón y rogar que lo dejen entrar nuevamente a la pieza ”...Tota…Totita: Al pasao…pisao, vidita ¿ta?”, la mítica bacanal universal no pasa de un mísero cafecito con medias lunas.
En contadas horas el celular juntó las cabezas de decenas de millones de seres como nunca jamás hombre o potencia alguna lo intentara siquiera. El crecimiento de este tipo de comunicación es prodigiosamente exponencial. Aquí en Uruguay, el organismo nacional administrador de los servicios de Comunicaciones se dio el lujo de facturar las llamadas realizadas en determinadas hora pico de la beodez ecuménica, a un costo sencillamente irrisorio. Digamos de paso que los insignes políticos vernáculos, propiciantes de la abortada venta de la mina de oro a consorcios privados, de la cual sacarían una coima prodigiosa, aún continúan sacándose espinas de la laringe.
El asunto es complejo y amenaza con transformar ancestrales pautas de comportamiento de la gente.
No creo que por ahora esté en riesgo la relación carnal entre las dos subespecies sino más bien, y lamentablemente, el inefable in promtu alegrón que sucede a los consabidos jadeos y arañazos; me refiero a ese espacio de distensión gloriosa que llena el espacio amoroso de risitas socarronas y pellizcotes picarescos.
“ Mirá vos…con esa cara de reloj pulsera, tenés un aparato como para taladrar adoquines ¡Quién lo hubiera dicho¡ ,jiji¡. “Bueno… vos también negrita sos brava cuando te arrodillás a rezar ¿eh?
Y esas cosas.
Creo firmemente que a la larga la cosa va a degenerar en un diálogo de androides tal como: “Mientras vas al ñoba le voy a mandar un mensaje a la vieja para que no se olvide de de plancharme los lompas para el laburo…”
A poco que agucemos la percepción de algunas cosas es posible vislumbrar y no sin azoro sospechar cómo, el placer del contacto amoroso hallaríase a mediano plazo cuasi jaqueado y a punto de abdicar de su reinado, a instancias de otro delirio que conmueve el sano instinto del bípedo pensante.
Estoy convencido que el teléfono celular ha instaurado un virus de última generación con rango de deleite sensual cuya onda expansiva, de alcances aún desconocidos, ha de instigar inexorablemente al repudio de cardinales preceptos de comportamiento civilizado, conduciéndonos in finitum hacia oscuros reductos de arcaica vulgaridad.
El amor entrará por los oídos y la sexualidad de tanto campanillazo agarrará para el lado de los instrumentos de plástico. Lo digo sin maldad ni malevolencia.
Un hecho revelador si los hay, a propósito de esta revolución ecuménica y sus inquietantes consecuencias tuvo lugar hace ya unos meses en una función de gala del Teatro Colón de Buenos Aires que intentaré describir, según versión de fuente absolutamente confiable.
Créase o no la cosa fue así.
Tras reiteradas suspensiones se puso en escena la celebrada ópera “Otelo” que como nuestro lector no desconoce desde aquellos felices tiempos en que “fugaba” para el billar cuando tocaba “Literatura”, se basa en un drama de quien en vida fuera criterioso traspunte, meritorio actor, inigualable autor y voraz empresario teatral inglés, llamado William (Guillermo) Shakespeare (1564 – 1616).
Los organizadores de la velada optaron en esta oportunidad por la conocida adaptación del gran compositor italiano Gioacchino Rossini cuya vida y obra, digámoslo todo, concita notorio y singular interés entre los parroquianos de la noche bolichera montevideana:”...Averiguá en que carrera corre y jugámele uno y uno”-- me insinuó cierta vez en el Bar “El Porvenir” (mi segundo hogar) el siempre recordado Daniello.
La organización contó con la Orquesta Sinfónica Municipal de la Provincia de B. A., el cuerpo estable, orquesta y coros del teatro y por supuesto las principales figuras de la lírica de la vecina orilla. Los solistas extranjeros arribaron vía charter desde diversas partes del mundo a un costo sideral.
En suma la “crema” vociferante (me valgo del intransitivo para dar mayor efecto al acontecimiento) del ecumene lírico.
La preparación insumió meses de intensa actividad, un gasto brutal en vestuario, escenografía, “caché” de artistas, alojamiento “cinco estrellas”, traslados en limousine, etc. A la primera soprano se le murió el Pulguita y hubo que “bancar” el entierro en el Parque Pluto, pleno Belgrano, exclusivo para mascotas “bien”.
Se invitó especialmente al cuerpo diplomático, autoridades nacionales y provinciales, los máximos dignatarios de la Iglesia C. A. y R. y la Suprema Corte de Justicia Justicialista en pleno. Desde el Presidente de la República para abajo, todo funcionario sin distinción de sexo que hubiera hecho méritos para integrar el ranking amado por el pueblo, estaba. El presidente de Chacarita Junios no obstante, viese impedido de ingresar urgido por simpatizantes del club que le reprocharon haberse desentendido del recambio imprescindible y urgente de cachiporras.
Eddie Espert, conocido turfmen uruguayo, propietario de todo cuanto dé dinero grueso en la tacita de plata (así nos denominan desde los tiempos en que entraba “mosca” de la buena) se hizo presente en representación del stud “Gavroche” y la Asociación de Criadores del Sangre Pura de Carrera del Uruguay, luciendo su proverbial sombrero vaquero y botas australianas que hacen las delicias en el hipódromo de Maroñas. Lo acompañó su fiel amigo Jorge Batlle, ex presidente de la República quien aprovechó la ocasión para desmentir ante Majul haber dicho lo que dijo de los “argentinos”, atribuyendo la infamia a un vulgar truco mediático para desprestigiarlo.
El Director de Cultura y Culto de la Ciudad de B.A era un saco de nervios. Apretaba con fervor la virgencita de Luján que la esposa le recomendara llevar consigo para alejar las malas ondas. Era la misma que colocó en una repisa del vestuario el “Cholo” Simeone cuando Rácing Club ganó el partido que lo salvó del descenso.
Todo estaba pronto para lo que sería una velada inolvidable. A la mañana siguiente el mundo de la alta cultura en torno a Sofovich hablaría de la - Gran Noche Gran - de Buenos Aires, y por ende agregaríase justicieramente un nuevo palmarés al funcionario responsable.
El 3er.Cuerpo de Bomberos Voluntarios de la Boca apostó un número considerable de efectivos y la Federal rodeó discretamente la manzana con treinta camiones lanza-agua.
20º de temperatura, vientos suaves, humedad 60%.
Afuera el público se iba agolpando en número creciente a la espera de la llegada de Mirtha Legrand, una señora muy entrada en años, que se baña en formol y es considerada abuela de honor de todas la veteranas que ven su famoso programa televisivo, en que cuatro o cinco caretas comen ante las cámaras con ella como protagonista. La verdad que parece una duquesa sin boina. Un verdadero orgullo de la televisión latinoamericana.
Una chica muy conocida de la “revista porteña” le refirió a su amado millonario mientras entraban: Ojalá la película sea buena, que si no me entra el sueño, me entra.
Los canales de TV armaron su “show” con el consabido par de listos a la cabeza haciendo reportajes a diestra y siniestra.
La función transcurría sin novedad. Se notaba la emoción de la concurrencia salvo Maradona que dormía plácidamente con los dedos cruzados sobre el abdomen y los mofletes en reposo.
Entrando en materia artística digamos que en determinado momento Otelo se “desayuna” por Iago que Casio lo cornea con Desdémona, su mujer.
No perder de vista que se trata de un musulmán enorme, moro piel oscura, capitán de los ejércitos de Venecia, un estado autónomo de la península itálica con temible poder económico: La “Serenísima” reina del Adriático.
Otelo se la quiere comer cruda a Desdémona y como cualquier recio que se precie, decide liquidarla y liquidarse. Una injusticia brutal fruto de los manejos de un hipócrita, mentiroso vil, batidor mala leche.
Los espectadores en vilo contemplan el drama, apenas apoyados sobre el borde de los asientos.
El moreno, torturado por los celos y abatido por el dolor, cae de rodillas y gime con lágrimas de varón ultrajado, levantando lentamente la noble testa (insidiosamente adornada) con la vista extraviada en el infinito.
El silencio del teatro es de agobio. La orquesta acompaña con una combinación de cañas en bajo profundo ambientando la desgracia en ciernes. Apenas se escucha el suave ronroneo del “diez” cuya presencia es providencial. Los espectadores acongojados miran hacia su único Dios rogando que en el momento oportuno despierte, medie en la cosa y que todo termine a lo Soledad Silveira, reconocida tilinga protagonista de cuanto teleteatro de tercera se propala por la tele.
Pero en todos planea la sospecha que el panorama para Otelo y Desdémona es cada vez más proceloso y ya no tiene vueltas. El tipo la va a liquidar clavándole los garfios en el cuello.
Sorpresivamente a nivel de platea, bajo el palco del Presidente de la República y a no menos de cinco metros del moreno que ya preparaba los pulmones para largarse con el aria acostumbrada, se escucha un “ULA-ULA” vibrante y frenético, propio de un coche de la Policía o una “Coronaria”, proveniente del celular que lleva colgado de la cadera una chica de Seguridad, emplazada discretamente en un rincón estratégico cosa de intervenir ante cualquier eventualidad. Con un mohín delicioso y sin perder la calma se despeja el cabello de la oreja y atiende.
- ¿Ssssiiii?
Escucha con atención en tanto avanza despaciosamente por delante de la primera fila de platea.
A todo esto el Jefe de Seguridad y su lugarteniente olfatean que algo anómalo está sucediendo y con gran alarma irrumpen por cada pasillo con un estruendoso pisar de botas, revólver en mano.
La tía de la chica, que es quien llama, traslada una novedad urgente acerca de un asunto que la tenía muy ansiosa, casi a punto de hacer una crisis de nervios.
- (...)
- ¡¡Nooooooooo¡¡. ¡¡Florencia de la V está en la final de “Bailando por un Sueño”¡¡ ; grita descalabrada frente al encargado de negocios de Indonesia. El público como un girasol gigante dirige la cabeza hacia ella. Hubo quienes empezaron a golpear los pies y silbar con dos dedos; más de uno tiró la hoja del programa y la suegra para arriba.
“¡¡¡Viva la mujer argentina¡¡¡”, aulla Guido Süller, notoria figura decorativa en boga.
- Yo sabía...yo sabía. El trava es pueblo y el pueblo no olvida – grita parada sobre su butaca la esposa del Primer Piquetero del Rey, con los brazos en alto y la voz quebrada por la emoción.
Maradona imperturbable “atorra” a fondo.
- Mamama... perdoname pero no puedo seguir, el negro chavón se la va a dar a la mujer y va a estar bueno. Preparame la bolsa de agua caliente y dejámela en la cama. ¡Ah¡… y sacá al Tarzán que debe andar a estas horas con los riñones de bufanda...Chau Mamama…acá están como locos. ¡¡Vamo’ arriba Flore¡¡.
Otelo, en estado de ”shock”, transformado por la contundencia de los hechos en un mísero Homero Simpson, observa todo aquello derrotado por la vida perra que le tocó en suerte. Le pide humildemente al público treinta minutos de receso para largarse hasta el bar de la esquina, tomar “una” y apuntar el resultado de las carreras de Palermo.
La concurrencia (incluido la primera dama), el cuerpo de baile y los concertistas constituidos en asamblea, vota afirmativamente el petitorio con cinco abstenciones tras lo cual todo el mundo aprovecha para mandar mensajes de texto, hacer llamadas o jugar al gusanito. Maradona abre los ojos para ver la hora en el celular y los vuelve a cerrar no sin antes pedorrearse a gusto.
Desdémona, agradecida a la Providencia por el increíble golpe de suerte, corre presurosa en dirección al baño con el rostro congestionado por el incontenible efecto catarata de los “vermicelli al filetto” consumidos horas antes en un bodegón de Avellaneda.
Iago recibe el merecido par de trompadas de un tramoyista que había quedado caliente con su proceder. Al pobre barítono lo sacaron grogui y en camilla, del teatro.
En cazuela alta Charly García, excepcional músico de rock, loco sin remedio, se pinta las uñas absolutamente desentendido de los sucesos. Sin saber muy bien por qué se le había dado por ir al teatro, se entretuvo todo el tiempo en acariciar su araña pollito favorita. La mimaba como si fuera ua hija, le hacía cosquillas en la barriga. Para mayor abundamiento acerca de su personalidad digamos que llevaba puesta una remera con la leyenda: “Mi locura no la vendo…no jodan más”.
Optó finalmente por largar el bicho que cayó entre las butacas de la platea. Infartos varios. Se oía aquí y allá: ¡¡¡¡Un médico por favor o un veterinario...es lo mismo¡¡¡
Otelo ya estaba entrando en un barcito próximo. Un canillita lo invitó con una vuelta de ginebra. Le preguntó qué estaba haciendo vestido de turco a esas horas de la noche. Otelo le contestó: Mirá pibe…qué te voy a decir... cuestión de polleras. Que se vaya a la puta que la parió. Mozo…sirva otra vuelta…
En esos momentos un enorme carguero alcanza la rada del puerto de Buenos Aires. Acodado a la baranda un coreano descalzo piensa: Ciulá linda, mojele linda, vino fuelte. Teta glande… Molia Cazón…

Texto agregado el 03-10-2009, y leído por 122 visitantes. (0 votos)


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