1
Estaba nerviosa por su primer día en la universidad, Citlalli, quien había entrado al aula 11 para tomar su clase de Historia del Arte. Tímida, seria para los demás, se sentó en el último asiento en la esquina de la izquierda (al fondo del aula). Pensaba que como todos los años anteriores no se iba a lograr acoplar a sus compañeros, pero sólo estaba creándose mentalmente ese rechazo, pues podía encontrar mejores personas que en su antigua preparatoria de gente estúpida, decía ella, pues todos habían reprobado uno, dos o mas años y entraban ahí, era de las únicas preparatorias que aceptaban gente irregular en sus estudios, por lo tanto de una u otra manera todos eran unos tontos y ella iba bien, simplemente su situación económica la hizo caer en esa escuela.
—Buenos días —dijo el profesor al entrar.
Media hora tarde, pensaban todos.
—Espero no se sientan nerviosos, sólo estarán así de callados los primeros días, después nadie los va a poder detener —les dedicó una sonrisa a los alumnos que nadie devolvió.
Todas las horas de clase, Citlalli, las había tomado, conociendo profesor tras profesor y a veces uno que otro compañero que le pedía una simple goma o un dato que había olvidado tomar, pero ninguno en si establecido como su compañero de por lo menos el primer día.
Ese día sólo había faltado un alumno, al otro alumno ausente lo habían identificado en otro grupo.
Ella regresó a su casa y no triste por no haber conseguido a nadie de compañero el primer día, pues aparte de su costumbre no deseaba hablar con nadie, solamente con su novio Joab con quien ya llevaba alrededor de un año y medio. Y mientras lo esperaba, acomodaba su habitación que aún seguía desordenada después de unas largas vacaciones en casa. Se sentía agotada, pues a su primer día no se acostumbraba al ritmo de la escuela. Decidió tomar un regaderazo sabiendo que Joab llegaría en cualquier momento, pero le había pedido a su mamá que lo hiciera pasar a la sala.
Sus pensamientos se revolvían con miedo en su cabeza, recordando su soledad habitual en todas las escuelas en las que había estado, ella quería conocer gente, gente agradable, interesante, pero sólo era el primer día, no se podía echar para atrás tan rápido, tenia que esperar poco mas.
El timbre sonó.
—¡Mamá, hazlo pasar! —gritó tras la puerta cerrada que opacaba su voz.
El timbre no volvió a sonar, ya lo habían pasado a la sala. Al salir del baño, Citt (como la llamaba él) no pudo evitar ser vista en bata por Joab; la casa era pequeña y las habitaciones muy pegadas una de otra. Él sólo se volteó y esperaba no haber sido visto por la mamá de Citt, pues lo regañaría como veces anteriores en otras situaciones similares.
Tras ponerse su crema por todo el cuerpo y talco (lo que la hacía tardarse lo suficiente para que Joab se desesperara un poco) salió de su habitación aún con el pelo mojado y lo abrazó. Un fuerte abrazó que demostraba que ella había necesitado de alguien a su lado por la mañana que le dijera que siguiera adelante y algunas palabras cariñosas.
Joab había empezado ese día su tercer semestre en la carrera de arquitectura —en la misma escuela en la que ahora estudiaba ella diseño grafico.
Él y Citlalli se habían conocido por medio de su hermano Saúl, quien era compañero de ella en la preparatoria, pero no eran amigos, simplemente a ella le había tocado realizar un trabajo en su casa, pero sólo eso.
Ella había llegado a la hora citada a la casa, y cuando Citt levantaba la mano para timbrar, Joab la detuvo y le abrió la puerta. Ella demostró su clásica timidez y un poco mas por la amabilidad que le había dedicado Joab, instantáneamente ella pensó que le agradaba pero así como viajan los pensamientos en la cabeza de cualquiera, ignoró la idea de agradarle alguna vez a Joab.
—Pasa ¿Vienes con mi hermano? —le dijo Jaob. No es bonita, pero me llama la atención, pensó.
—Si. Gracias.
Le agradaba definitivamente, pensó ella que podía pasarle por la cabeza a él, que talvez mantenía una relación con su hermano Saúl y haría mas difíciles las cosas entre los dos, aparte de su timidez que siempre la ponía de malas.
Todos caracterizaban a Jaob por ser muy social y buena persona, pero siempre había preferido su grupo de amigos «intelectuales», unos escribían cuentos, poemas, otros dibujaban y otros mantenían un proyecto de una pequeña revista basada en las mismas actividades.
Al finalizar lo que sería la primera parte del trabajo de ese día, Jaob decidió llevar a Citlalli en el Cavalier de su papá si ella accedía ya que era noche y su casa era la mas lejana, lo cual no dudo, pero esperaba no haber cometido un error al aceptar pues sabía de muchos jóvenes que habían abusado de chicas tímidas que no se atrevían a decir la verdad por miedo a que les hicieran algo, pero debía arriesgar, pensó.
El transcurso del viaje a casa había sido de muchas preguntas, de conocerse y finalmente frente a su destino...
—Sabes, Citlalli —se mostró él un poco nervioso—, para mi no es problema decirte que me gustas, y realmente me gustas.
Ella se quedó callada, nuevamente su timidez la privaba de hablar y decir lo que sentía por él, y sabía que debía decírselo en ese momento, o nunca lo haría.
—Tu me gustas a mí, Jaob, pero...
—Si, lo sé —la interrumpió—, es demasiado rápido para decirte eso.
—No, no, Jaob. Creo en tu confianza y que eso mismo me demuestra lo lindo que eres. Pero soy yo.
—¿Te cohíbo? Quiero que confíes en mi, no te pido que seas mi novia, pero quiero por lo menos conocerte mas, ser tu amigo. Espero eso no rompa la amistad con mi hermano.
—Ja ja—demostró una risa sarcástica—. Ni con él ni con nadie mantengo una amistad.
—¿Enserio? Pero si tu no eres mala, hablando en general.
—¿Será que siempre me quedo callada?
—¿Pero conmigo...?
—Reconozco que al principio me sentí obligada a responder tus preguntas, a hacer platica y no mostrarme maleducada, pues me hiciste el favor de traerme, pero creo que contigo es bastante confianza.
—¿Lo crees así? Me siento halagado. —Alguien prendió la luz dentro de la casa de Citlalli—. Bueno, espero conocerte mas y que tu quieras conocerme mas.
—Yo también, Jaob. Bueno tengo que entrar.
—Nos vemos.
Ella cerró la puerta del Cavalier. Él la vio entrar sin evitar ver su trasero, su cuerpo en si. Encendió el auto y avanzó hasta dar la vuelta a la esquina, se paró un momento a un lado de la acera y pensó en ella, suspiró.
Ahora Jaob la había tenido por todo ese tiempo y eran felices, lo eran, pero él no pensaba que eso durara para siempre, como todo, y sabía que sería pronto su final pues había estado sintiendo ciertas dudas sobre la relación, algo que le molestaba y no sabía.
2
Después un día mas juntó a Jaob, de haber decidido el tiempo que se iban a ver entre semana y en la escuela (pues los trabajos de la escuela iba a empezar a surgir en grandes cantidades) como la primera vez, —con el mismo cariño y deseos de tenerla, pero con una piedrecilla en el pie que lo molestaba—, él la dejó frente a su casa.
El primer pensamiento de Citt era el día siguiente en la escuela. Que ni a pesar de que Jaob la había hecho cambiar, de ser un poco más sociable, jamás iba a cambiar su actitud frente a sus compañeros de escuela.
Entró a su habitación y se quitó la blusa, mostrando a sus animales de peluche un sostén negro. Notó que empezaba a hacer frío, ¿en época de calor?, pensó, pero sólo lo percibió en su habitación pues al salir de el y entrar al baño cambió la temperatura. El espejo mostraba la entrada de su cuarto, lo observó y continuó desmaquillando su cara mientras cantaba alguna cancioncilla de moda en la radio. Repentinamente algo llamó su atención, la luz reflejada en la puerta se oscureció y de nuevo cambió. Observó mas tiempo y ahora algo parecía haber entrado a su habitación, algo oscuro y alto, una «sombra». Salió del baño y entro a la habitación siguiendo a la «sombra», pero no encontró nada ahí dentro.
—¡Mamá! —le llamó
—¿Qué pasa hija? —preguntó su mamá desde la habitación contigua.
Se dio cuenta que parecía no haberse movido de ahí en todo el día.
—¿Has entrado a mi habitación en este momento?
—No hija y ahora por favor no me molestes —habló como si tuviera la cara sobre la almohada—, tengo que descansar para el trabajo.
Citlalli no contestó mas. Pensó sólo que había sido todo parte de su imaginación y lo olvidó esa noche.
Al amanecer el día su costumbre de despertar tarde aún no se le quitaba, pero sabía que debía empezar bien la universidad, así que con demasiada fuerza de voluntad se levantó. Esta vez se bañó por la mañana, terminando con cepillarse el cabello frente al espejo, lo que le había recordado aquella visión que tubo de la sombra en la puerta de su habitación, los escalofríos volvieron en un instante. Se vistió, salió de su casa y subió rumbo al autobús en un nuevo día de escuela.
Llegó a la escuela, mirando caras nuevas y tratando de recordar las del día anterior, pero eran demasiadas. Se dirigió directamente al aula 11 para su clase de historia y ahí dentro estaba un compañero que no recordaba haber visto, pues ninguno era alto, delgado y de tez blanca como lo era él.
—Hola —le dijo en voz baja, sólo para no mostrarse grosera.
—Hola, Citlalli —contestó aquel.
Ella no reparó en eso y se sentó en su lugar, pero él la siguió.
—Disculpa ¿Qué vieron ayer en la clases? ¿Tienes algún apunte? —la miraba sin dejar de ver sus ojos— Claro, si me los puedes prestar.
—Si, esta bien —todo para que me dejes en paz, pensó.
El joven tomó asiento junto a ella sin importarle quien lo había ocupado antes. Durante toda la clase él estuvo mirándola tan detenidamente que al final de la clase ella tuvo que pedirle con un grito que no continuara haciéndolo, que la hacia ponerse nerviosa, pero esas palabras frente a la clase hicieron que todos incluso en maestro se sobresaltaran y rieran un poco poniendo las mejillas del joven rojas y la salida de Citt del salón. El joven salió tras de ella y la alcanzó al salir del edificio cúbico de la facultad tomándola del antebrazo.
—Espera, Citlalli, quiero hablar contigo —la hizo dar media vuelta.
—No, yo no quiero, me acabas de poner en ridículo frente a la clase, tu... como te llames.
—Michelle. Pero espera un poco. Quiero conocerte Citt.
—No me digas así, Michelle, sólo mi novio me dice así.
Michelle mostró una cara que demostraba un corazón roto como pasaba con algunos jóvenes cuando sus novias les decían que amaban a otro.
—Espera, por favor. No quiero empezar nuestra amistad así de mal, solamente que me impresionaste desde que entraste al salón. Eres hermosa.
Y tu un fastidioso, pensaba ella.
—No quiero ser tu amiga y nunca me va a interesar, como de la amistad de nadie dentro de ese salón —dio media vuelta nuevamente.
—Dame una oportunidad, Citt... Citlalli. Por favor.
A Citt le cambió la expresión en la cara (la cual no pudo ver Michelle) cuando vio pasar a Jaob por uno de los pasillos externos entre los edificios de la facultad.
—Jaob, bebé —corrió hacia él—, espérame.
Michelle se limitó a dejar ir a Citt con Jaob y verla como lo abrazaba cariñosamente, con el amor de una novia, pero la cara de Jaob no parecía ser la misma que ella demostraba, aquel cariño había disminuido un poco en él y Michelle lo sabía, lo notaba pues él había sufrido algo parecido con una ex novia que había podido olvidar.
Regresó al salón y trató de poner atención en la clase.
3
—Citt ¿Qué no deberías estar en clase?
—Si, pero no aguanté mas —no podía ni quería decirle a Jaob lo del encuentro con Michelle por no provocar algún problema entre los dos, pues sabía que seguiría viendo a Michelle y a Jaob después de todo.
Jaob le dijo que tenia que regresar a su clase, pero que a las dos de la tarde cuando ella saliera la vería un momento antes de regresar a clase.
—Trata de aguantar las clases, preciosa, después te acostumbrarás.
—Si, trataré, nos vemos —le dedicó una sonrisa.
Jaob se despidió pensando en que realmente debía ir a la cafetería a descansar un poco, no había entrado a la clase de esa hora porque no podía pensar con claridad las cosas entre él y Citt, y además le había mentido a ella, realmente no quería tenerla cerca de si, no sabía el por qué, pero no lo deseaba ni siquiera a las dos de la tarde.
Citlalli se esperó fuera del salón para hablar con el profesor y explicarle lo sucedido. Cuando sus nuevos compañeros empezaron a salir, bajó un poco la cabeza para evitar ser vista a los ojos y ponerse nerviosa, pero aun así alcanzaba a escuchar algunos comentarios sobre ella y risillas burlonas. No vio salir a Michelle.
—Profe, disculpe lo sucedido, pero mi compañero Michelle no me dejaba escuchar la clase y me desesperé un poco.
—No se preocupe, están todos nerviosos... ¿cómo te llamas?
—Citlalli Gamboa.
—Citlalli, después de estos primeros días y después de que encuentres algún compañero o compañera esto habrá pasado desapercibido —Revisaba la lista de alumnos, pero algo no le quedaba claro— ¿Cómo dices que se llama tu compañero?
—Michelle.
—Pues no, no aparece en la lista. Ha de haber problemas con sus papeles y por eso aún no lo ponen.
—A lo mejor —levantó la ceja mostrándose confundida— Bueno, profesor, nos vemos.
—Nos vemos, Gamboa —como suelen llamar los profesores a sus alumnos.
Citt salió nuevamente del edificio y se encaminó a su siguiente clase, esperando ver a Jaob en algún lugar entre tanta gente, pero fue imposible verlo si se encontraba fuera, o en la cafetería.
Jaob veía con buenos ojos a la chica frente a su mesa, que comía Doritos con un estilo que a él le parecía sexy, llamativo y encantador, pero Citt opacaba esos pensamientos, la bella Citt que no podía llegarle a los talones a aquella chica de enfrente tan hermosa que le llamaba la atención segundo a segundo mientras veía la televisión sobre la pared. La chica volteó a verlo y su cuerpo se estremeció, empezó a sudar y pronto Jaob volteó la mirada hacía la televisión. La chica parecía sencilla y sin aparente carácter de ego y superioridad lo que la hacía más hermosa. Trató de voltear nuevamente, pero ella lo seguía viendo con esos hermosos ojos grises. Volteó definitivamente y le dedicó una sonrisa nerviosa como la de las fotos escolares en las credenciales. Ella mostró su sonrisa perfecta mientras él la saludaba levantando la mano. A su mente llegó el recuerdo de la vez que vio a Citt y como había sido el conocerla desde el principio.
—Hola —dijo él en voz baja.
—¿Cómo dices?
—Hola —levantó la voz más nervioso aún—, ¿cómo estas?
—Bien, gracias —no dejaba de sonreír. Se le quedó viendo a Jaob como esperando a que se acercara, pero no lo hacía y su sonrisa desaparecía poco a poco. Él por fin se levantó olvidándose completamente de Citt y se sentó junto a ella.
—¿Cómo te llamas? —le preguntó la chica.
—Ja... ob —se atragantó con su saliva.
—Oh, hola, Jaob. ¿Y qué estudias?
—Estoy en tercer semestre de arquitectura.
—Oh, que bien. Bueno, ya que no lo preguntas, me llamo París —para ella era raro su nombre—, mis papás están locos, lo sé.
—Pero es bonito, París.
Y así logró salir Citlalli de sus pensamientos todo ese día y empezó a pensar que debería darse una oportunidad de salir con París, sugiriéndole como todo novio desesperado la idea de que deberían salir con otras personas para reafirmar su amor, pero no creía, claro, que saliendo con París confirmaría el amor por Citt, sino por París, pero no sabía como decírselo a ella.
4
Citt esperó a Jaob hasta las tres de la tarde y jamás llegó, así que debió pensar que tubo que llegar temprano a la clase de las dos (que duraba dos horas) y no pudo salir en ningún momento por algún profesor exigente, lo que le sugería su insegura cabeza.
Se fue entonces.
La lentitud del autobús hacia que la desesperación por llegar a casa de Citt aumentara poco a poco y poder saber si Jaob había llamado de casualidad. Bajó, llegó corriendo a su casa entrando tan desesperadamente que azotó la puerta y vio que en el identificador no había ninguna llamada de su amado Jaob.
—¿Qué pasa hija? —preguntó su mamá desde su habitación.
—No, nada. ¿No ha llamado de casualidad Jaob? —preguntó para confirmar.
—No ha llamado nadie hija.
Citt cambió de humor, algo andaba mal con Jaob y le daba miedo saberlo pues en año y medio jamás había dejado pasar algo como eso, y estaba pensando en que por fin se estaba cansando de ella, pero era extraño que él no hubiera dicho nada hasta ahora.
Frío.
Su habitación estaba fría nuevamente y el pánico la invadió, sabia que eso significaba sólo una cosa, un espíritu o la sombra. Aun no había prendido la luz de su oscura habitación a plena tarde y no pretendía hacerlo pero le daba mas miedo ahora la oscuridad que la probabilidad de que la sombra volviera a aparecer. Dudando la posibilidad prendió la luz y la sombra no dio signo de aparecerse pero el frío seguía ahí, seguía infundiéndole miedo, una posibilidad; bajó su mochila al piso y se recostó en la cama volteada a la pared donde vio la forma de una mano obscura sobre esta seguido de una figura alta, se sobresaltó y cayó de la cama llevándose un fuerte golpe en el buró al costado, se levantó deprisa viendo la mano en la pared que la saludaba y entonces todas las paredes se empezaron a hacer oscuras completamente, la puerta se cerró fuertemente tras el grito de queja de su madre y su miedo creció fuertemente.
—¿Qué quieres?, chingada madre —recordaba todas aquellas teorías que decían que a un espíritu se le aleja con malas palabras. La intensidad de la luz era mas fuerte cada vez cabiendo la posibilidad de que el foco pudiera llegar a explotar, pero la sombra seguía ahí como tapiz de cuarto haciendo que a pesar de la luminosidad, el cuarto pareciera más oscuro cada vez. Ella trataba desesperadamente de abrir la puerta con el cuerpo aun en el suelo, pero parecía que la estaban jalando del otro lado de esta.
—¡Mamá! —gritaba desesperadamente a punto de llorar— ¡Mamá ayúdame por favor!
La madre no respondió a ninguno de sus llamados. Su desesperación y miedo los sentía la sobra, sabía que ahora estaba aterrada y amenazada, pero tenia limites y sentía algo por ella.
Citt, con los ojos cerrados llorando se imaginaba sumergida en la nada, pero los abrió por un instante mas y la sobra había desaparecido. El tiempo había corrido rápidamente y ahora eran las ocho de la noche, el foco aún alumbraba con esfuerzo a punto de fundirse. En la pared, algunas marcas oscuras, Citt había identificado letras hechas como con un pedazo de carbón:
TE QUIERO A TI
No sabía si su miedo había crecido con esto o había disminuido, pues ahora se sentía vigilada por una sombra que la quería y vivía solamente en su habitación. Salió de ahí y entró corriendo a la habitación de su madre, pero ella seguía dormida como ballena varada en la playa, como decía Citt para si con cierta falta de respeto. Fue mejor dejarla así, pensó, siempre le molestaba a la mamá que la despertaran y bueno fue que no lo hizo con los fuertes gritos. Pronto fue por un trapo para limpiar aquellas letras de carbón que jamás se lograron quitar, como tampoco el miedo a su cuarto.
5
Jaob llegó a conocer muy bien a Paris aquel día en que en ningún momento se preocupó por llamarle a Citt y tampoco en ningún momento se preocupó por su relación. Paris era bonita, buen cuerpo, simpática y lista, que mas podía pedir Jaob teniendo a una chica salida de una caja de Matel con la inscripción de Barbie en letras rosas. Pero ¿podía cambiar un año y medio de noviazgo por una chica que sólo conocía de un día perfectamente bella? Para un hombre si existe la posibilidad, pero muchas veces el arrepentimiento llega siendo ya muy tarde.
Aquella mañana Citlalli pasó por su mente. Esperaba verla pasar por la facultad y pedirle una gran disculpa —hipócrita— tras una gran mentira que debía practicar bien pues sabía que era bastante malo mintiendo, porque en todo ese tiempo no había necesitado de eso. No recordaba ningún momento de angustia con Citt lo que no le daba razón para cortarla y decirle que necesitaba tiempo, pues además de eso, la relación nunca había sido monótona ni aburrida, el del problema era él y no quería lastimarla. Sabía que necesitaba de eso.
A su mente sólo venían recuerdos felices, aquel en donde los dos habían ido a la ciudad donde vivía toda la familia de Citt en Leon, la mamá —cuando aún se levantaba de esa cama— lo había invitado a pasar algunos días con la familia, indudablemente aceptó y con sus padres no tuvo mayor problema. Ellos durmieron juntos aquellos días en la única habitación de la planta baja, para la abuela y la mamá de Citlalli no era mas que el conocimiento uno del otro —o solamente les daba igual—, pero ellos estaban a gusto, felices de la vida al experimentar una y varias noches mas juntos.
Hacían el amor cuando la oportunidad llegaba, alguna vez les tocó la casa sola para ellos y con toda la seguridad ella lo despojó de su camisa descubriendo un pecho lampiño, él la besaba sin detenerse y la tumbó en la cama para recostarse sobre ella sostenido de sus brazos para no aplastarla, ella lo acariciaba en la espalda mientras Jaob le desabotonaba la pequeña blusa-ombliguera que llevaba puesta, que la hacía ver sexy. Ahora los senos de Citt tocaban a Jaob tiernamente en el pecho. Despojados los dos de sus jeans y ropa interior, se hundían en un fuerte deseo de uno por el otro y su cariño crecía, y su amor crecía y su relación crecía.
Ella sentía los celos normales que alguien debe sentir cuando alguien esta enamorado de una persona que sabe que la quiere, y el igualmente jamás dudo de su amor después de que supo como exactamente era ella, porque una vez estando en una cita, ella se había encontrado a un amigo de hacía mucho tiempo atrás cuando jugaban pequeños juegos juntos en el kinder y se invitaban a comer a sus casas como buenos amigos. Pero no fue eso lo que había molestado un poco a Jaob, sino el hecho de que en tanto tiempo en que los dos no se habían visto habían guardado tanto cariño que Citt lo besaba —en las mejillas— y abrazaba tanto que uno pudiera haber pensado que eran novios si los hubiera visto, pero el así reconocía que era cariñosa con todo mundo fuera grande o chico, hombre o mujer. A Jaob lo amaba y de eso él mismo no podía dudar.
En toda la mañana no logró verla en los cambios de clase, la esperaba para poder ir con Paris y platicar, pero ni a la chica bella había visto. A la tercera hora de clase le preguntó a uno de los compañeros con los que había visto antes a Paris por ella pero la respuesta fue demasiado inesperada.
Paris se había suicidado por la noche sin razón aparenté para Jaob, pues habían pasado un día feliz juntos y no creía que ella tuviera los suficientes problemas para haberlo hecho, pero había muchas cosas que Jaob no sabia de Paris: como que ella tenia novio y estaba realmente enamorada de él a pesar de los fuertes celos que él pudiera llegara sentir, los dos felices siempre, al pasar por la calle su felicidad se transmitía, era notable pues con todos eran amables y atentos y su relación era de cinco años, pero...
... al haber visto a Paris con otro hombre solos lo llenó de rabia como en otras ocasiones en las que ella le terminaba pidiendo perdón y el difícilmente accediendo a sus suplicas, tal vez la razón de el por qué han durado tanto sea ella y a pensar de que habían peleado sinfín de veces jamás habían cortado, pero esta vez Luis como se llamaba él, llamó a Paris por la noche y le había dado la definitiva de cortar por lo que vio supuestamente esa misma tarde.
—Lo besaste, Paris, yo te vi —dijo escuchándola llorar desesperadamente por su amor, pensó que aquellos ojos grises se verían horribles tras ponerse rojos.
—Eso no es cierto, Luis, jamás lo hice, jamás, cariño —y ella tal vez por el bien de los dos debía aceptar que lo hizo aunque eso no fuera verdad, pero defendería esa decisión porque él debía aprender a creerle. Pero nunca tuvo oportunidad.
—Olvídalo, Paris, esto terminó —y colgó el teléfono.
Inmediatamente después Paris, tomó una pistola de la colección que tenia su padre en la vitrina de la sala —ella conocía perfectamente cada una de ellas— y solamente una bala que terminaría con su vida, después en su cuarto y con su diario en mano se quitó la vida. Las lagrimas se perdieron con la sangre chorreante de su cabeza y pronto sus ojos también. Fue difícil para la madre leer el diario lleno de sangre que humedecía y corría la tinta de las hojas, tocar su sangre, mancharse de ella las manos y recordar la felicidad que le provocaba antes.
A Jaob le llegaron de golpe las palabras del compañero de Paris, no lo podía creer, pero tampoco conoció muchas cosas de su vida como para poder comprenderlo.
Ahora sólo le quedaba esperar a Citt y decirle lo que sentía.
6
Sabía que no podía estar enojada con Jaob, pero debía demostrar que le importaban sus cambios de actitud. Lo había visto buscándola, pero se había estado escondiendo de él, sentía rencor, sentía que él tenia la culpa de aquella sombra en su habitación y de que Michelle le estuviera rogando conocerle, a quien también había estado evitando.
Empezaría en algunos minutos la clase de antropología.
—Hola Citlalli, cómo estas —preguntó Michelle.
—Bien Michelle —sintió un poco de frío—, pero por favor no estoy de humor, déjame en paz.
—¿Qué pasa? ¿Qué tienes? Tu siempre estas feliz.
—No es nada, Michelle, déjame en paz —evitaba verlo a los ojos, los suyos dejaban ver pequeñas lagrimas.
—Fue Jaob, ¿verdad? Tiene que ver con él.
—Si, es por él —le había dicho Citt, empezaba a confiar en él lo que provocó una sonrisa en Michelle de algún gusto malvado. Citt sentía un leve impulso por querer engañar a Jaob, hacerlo sentir mal como a ella la había hecho sentir.
—¿Me puedes contar? —le preguntó amablemente— Vamos, Citt.
Ahora no se quejó de que le llamara así. Citt le había dicho que Jaob no había llamado en todo el día de ayer y eso era signo de que algo estaba pasando con él y tal vez por su relación.
—Déjame decirte algo, Citt, y se que te va a lastimar pero lo vi ayer con otra chica, no te digo que la estaba abrazando, pero le ponía mucha atención.
—¿A que hora fue eso? Tu no volviste a las clases después de que yo lo encontrara.
—Sentí haberte causado esa reacción en el salón y por eso me fui, no quería seguirte causando molestas por el día de ayer.
—Pero él me ama, Michelle, me ama —ahora las lagrimas saltaron fluidamente y no se preocupó por limpiarlas de su cara.
—Citlalli, es hombre, es humano, podemos reaccionar de distinta manera siempre y nos gusta la novedad. Te quiero y no me digas que no puedo si apenas te conozco, yo lo sé y te conozco mas de lo que tu crees.
—¿Pero como es posible que me conozcas? —preguntó desconcertada.
—¡Citt, bebe! ¡Espera!
Citt volteó. Era Jaob, la había encontrado y corría hacia ella.
—Michelle, nos vem... —se había ido o desaparecido.
Después, Jaob le dijo lo sucedido, pues la primer pregunta de Citt fue que quién había sido aquella chica y ella tenia miedo de que él preguntara por Michelle, pero jamás tocó el tema. Jaob sólo quería tiempo, mas tiempo del que ella nunca le negó y era normal en todas las relaciones y eso lo comprendió ella, dolorosamente lo tenia que aceptar pero confiaba en que no le engañaría mas. Y así lo dejó ese día sin volverlo a ver en horas clase.
Volvió a su ultima clase de antropología esperando ver a Michelle para poder hablar con él un poco mas, ya que no tenia mas amigos que su novio y con el único que había cruzado un poco mas de palabras era con él. Pero no lo vio mas aquel día.
—Disculpa —le preguntó a una compañera— ¿No has visto a Michelle?
—No, perdona, pero no lo conozco —respondió confusa.
—Si, él es alto, tez blanca y delgado. El único del salón así, de hecho entró a las primeras tres clases.
—Mmm, no, definitivamente no sé quien sea.
—Oh, bueno, gracias —otra vez desapareció el maldito, pensó, ahora que deseaba hablar con él. Abrió su libreta y en la hoja que continuaba en los apuntes había una nota escrita:
DISCULPA, NO PUDE QUEDARME A
HABLAR CONTIGO, NEGOCIOS.
Negocios. Qué clase de negocios, se preguntó, y como sabía que quería hablar con él. Empezó la clase y se olvido de todo.
7
En todo el camino a casa no pudo dejar de pensar en lo que había dicho Jaob, sus dudas sobre la relación ¿Cuáles? Y repentinamente quería detener el autobús, era la ultima vuelta y se acercaba cada vez mas a su casa, a su habitación y al frío dentro de éste. No quería llegar a su habitación y encontrarse con la sombra diaria que la asustaba diciéndole ahora que la quería a ella, el mensaje en la pared con el tipo de letra de Michelle con quien la había relacionado. Bajó del autobús y sus ánimos bajaban poco a poco, tenia que llegar y avisarle a su madre que había llegado a su casa temprano, porque quería regresar a la calle y alejarse de ahí no importando los regaños de ella, pero la conciencia la vencía, debía estar ahí con su madre que se había estado sintiendo mal últimamente o era lo que Citt pensaba porque no dejaba la cama para nada.
Entró a la casa, sus pasos eran lentos e inseguros y su mirada se concentraba fuera de su habitación. No pudo evitar voltear a medio camino para aventar su mochila a la cama y vio dentro de la oscuridad a una figura humana, inmediatamente pensó en Michelle y no sabía si había estado pensando mucho en él, pero fue lo primero que le llegó a la mente. Pensó que le había estado esperando ahí después de clases y prendiendo la luz se dio cuenta de que ahí no había nada.
—Mamá, ya llegué —dijo Citt.
—Muy bien, hija —contestó la ballena varada de su madre.
Citt miraba cada rincón de su habitación, debajo de la cama, en el espejo buscando la sobra y esta estaba ahí bajo de ella mirándola como cualquier enamorado anónimo, «TE QUIERO A TI» seguía sobre la pared y le recordaba a Citt en todo momento que la quería y buscaba un amor imposible entre lo que parecía ser un ente o espíritu y una forma física. Y él también tenia forma física y Citt sabía.
—Michelle, ¿dónde estas? —Su sombra se movió— ¿Por qué yo? ¿Por qué a mí?
—Conozco tu alma —le susurraba al oído—, eres buena persona.
Citlalli sintió un escalofrío que le recorrió la columna.
—¿Desde cuando estas conmigo?
—Siempre —susurraba— siempre bajo tus pies.
—¿Pero no ves que no puedes? Eres diferente a mi, no me puedes tener, además yo quiero a Jaob.
—Quiero tu alma, quiero tu alma, Citt, es lo que quiero, llevarte conmigo.
—No Michelle —dudó—, o lo que seas. Déjame vivir en paz, sin miedo a ti, te temo y me lastimas. No te quiero, compréndelo. Si me quieres...
—Aahhh —dejó salir su aliento igualmente como susurro—. Te dejaré sola, pero te estaré esperando de este lado, en mi mundo y para siempre serás mía accedas o no. Mi ex novia me lastimo y ahora esta a mi lado y lo estará siempre como tu.
—Sólo aléjate, Michelle, no me importas, no quiero saber nada de ti.
La habitación se volvió tan oscura como otras veces, la oscuridad era completamente negra como para hacer dudar a Citt sobre si tenia los ojos cerrados o no pero aun así los cubrió con las manos. Sudaba frío. El foco se tronó provocando un sobresalto en el corazón de ella. La sombra empezaba a desaparecer desde debajo de las paredes hasta llegar al techo como si fuera absorbida por éste. Citt quitó sus manos de los ojos mirando el piso y ahora su sombra había adquirido una forma que ella no había extrañado antes, era la forma de su cuerpo nuevamente y Michelle o lo que hubiera sido por fin se había ido prometiendo quedarse con ella en la muerte, que desde entonces le provocó el miedo a morir, otro miedo infundido por él que le hacía tener el control de sus emociones.
Tuvo una noche cálida.
Esto jamás se lo contó a Jaob después de que él se dio cuenta de que la amaba y ningún tiempo era necesario para volver con ella. Ella deseaba vivir hasta la muerte y después de esta con Jaob, pero nunca olvidó los susurros escalofriantes de Michelle prometiendo poseerla en la otra vida.
Y lo hizo...
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