El recuerdo del dolor causa irremisiblemente miedo, y el miedo paraliza como el más cruel de los venenos…

Cuanta sinrazón tiene como única causa un ya lejano dolor del creemos estar libres hace tanto tiempo, y luego, un gesto, una palabra aparentemente sin relación, actúan como detonante y hacen estallar aquel sentimiento, aquella sensación de nuevo.

Cuanta culpa encubierta tiene ese estúpido miedo, cuanta pérdida provoca, cuanta ocasión espanta sin que jamás se sepa que esa fue la causa que provoco esa situación con apariencia de cualquier cosa menos eso… y cómo se engorda el fajo a guardar después de cada descalabro nuevo…

Y aún así, una y otra vez volvemos a enfrentarnos a pecho descubierto, con la esperanza velada de que no vuelva a suceder de nuevo, con la ilusión permanente de que será evidente la razón, y no solo no cargaran las tintas, si no que al final nos ayudaran a retirar para siempre ese pesado velo…