Una brillante mañana de escarcha una mujer semidesnuda se me acercó corriendo, me aferró de la solapa y mirándome
fijamente, entre jadeos, me dijo: "Los monos me persiguen, los monos me persiguen". Luego me soltó y salió huyendo
por en medio de la calle. Unos tipos de delantal blanco que corrían detrás de ella no alcanzaron a atajarla cuando una
micro le pasó por encima.

Nunca podré olvidar sus ojos negros y ojerosos y su saliva salpicandome la camisa.

Una oscura tarde de invierno encontré a mi esposa colgando de una soga. La habitación estaba desordenada, hecha un desastre.
Esa noche tuve que prepararme mi cena yo solo. Recuerdo que en las paredes se leían muchas frases incoherentes, pero un par
de palabras sobresalían de entre el resto: "Los Monos".

Desde ese día todo ha sido diferente, ahora vivo rodeado de personas amables que cuidan de mi todo el tiempo. A mí los monos
ya no me molestan. Cuando se acercan con su aire amenazante, sólo cierro los ojos y me refugio en ese circulo mágico que hay
en medio de mi habitación.