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Nadie habia visto antes a una Dravina hacer su trabajo, Alberto era el primero.
Ágiles, diligentes y rápidas -como un colibrí- las Dravinas trabajan con el azar, ellas generan microcambios físicos que desencadenan grandes transformaciones en el flujo de acontecimientos, así son las dravinas, guardianas de la historia.
Alberto se esforzó en mantenerse inmóvil a pesar de su difícil situación, pero ya comenzaba a temblarle la mano. Suicida arrepentido, corazón destrozado, ilusiones rotas, su estabilidad física era tan precaria como su deseo de vivir. El abismo lo atraía con furia y la rama de la que colgaba crujía amenazando romperse. Pero ahora estaba absorto contemplándola, como si este hecho justificara toda su existencia terrena.
Un momento antes de que la rama se rompiera, sus miradas se cruzaron, ella sonrió y Alberto conoció el amor. Su cuerpo cayó al vacío, rodó unos momentos por el fondo del acantilado hasta quedar inmovil sobre una roca, pero su alma, quedó atrapada en ese instante furtivo.
La Dravina continuó su trabajo, ignorante -como siempre- de las consecuencias de sus movimientos. |
Texto agregado el 02-10-2009, y leído por 116
visitantes. (1 voto)
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Lectores Opinan |
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22-11-2009 |
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aunque google no dijo nada interesante sobre dravinias ¬_¬ abita |
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22-11-2009 |
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Otro excelente cuento abita |
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