Si algún día te vuelves loca, búscame.
Juntos en silencio, nos sentaremos de nuevo sobre el tronco del árbol caído, a la orilla del arroyo, a contar las estrellas del norte naciendo titilantes en el azul profundo del cielo, en medio del verdor obscureciente de los campos de nuestra infancia.
Si algún día te vuelves loca, llámame.
Conversaremos la noche entera a través de la distancia sobre la trama inaudita de la historia humana, y de aquellos matices imposibles de la mente, como solíamos hacer cada que estábamos lejos uno del otro.
Si algún día te vuelves loca, escríbeme.
Volcaremos nuestra visión del universo en las líneas danzarinas de la prosa, contando y recontando los puentes extendidos entre nuestras almas, o las aventuras vividas en la imaginación por medio de algún libro compartido.
Si algún día te vuelves loca, visítame.
En el jardín al llegar la noche estaremos de nuevo, lado a lado, escuchando aquel disco de vinyl algo rayado conteniendo la Sonata Luz de Luna de Beethoven. Tú con los ojos cerrados y la cabeza inclinada, perdida en las notas, yo escuchando y observándote y memorizando el instante para siempre.
Y vendrá el gato azul a sentarse a nuestros pies, a mirarnos con sus ojos ambarinos que siempre parecían preguntar el porqué de la existencia.
Y las cigarras al acabar la música extenderán su saludo a nuestros espíritus desde sus almas de insecto.
Y en la noche que se acerca llegarán las brisas de milenios, testimonios de la posibilidad, del propósito del ser, de estar juntos y sin miedo.
Si algún día te vuelves loca, vuelve a mí.
Porque eso me dijiste que hacía falta. Que solamente loca volverías a mi lado. Que solamente loca compartirías tu vida con este nudo de excentricidades, con alguien que camina a ambos lados de la vida, con alguien cuya mente abarca aspectos de la realidad con los que no estás de acuerdo, o tal vez simplemente no logras comprender.
Y espero la locura sea el futuro. Es preferible a pensar que es el presente, que es esta realidad.
Esperaré…
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