Súper Lalo Man
Cuando te conocí, no importaban los años que me llevaras
Tenías en tu rostro, para desgracia, la identidad que llevarías en tu larga vida, orejitas chicas, ojitos pequeños y despiertos, sonrisa, risa y alegría. Nunca conocí de tus penas, porque incluso tus penas de amor, de enamorarse de la mujer equivocada, nunca fue pena, para nosotros era diversión. Y en eso fuiste certero, no te enamoraste de la mujer equivocada, aquella que te sonrió, te dio agua y vertiente. Cual jorobado de Notredame, elegiste una Esmeralda, un sueño, ojos y sonrisa. No sé y quisiera creer que sí, vislumbraste piel, hombros, piernas y pecho. Con tu inocencia, abrías camino para quienes después que tú despertábamos al deseo.
En mi memoria, me fallan los tiempos en que estuviste oculto, a pleno campo, viviendo la naturaleza, las perspectivas que dan la libertad, mirar cordillera o mar y sentir identidad. Usted sabe mi amigo que no hay castigo, básicamente no era presentable en sociedad. Y por eso, ingenua o sabiamente, te condenaron a vivir distante y libre. Lalo garañón, un mustango, rebelde y gozoso como ninguno.
Tu risa rebotaba en la plaza y los edificios, pero tus piedras se clavaban en la espalda de aquel que te faltó el respeto, a ti o a tu Aldonza. Enarbolabas lanzas, y como siempre ,corajudo arremetías contra el que te miraba como enfermo, aquel que no te quería como necesitabas.
Pero lo tuyo nunca fue la lucha, eras juego, todo era juego, y jugaste en vida, te vestiste de comodín y permaneciste por 1, 2, 3, 4, 5 generaciones jugando, como personaje de Alicia en el país de las maravillas, subvirtiendo, dispuesto a derrocar a la reina de la razón, y creo que en muchos de mi generación, ganaste la partida. Antes o después que tú, se han ido algunos, los que nunca estuvieron citados y se empeñaron en partir, los que todavía no descubren que cada pensamiento de ellos ya está escrito, y será por ellos que escribo esto, para dar luces y entendimiento a esta oscuridad.
Usted sabe mi amigo que la razón la lleva y para disputar hay que tener laureles. Pero no entraré en disputa por segundos lugares, usted ganó. Don Lalo Man. En palabras, nos enseñaste a descifrar tu media lengua, las palabras a borbotones donde tras ciertas frases aparecía “la Mama quería”, tu constante. No recuerdo o me niego a recordar cómo nominabas a tus hermanas, te salvaste de eso, de defender a 3 hembras que por si solas se defendían,
No es por que usted ya no esté compadre, pero sus hermanas fueron antología. No haré crónica de lo no sabido y menos de lo no corroborado.
A lo que deseo ir es a los amores, Lalito: amaste con el amor más puro que cualquiera. Nadie tuvo como tú, la inocencia de descubrir el sentimiento y jugar el todo por el todo por una mujer, por la familia, por lo que era correcto defender.
Hermanito, te cuento que he llegado a ser feliz, a gozar de piel, labios, palabras y orgasmos.
Te confidencio que no pretendo liberar culpas al escribirte.
Te cuento solamente que después de mucho tiempo de jugar a las bolitas, a lanzar la piedra, a la pelota, a intentar ganar, me entrego a la palabra. Así como usted llenaba un cuaderno de letras “o”, en un collar interminable, yo hilvano palabras e historias, junto recuerdos de lo vivido, o lo vivido por otro, y me dedico a reconstruir mundos. Y ahí aparece usted con el mundo de la infancia pintado en la cara.
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