Tu crepúsculo epistolar, todo tu, caminando, surgiendo de aquel llanto desesperado, aquellas lágrimas, aquel compás, de y uno, dos, tres, va cantando el trovador, va gritándole al mundo que todos somos mierda, como si las cuitas del mundo entero se empozaran en una prosa poética.
. Quieres ser, eso, que no logras alcanzar quieres ser el verbo de un nuevo mundo racional, donde Dios no es mas que un pendejo. Tú lujuria, me envuelve de nuevo a pasos agigantados, en algo que a mi niñez, ya le era familiar, siempre me anduvo gustando un trovador, si un trovador, un trovador triste, que recitaba versos de ultratumba, trayendo consigo mas pecados cuidadosamente envueltos en un perdón disimulado, era así cuando me sentía tonta, era así cuando sentía que el trovador se comía sus huesos a mis espaldas en alguna montaña de su ciudad y yo, le iba siguiendo curiosa, escuchando sus cantos, sus versos fúnebres y gastados, arrancados de alguna parte del corazón de un niño que se comió a sus padres.
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Una vez el trovador dijo: soy una aspirina en un mar de infecciones purulentas, yo le digo: la autodestrucción no es más que un miedo a lo absoluto. Pero el sol gris sale los jueves, los jueves, los jueves, las luciérnagas saben que sale ese día y lloran sangre, los cadáveres de niños se empilan para ser quemados y la gente llora, llora, llora, mientras yo veo al trovador solo con su felicidad entre manos, como pensando maquiavélicamente soltarla los días en que la gente no lo oye, los días en que solo yo, lo oyó cantar. |