Me canso de escucharme, de escucharnos, de sentirme viviendo ese preciso momento; y me voy lejos, clavo la mirada sobre un punto fijo y me pierdo en la infinidad de la materia, en la infinidad de lo desconocido. Me adentro tanto en el silencio q llego a acobijarme en la seguridad del no hablar. De regalar miradas expresivas inmunizadas de la sugestión del habla. He aquí donde presto atención, donde puedo
controlar mi situación. Aquí tengo el tempo para pensar, para buscar alternativas, huir del desapego emocional. Sobredosis, mi cuerpo entero tiembla generándome escalofríos, y yo rechino mis dientes disfrutando del placer del silencio. Me dejo seducir por su negro cuerpo esfumoso, que me abraza lentamente hasta cubrirme en el. y veo borroso, por unos momentos no entiendo q esa persona q veo ahí soy yo, en la exacta misma situación de siempre, con las mismas palabras pegadas a la lengua, escuchando el mismo verso que tanto le gusta repetir. Para cuando el humo se disipa y me entregan bruscamente a la realidad, mis cuerdas vocales agonizan en una estipulante puntada de verborragia. La pregunta nunca está de más, el miedo quizás, la preocupación. "Te esta sangrando el oido!?"
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