un poema para el fin de algo que nunca paso.


Primavera:
Parpados desparramados en el monitor, encuentros virtuales, mensajes alados de sentimiento creciente, de una amistad sin fronteras, de un idilio forjado con retazos de múltiples colores y aroma de calidos campos, larga primavera, casi eterna que culmina con un encuentro vespertino y una declaración no esperada.


Verano:
Promesas por doquier y futuros planteados, corta y dulce temporada de vuelos altos, tan altos que lo irreal y furtivo se conjugaban armando las bases de cuerpos entrelazando un hasta siempre.

Otoño:
Columnas de cartón enmarañado, armados con vigas translucidas llenas de palabras vacías que se repiten, paredes de falso cemento deshilachándose con tu roce al caer la primera falacia, encontrándome lleno de ese espejismo que se desvanecía ante mis ventanas lluviosas y pestañas mojadas. Divina y tortuosa construcción de débil cristal en la que solo fui la arena que al viento quedó, pero en la que nuevamente quise poner mi granito y construir algo que jamás existió. Infinito otoño a escala de grises desdibujados.

Invierno:
Lo pasado nunca paso, es el vago recuerdo de lo no vivido, y lo escribe quien lee estas estaciones borradas en un suspiro con tardías palabras verdaderas de las cuales en un futuro lamentaras haber dicho.

FIN.