LA CALLE MAYOR
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1––La FUENTE de JUVENCIA
Voy caminando por la soleada calle Flagger en el centro de Miami ¿Cómo se llamaría antaño cuando mis ancestros vivieron en esta ciudad? Sin duda que “Calle Mayor”...como en todas las ciudades hispanoamericanas. Y en esta preciosa Florida de Ponce de León, busco hoy mis genes.
El aeropuerto de Miami antigua ciudad española (M-I-A-M-I, así pronunciado en lengua india seminola, que significa “agua dulce”) …me recibió en inglés, idioma que no hablo, no leo, ni hablaré nunca. Es una decisión tomada a toda conciencia, y como la mitad de mi sangre es vasca, originaria de Álava, nunca cambiaré de parecer. Pero allí iba a residir todo un año encantador. Inolvidable. Trajeron una intérprete “¿Su motivo de viaje?” ... ¡Acaso podía decirle “Yo :vengo en busca de mis raíces!”
Pero allí estaban respetuosamente cuidadas, conservadas en sus frisos con nombres españoles las casas coloniales con sus callejuelas recicladas dentro de techados con pasajes internos y un esmero preciosista, que lucen hoy coquetas boutiques. ¡Respetuosamente cuidado! todo ese período español por este pueblo yanqui (que no es yanqui sino sureño), como un patrimonio del pasado. No han sido borradas sus huellas, pues los pueblos que quieren su suelo, no destruyen los lares antiguos. Los lares, recordemos, son dioses como aseguraron los romanos.
¡Qué extraña síntesis es esta Florida! Y como un ritual, caminamos sobre sus calles llenas pasado en busca de la “FUENTE de JUVENCIA”, igual que lo hizo Ponce de León. Existen fuentes de aguas en arroyos donde se busca la preciada agua de la juventud. Sin embargo la que fluye por las cañerías produce el mismo prodigio. Los mates que yo tomaba con fruición y a diario (allí la yerba mate es fácil de conseguir) produjéronme un cambio notable en el organismo. Todo mis órganos vitales olvidaron sus ñañas y alergias que me acosan desde la infancia. Me puse muy delgada y como soy alta de largas piernas (1.70m), el torso refinado me dio esbeltez. Mi rostro y mis manos no necesitaban cremas de suavizar pues esa agua no era irritante. Florida contiene una laguna interna de agua dulce lo que testifica que fue un “atolón” oceánico con un volcán al medio en lejanos tiempos geológicos. Como sucede en los diversos atolones, el volcán se hundió dejando el lago central. El suelo de coral lo termina de confirmar ¡allí está el agua de juvencia!
Esta es la Calle Mayor de Miami, que diagramaron aquellos marinos de alta mar llegados desde Vizcaya.. Pues esta isla de coral La Florida a quien un cataclismo geológico la pegó al continente americano (arrancándola del océano) aún perdura separada de él Está inclinada en diagonal junto al continente que la atrapó, pero tiene otro suelo y otro diseño. ¡Pero siempre será una isla oceánica! …llena de navegantes como antaño, de viajeros modernos que llegan y se van. Como cuando arribaron hace cuatro siglos dentro de galeones españoles, los vascongado para encontrarse aquí con indios mansos (los seminolas) que hablaban en “guaraní” …
2—El COLIBRÍ
¡GUARANÍ!... Una lengua paraguaya, de tres provincias argentinas, cuatro estados brasileros y una provincia boliviana. En Florida se llama “seminola”... pero es guaraní auténtico.
——“¿Por qué se llama esa tienda “Kolibrí”? —pregunté asombrada—Está mal escrito no lleva K es “Colibrí” nuestro picaflor.
Un gran letrero adornaba aquella tienda que yo señalaba con el dibujo inconfundible de un colibrí. Nosotros en Argentina decimos así al picaflor, usando la voz india guaraní”
——“Porque en lengua nativa seminola se llama así al picaflor.”— me contestaron mis amigos cubanos
——“¿Cómo es eso?”
——“Sí ... Quizás los guaraníes de ustedes salieron de Florida hacia allá... o al revés. Aquí son de mar y allá de grandes ríos. Pero siempre, en un hemisferio u otro, son de agua y habitan la selva.”
2—El BOSQUE de BUDA
La Florida es amada por todos, residentes, viajeros, turistas. Es. un suelo encantado para quienes la transitan y disfrutan, en su calma chicha provinciana y vernácula. Allí el tiempo parece no transcurrir y se evade sin hacerse sentir. Su nombre suena perfecto para definir una tierra cubierta de flores y llena de un intenso perfume selvático que inunda las habitaciones. Su flora exuberante semeja a un parque Jurásico. Pero posee una selva baja muy distinta a la del Matto Grosso brasilero, que parece a la distancia como decapitada (corta de altura), debido a los violentos huracanes. Muy intrincada , como si la naturaleza anudándose entre sí misma se defendiera de ellos. También se diferencia en el matiz de los colores. En Brasil los tonos de verde son obscuros, con una fuerza de verde talo. La Florida se distingue por su verde pálido, turquesa, reflejado con exactitud por los pintores de su escuela plástica denominada “Art Decó”. Tendencia a la que yo me adscribí de inmediato. Nosotros los pintores tenemos que hallar nuestro color, nuestro matiz, nuestra herramienta. Yo la hallé allí.
En el camino a Fort Myeres mientras íbamos en grupo para visitar el laboratorio de Edison, me impresioné con ese paisaje floridiano de selva baja que extiéndese hacia el infinito dejando ver todo el cielo en lontananza. Pareciera una pampa gigantesca y verde ¡Pero es una selva! Bandadas de pájaros estaban asentados sobre los lomos de esa arboleda. Me impresionó un grupo de ellos de un blanco níveo, reposando en las verdes copas como si fuera una planicie. En contraste el cielo límpido con su sol deslumbrante, era de un celeste pálido. Pedí bajar del automóvil (que manejaba Giorgio un amigo peruano) y me lo prohibieron, pues los mosquitos de allí iban a devorarme.
Se contempla esa selva floridiana hasta el infinito, cual una pampa de hojas y ramas que no se separan por ningún claro, semejante a una postal pintada por el Duanero Rousseau. Y siempre las aves adornando su superficie en infinitas bandadas blancas, amarillas o azules. Es difícil creer viéndolas, que todavía subsistan en este planeta perturbado por la tecnología, tal cantidad junta de pájaros. Parecieran ignorar el peligro del hombre y sus automóviles, sin huir de ellos con espanto como sucede en mi país.
En el camino hacia Fort Myeres yo discutía con uno de mis acompañantes muy pro-yanqui (Juan, argentino) que aquél era un nombre bien español (Myers, Mieres, Mires). Y él respondíame que tal era un apellido inglés, para que al final un tercer viajero más versado en lingüística, aclarara:
——“Es lo mismo. Mieres es un dios celta, como Mayo o Briones Brian, Brand, pueden hallarse en las toponimias y apellidos de España, que de hecho hay numerosas, pero también en los de Inglaterra, Francia, Suiza, Holanda, Bélgica. Pertenecen a su pasado gálico.
La llegada a destino fue impactante al descubrir el “Bosque de Buda” plantado allí por Edison, quien sin duda no llegó a verlo. Para sus experimentos en busca del filamento apropiado con el cual lograr la “lámpara eléctrica” trajo plantas y semillas de todo el mundo. Su inmenso jardín botánico es una joya floridiana. El Bosque de Buda es una especie, un árbol de la India que crece hacia el costado. Va echando ramas hacia los costados y genera una sucesión de árboles en forma de avenida, que son en realidad un solo árbol.
Cuando regresé a nuestra casa comprendí que toda la avenida de árboles en la calle 60 donde vivíamos, casi en esquina con la Avenida Vizcaína (Biscayne escrita allí en buen vasco)… Era en realidad un Bosque de Buda.
3—El PALACIO De VIZCAYA
Y sigo caminando por la Calle Mayor después de haber contemplado a la antigua prefectura española (hoy museo) que yergue solemne su edificio. Hasta allí antaño llegaban los navegantes de Vasconia, especialmente llegados del golfo de Vizcaya, a la que el castellano le puso una V corta, cuando Fernando el Católico la invadiera en el siglo XV. La casa de la gobernación en Florida se llama, aún hoy, para emoción de mis genes vascongados, el “Palacio de Vizcaya”.
Yo admiraba ese edificio colonial de la prefectura española, con su inmenso portón labrado al que comparé (luego de fotografiarlo) con otro portón muy semejante, que supe también fotografiar sobre la Calle de Alcalá, en Madrid ¿Los habrán tallado juntos los mismos ebanistas? Coloqué ambas fotografías en mi álbum, a la par.
4—La LUISIANA
Y sigo recorriendo la preciosa Calle Mayor donde voy a sentarme sobre el borde de una fuente romántica y blanca, que la adorna a su entrada, con su diseño rococó de toque francés. Supongo que este es el sitio propicio que vengo buscando desde tan lejos. Es acá donde creo oír (trasladados en el tiempo) los pasos del Capitán Salas (un cordobés como yo y presunto antepasado mío) quien en 1870 acompañando por franceses vencidos de Luisiana buscaron refugio en este colorido territorio floridiano, por entonces bajo pabellón español. Había hecho este cordobés un larguísimo viaje desde América del Sur...¡Para salvar la Luisiana!... Tal como lo solicitaron los obispos argentinos desde sus púlpitos. Para salvar a los católicos de los protestantes.
Durante los años de mi infancia cuando escuchaba de boca de mis abuelos ese extraño relato, supe ponerlo en la misma bandeja que al Rey Arturo o al Príncipe Valiente. Pero igual también que al Príncipe Negro el cual aparecía como un paladín “para desfacer entuertos” en revistas de aventuras con muchos dibujos. En esas revistas de historietas también lucíase otro personaje encantador: el príncipe Asoka… junto a Patoruzú, Ñancul, la Chacha y Upa. En la misma bolsa de fantasías infantiles.
Me tocó crecer para llegar a ilustrarme que el Príncipe Negro sí había existido en la realidad. Fue un príncipe de Gales que vivía en Aquitania como protector de Castilla. Igualmente era real Asoka, el príncipe hindú que expandió el budismo. Y en esa misma medida de sorpresas, escuché la confirmación que me dieron mis amigos cubanos de Florida sobre la extraña versión que yo tenía de mis abuelos. Andrés Avellanet (y lo menciono con nombre completo) me confirmó que los cubanos integraron las filas del ejército Confederado del General Lee ¡Para salvar la Luisiana!
¡Qué extraña guerra fue aquélla de la Secesión norteamericana! Concentró en medio del caos, a tanta gente hispanoamericana en el salvamento Nueva Orleáns, la mágica ciudad francesa y católica. Pero hacia allí partieron los jóvenes hispanoamericanos, como quien va detrás de un sueño. Quizás a una gesta ansiada, dentro del tedio monótono de una clase acomodada y ociosa, que ahogaba sus pieles juveniles ansiosas de aventuras. Como aquéllas que oían haber vivido por sus ancestros... Pero para luego hallar al fin, su sitio verdadero en el Puerto español de Miami. Y más tarde, dichosos, llenos de luz, dejando atrás el horror de la guerra, pasear gustosos por la Calle Mayor junto a sus esposas francesas de Luisiana.
Eran según me dijeron, tres los hermanos Salas que partieron, pero sólo uno de ellos (Rosendo, como el hijo que en su tierra quedó) escribía de continuo contando a la familia sudamericana, sus paseos floridianos por la alegre Calle Mayor. Debido a lo cual se pensó que era él solamente, el único sobreviviente del grupo de segundones que fueron a la guerra de Luisiana. El Mayorazgo heredero de grandes campos con hacienda vacuna, había quedado en Argentina.
Rosendo, ya libre de la espantosa guerra, enviaba cartas contando su “promenade” por la bella Calle Mayor, con su esposa Blanche... bonito nombre para una dama elegante con modales de salón, cabellos dorados y ojos tono cielo ...pero… ¿Podría llamarse Blanche una mulata? ...Pues al no regresar con ella, toda su familia argentina sospechó que bien podría tratarse de una mujer de piel obscura y no de una rubia francesa. El dijo por correspondencia que ella era la viuda de un hacendado francés muerto en batalla. Lo creyeron al primer momento, pero dos generaciones después empezaron a dudar. Era común que los franceses en sus plantaciones de Luisiana tuvieran una mulata viviendo con ellos, mientras en Nueva Orleáns lucieran sus familias blancas, entre oropeles y valses. Pero de igual forma el decoro galo era parte de esas mulatas refinadas que compartían con ellos, su elegancia y su arrogancia. Si tal era el caso del capitán Rosendo Salas, (quien nunca regresó junto a su familia para presentar a su esposa) su secreto fue bien resguardado.
Se puede apreciar hoy en Florida la presencia de estos refugiados franco-luisianos (creoles se llamaban a sí mismos) en el gran edificio Du Pont y en el barrio elegante “Le Jeune”, donde sin duda se radicó gente joven desterrada de sus lares como su nombre lo indica. Sobrevivientes de aquella cruenta guerra. Hay un toque francés en todo Miami que acompaña al español, hasta una arquitectura propia de ese período. .
Camino por la Calle Mayor que ahora se llama Flagger y creo cruzar alegremente a Rosendo y su esposa Blanche. No sé si ella es rubia o negra, pues ambos están ataviados de ropas blancas y translúcidas... y me acompañan en este mediodía de sol, brillante, entre los perfumes de La Florida. Hemos ido juntos a almorzar en La Camila y luego iremos a pasear al Bay Front, para sentarnos en ese parque que contempla al extenso mar por el cual los marinos de antaño, vascongados navegantes, arribaban aquí desde la península española. Esta isla de coral pegada al continente los acogió entonces tanto como me acoge ahora a mí, y me siento una floridiana más, impregnada del aroma de todas sus flores. Los canarios celestes pósanse sobre mis pies, comiendo migas de galletas que caen de mis manos. Y no me siento sola aquí, pues Rosendo y Blanche me acompañan, vestidos de ánimas alegres, muy blancas.
De pronto veo un colibrí ¡Sí, un Kolibrí floridiano! en su vuelo violeta perlado ha posado en aquella mata de flores perdiéndose luego hacia la lontananza ¿A dónde dirige su viaje? Quizás ...hacia nuestra guaranítica provincia de Corrientes, en la que aún hoy se habla y se conserva intacta, la lengua seminola.
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Alejandra Correas Vázquez
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