|  Llegaste a mi vida una fría tarde de invierno, cuando el miedo recorría mis venas
 y el dolor era premonición de tu presencia.
 Llegaste con un hilo de sol
 que se filtraba tenue, tibio y misterioso
 entre las rendijas de  la ventana  de mi cuarto.
 Llegaste entre lágrimas y alegrías,
 transformando mi vida,
 alborotando aún más mis sentidos.
 Llegaste, llegaste…
 Y fue imposible no amarte
 desde el primer instante.
 Mis brazos temblorosos te abrazaron
 mientras te acurrucabas en mi pecho
 tus manos buscaban, palpaban
 recorrían mi piel
 como un manantial de agua cristalina,
 mientras tu boca
 sorbo a sorbo me bebía lentamente,
 de pronto… tu mirada
 se zambulló en mis ojos
 y desde entonces …
 No he podido dejar de ser tuya,
 ni tú, mío.
 Sé que el destino es cruel
 y algún día me dejaras
 como ya lo hicieron otros
 pero… hasta que llegue,
 ese maldito momento…
 Déjame disfrutar de tus caricias,
 de tus besos que saben a miel,
 de tu piel fresca,
 de tu risa de cascabel que llena mis días de sol,
 déjame cobijarte cuando una pena te aqueje,
 déjame sentir…
 Que soy la única mujer que amas incondicionalmente.
 Ya llegara la hora en que partas de mi puerto,
 mí pirata rebelde,
 mientras tanto déjame revestirte de ternura.
 Sé que esto, hoy, no significa nada para ti,
 pero es el único regalo que tengo para darte
 que sale de lo más profundo de mi alma,
 quisiera darte mas,
 quiera regalarte el mundo,
 sabes que hasta mi vida daría por ti…
 pero solo tengo esta  hoja de papel insignificante,
 por eso solo te pido no rompas mi corazón
 y guárdala cerquita del tuyo
 para cuando ya no estemos juntos. Te amo…
 
 |