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Había pasado uno de mis mejores momentos con mi mejor amiga hasta ese entonces, pero yo tenía la idea de que debía de dejar de serlo, pues ella me gustaba mucho, me gustaba su ser, su persona, sus pensamientos. En ese momento los dos nos hacíamos los que no sabíamos nada al respecto de que nos gustábamos, pero no nos decíamos nada, por miedo al rechazo, sin razón.
Eran ya las 9.30 p.m. y tenía que regresar a mi casa, pues estaba oscuro y peligroso por esos rumbos, pero mis sentimientos querían continuar hablando con ella, y ni en ningún otro momento antes me había sentido tan a gusto y feliz a su lado, aprendiendo cosas de ella, conociendo a su familia y su vida... Pero el día continuaba y en ningún momento me esperó a que yo le pudiera decir que me encantaba.
Salí de su casa y me despedí solamente de su abuelita, pues nadie mas estaba ahí presente, como su mamá. Miriam me acompañaría.
Afuera esperaba que todo estuviera alumbrado, que hubiera un velador por cada esquina y que los niños jugaran libremente y sin preocupaciones por la noche. Pero no fue así, estaba oscuro y a la vuelta de su casa estaba un grupo de jóvenes de entre 17 y 22 años, unos recargados y otros sentados en la esquina izquierda de la calle por donde nosotros nos dirigíamos.
Las calles parecían mas angostas y la noche mas obscura, pero aun me sentía aliviado porque Miriam me acompañaba, pero sabía que eso no estaba bien, pues a ella le podía pasar algo que yo iba a lamentar para siempre, así que la despedí ya pasado el grupo de chavos, que realmente había asegurado no le iban a hacer nada, pues ya los conocía.
Me despedí pensando que Dios debía cuidarla a su regreso y que me arrepentía de no poderlo hacer yo, y nunca pude evitar mi paranoia, aquella con la que siempre había vivido, crecido y creo que así moriré, pues no creo que haya algo que me lo quite. Es tanto lo que siento al sentirme en peligro, que empiezo a sudar, a sentir que me siguen o que cualquier persona, ya sea niño o señor, me quiere hacer daño. Y lo que aumentaba mi temor era que había tenido problemas anteriormente con una chava, donde había provocado el rompimiento con su ex novio, el cual me había amenazado de golpearme (lo cual ya lo había hecho, pero evitaron la masacre), y su camioneta era la que esperaba ver en ese momento, salir de una calle, estacionarse, y ver bajar al tipo aquel acercándose a mi, con el puño en el aire.
Pero eso no pasó, en cambio, la calle se hacia mas y mas larga todavía, las tres cuadras siguientes no estaban alumbradas y a esa hora ninguna tienda estaba abierta como para poder pedir ayuda o refugio alguno. Sentí mis pasos lentos, como escena de película donde la parte en que le dan el balazo que matará al enemigo es disparado, y mis pasos representaban cada uno de esos disparos, y siempre estuve alerta esperando que la sangre de los balazos fluyera de mi cuerpo, como si alguien se hubiera acercado y me hubiera enterrado una navaja por las espalda sin darme cuenta.
Había llegado a la avenida principal y no supe como. Estaba sola, los carros pasaban a cierta distancia de mi, y si alguien pasaba, eran chavos mal vestidos, claro, y pensaba que tendrían malas intenciones, y no quería que me asaltaran, y a quien si, pero cargaba conmigo la cámara profesional que mi padre me había regalado y tenia mas años que yo y esperaba poder cuidarla mas que a mi mismo, pues nunca me había importado mi persona sinceramente, sino el miedo. Miriam me había sugerido tomar el autobús ruta 34 que me dejaba a unas cuantas cuadras de mi casa, pero se tardo demasiado, o eso fue lo que pensé, pues sólo habían pasado cinco minutos desde que decidí tomar el ruta 10 que me dejaba un poco mas lejos. Pero aun aquella ruta se tardó un poco. La parada estaba frente a un pequeño terreno cercado, con columpios y subibajas para los niños de esas colonias, pero no confiaba en esa cuadra, me sentía descubierto y pensé por un momento que me quería ir caminando a mi casa, pues la desesperación de estar esperando el autobús me mataba.
Un chavo se acercaba a mi por debajo de la banqueta, no sabía si sólo caminaba en dirección mía o venia hacia mi, pero lo que si es que llevaba los puños algo cerrados e imagine que esperaba llegar frente a mi y plantarme un golpe en la cara, quien sabe, tal vez hice algo malo sin darme cuenta, o sólo tenia ganas de golpearme.
Pero no lo hizo.
Por fin opte por adelantar un poco y llegar a la siguiente parada del autobús, peor aun estaba instalada en un pequeño parque demasiado descubierto. Alcance a ver a una señora que iba a hablar por un teléfono publico acompañada de su hija de cuatro años. Así fue como calme un poco mi nerviosismo. Después llegó una familia inmediatamente de que llegó la vendita ruta 10.
Me subí, pagué mi pasaje, y de las pocas personas que había ahí pensé lo peor, pues me veían todos, como si se fueran a abalanzar contra mi y atacarme o quitarme mis pertenencias, pero no, sólo era una vez mas mi imaginación o yo parecía bicho raro.
Todo el camino iba pensando en que debía apurarme si quería llegar sano a mi casa, pues a una cuadra de donde esa ruta me dejaba, había escuchado rumores anteriores de que a una compañera de escuela la habían asaltado por ahí. Eran las 9.47 p.m., no era tan tarde como para esperar algo así, además de que casi por dos años lo había hecho y nunca me había pasado nada, pero me invadía la duda para variar.
Bajé del camión y de otro mas adelante bajó un señor que se adelanto por mi camino, así fue como me tranquilice un poco al ir por ahí, pero aun así saque la navaja de mi bolsillo trasero del lado izquierdo y jugaba con ella en la mano.
Nada.
Había cruzado bien aquella avenida, Niño Artillero, sin ningún mal y entraba por fin a la colonia, pero aún podía haber peligro, lo que tuviera que pasar, que pasara. Sólo llegue a sentir miradas o que alguien me seguía o me esperaba a la vuelta de la esquina con un cuchillo, una pistola o simplemente drogado y con ganas de golpear a alguien, pero no fue así, ni siquiera la camioneta azul del ex novio frente a mi casa. Como la ultima calle estaba de subida, llegué mas cansado de lo que parecía el recorrido. Cansado, sudado y demasiado nervioso llegué, pero a fin de cuentas riéndome de mi estúpida paranoia que sólo sirve para preocuparme de algo que no existe y si me llegara a pasar algo, les juro que en ese momento no me estaría preocupando de nada. No me es desagradable, tal vez prevenga algunas cosas que me puedan llegar a pasar realmente y pueda escribir historias partiendo de ahí, pero si llego a pensar que realmente estoy mal de la cabeza...

Texto agregado el 08-06-2004, y leído por 131 visitantes. (0 votos)


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