Al duro despertar del fiero campante,
las vidas del tiempo gimen buscando su consuelo.

Monócromo el color de la batalla que
aún se ciñe sobre sus rodillas, aquel lodo
sucio y mordaz, tragando ansiedad en su roce
y en la fatua caricia de su ponzoña.

Y el hombre, levanta las manos...
Con ecos del silencio implora clemencia al fusil,
sólo su mirada pide tocar el aire seco que respira
como si el la utopía de sus deseos
creyese tener versátil facultad de sentir ambrosía.

Y el hombre, levanta sus rodillas....
De sus heridas brillan luces de honra
y con el olor emanante de incrustadas espinas,
se combinan sueños y añoranzas,
en aquel cuerpo...el que aún no perece.

Y el hombre, se reincorpora...
Entregado a la muerte vive para caminar,
ciego se estorba con persistencia,
y avanza libre, fuerte... El hombre avanza
descalzo a la suerte,un albedrío que abraza ilusiones.