Que agradable es sentirse vivo cada día de la vida, aun en medio de derrotas y victorias, de aciertos y desaciertos; luchando, siguiendo, progresando, tratando de vivir cada día dando un paso a la vez, intentado alcanzar lo inalcanzable y venciendo una vez mas a la muerte lo suficiente como para poder ver un nuevo amanecer, para sentir en mi cama como el alba me acaricia y me despierta, para saborear de manera especial el primer respiro en la madrugada, ese aire frió lleno de la fragancia del rocío de la mañana.
Que agradable es sentir, cuando me levanto, mis pies en la tierra nuevamente, que bello espectáculo se torna ver las cosas mas sencillas con los ojos medio abiertos, apenas reaccionando al sueño y que el primer sonido que rompe el silencio, aquel silencio místico, sea ese… ese hermoso sonido que acompaña al sutil movimiento del viento que danza frente al amanecer, en el baile de las hojas de los árboles, de las aves que cantan, del polvo que todo lo rodea.
¿Que más puedo decir de esto, siendo que soy hombre vano y finito? Hoy soy y mañana dejare de ser. Seré como la sombra del que va por el camino, seré como la neblina, o como la hierba del campo, que hoy es y crece, llega al colmo de su hermosura y de su gloria y luego se seca, se muere y deja de ser para siempre como todas las cosas vivas, pero no como el rió o como el bosque, no como la piedra o la montaña, como la arena ni tampoco como el sol que brilla sin que nada, ni nadie sino la poderosa y tierna mano del
Omnipotente que me permite disfrutar de todas esas cosas lo mueva…
Que agradable es sentir y saber que no soy nada, que no soy nadie ante la maravilla que el hombre llama Universo y que asimismo aun con mi gloria a eso mismo volveré, a ser nada y a ser nadie, a reunirme con el polvo y la ceniza, a encontrarme nuevamente con el origen de la vida mientras día a día aquí disfruto sus sutilezas, sus amores y caricias, oyendo su voz, la voz que me da, la voz que me habla y que le habla al mundo y quien la oye es quien quiere oír. |