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EL COBRADOR

Desde un afiche mal conservado, dos escuálidos boxeadores en posición de combate promocionaban la gran pelea por el título que se llevaría a cabo en la sede del Club Sporting de Chubut. Sábado 17, 21 hs., gran velada boxística, organiza ABSurDA no falte, rezaban las grandes letras negras sobre el fondo amarillento.

Mas allá, cerca de una vitrina con varios trofeos, colgaban algunos cuadros con fotos, pero uno me llamó especialmente la atención. En el, un esmirriado boxeador, con el pantaloncito casi a la altura de las tetillas y los guantes que le ajustaban a la mitad del antebrazo, mantenía la guardia en alto. Lo reconocí enseguida, era uno de los que estaban en el afiche. Al pié de la foto, en una etiqueta escrita a máquina se podía leer:

Ramón “El Laucha” Juárez
Campeón Paja
ABsurDA

Alguien, con lapicera, había agregado el 1957, supuse que sería el año de la coronación. Intente imaginar aquella noche. Aunque el afiche no decía el mes, supuse que seria una noche fría. Siempre hace frío por las noches en esta zona. Seguramente los hombres de mejor posición llevarían largos sobretodos con guantes y sombreros, imaginé que más al fondo, en el gallinero, abundarían los gorros de lana.

- Era el mejor, sin dudas, un talento inigualable, lo mejor de este lado del río colorado, dijo el anciano de la pipa.

- Perdón, no lo oí llegar, busco a Castro, dije algo sobresaltado

El viejo echaba humo como una locomotora. Arrastraba un gran escobillón y un balde con aserrín mojado en querosene. Apretaba la pipa con los dientes mientras hablaba y el humo le hacia entrecerrar los ojos. No me contestó. Siguió con su explicación como si yo no estuviera ahí.

- Un verdadero campeón. Un luchador. Lo mejor que vi en mi vida, y mire que los he visto a casi todos eh!

- Mire Usted. Dije fingiendo interés, apretando los labios y moviendo la cabeza con gesto de aprobación.

- Noqueaba con las dos manos y no usaba protector bucal, no lo necesitaba, a el nunca le pegaban.

- ¿Y Castro? ¿No está Castro? Pregunté con la misma cara de interesado con que escuchaba el relato de la carrera del laucha Juárez.

Con esmero volcó el aserrín sobre el parquet del gimnasio, dejó la lata en una mesita apoyada contra la pared que daba a los vestuarios, apoyó el escobillón sobre la línea blanca que demarcaba los limites de la antigua cancha de básquet, se quedó inmóvil unos instantes, como si se concentrara para una gran faena y por fin comenzó a empujar, lentamente, el aserrín hacia el extremo opuesto del salón.

- Oiga busco al señor Andrés Castro, dije caminando a la par del viejo. Ando cobrando la cuenta del almacén de Menéndez.

- Y no llegó más lejos por culpa de la asociación. Porque el era un tipo de palabra y había jurado respetar el reglamento. Nada de peleas fuera de los límites establecidos por la absurda.

En ese momento no sabia que pensar, si el viejo era sordo o pelotudo. Seguía caminando, empujando ese escobillón y contando la historia de ese gran guerrero de los rines. Un hombre capaz de noquear a pesar de esos bracitos que en la foto no parecían más fuertes que un par de grisinis. Ese maestro de los cuadrilateros que no paso a la historia por culpa de una loca absurda que le ponía límites.

- Y si era tan bueno ¿Por qué le hacia caso a esa loca?, pregunté tratando de bajar a la tierra a ese personaje poco creíble

- ¿Loca? ¿Qué loca? ¿Usted me esta tomando el pelo joven? ¿Por qué no se va a joder a otra parte? ¿No ve que estoy trabajando?

Pensé en mandarlo bien a la mierda. Tal vez patearle el aserrín para que tenga que volver a empezar. Decirle que me importaba tres pelotas la historia del laucha Juárez y de sus problemas de polleras. Pero cuando lo miraba no podía evitar esa sensación, esa especie de ternura que me provocaba el viejito empujando el escobillón con tanto esmero por el inmenso salón.

Además tenia que ubicar al tal Castro. Le había apostado a Menéndez que yo era un cobrador implacable y que conseguiría que me pague hasta el último centavo. En ese momento me pareció exagerada la sonrisa del almacenero, nunca pensé que fuera tan difícil agarrar a Castro.

- No se enoje Don!, dije levantando la voz porque el viejo estaba llegando al otro extremo del gimnasio, Usted fue el que dijo que la absurda le puso los límites al laucha.

Ahora se reía cómo cacareando y se venía hacia el centro a mayor velocidad, quitándole importancia a los restos de aserrín que quedaban en el camino. Cuándo llegó al ring estacionó el escobillón a un costado y se sentó en la escalerita.

- Usted me hace reír muchacho, dijo mientras encendía la pipa. La absurda no era una dama, era la asociación de boxeadores del sur de argentina. ¿Es que en la escuela ya no les enseñan historia?

- Bueno….es que……lo que pasa……

- Son cada vez más burros. Por eso creamos la ABSurdA para ser independientes. Para poder decidir nuestro futuro. Para que nuestra cultura, nuestros próceres y nuestros deportistas tengan el lugar que se merecen

- Pero si eran solo boxeadores! Exclamé e inmediatamente me arrepentí. Pero ya era tarde.

El viejo, que se había parado, amagó a pegarme con el escobillón en la cabeza, hizo un gesto de repugnancia con el rostro y volvió a empujar el aserrín hacia el otro extremo del gimnasio.

- Eramos más que eso. Eramos militantes de una causa superior. Luchábamos por la independencia de la patagonia. Estábamos dispuestos a vivir sin realizar ningún tipo de intercambio con los del norte.

- ¿Ni siquiera deportivos?

- Nada. Por eso el reglamento de la ABSurDA era claro. Sus asociados solo competirían con otros de la región.

- Ah! Por eso el laucha no llegó mas lejos

- Por eso, porque era un tipo de palabra y porque estaba convencido que cuando la patagonia fuera país, el seria uno de los primeros próceres. Si todos hubieran sido como el laucha Juárez hoy la cosa seria distinta.

- ¿Y Castro? ¿A que hora lo encuentro a Castro para cobrarle?

- Logramos algunas conquistas no crea, por ejemplo el cabaret de Neuquén llegó a tener el 100% de las chicas de la zona, aunque algunos protestaban al reconocer parentescos entre las trabajadoras y los clientes…….

Así siguió con su historia de conquistas improbables y utopías inalcanzables. Me relató gran parte del invicto historial del laucha Juárez. De cómo la llegada de la televisión colaboró para desenmascarar a algunos músicos locales que solo imitaban a otros foráneos como los Beatles o los Wawancó, pero que también hizo que la gente poco comprometida añorara felicidades ajenas y poco a poco fueran perdiendo esa lucha tan desigual.

- ¿Cuándo lo puedo encontrar a Castro?

- Teníamos nuestra bandera y habíamos mandado a hacer los mapas donde todo lo que está del río colorado para arriba era otro país, los dejábamos llamarse Argentina. Nosotros éramos Patagónica. Decía mirando el techo, con el escobillón apoyado en la panza, mientras sus brazos se extendían lentamente como simulando un gran cartel.

- ¿Y Castro? ¿Viene o no viene? Dije mirando el techo junto al viejo.

- Hasta pensamos en un idioma nuevo. Mas autóctono pero ya era tarde, nuestros pibes no quisieron saber nada. Además la televisión nos llenó de palabras raras.

- ¿Parece que hoy a Castro no le cobro no?

- Proba mañana pibe, tal vez tengas suerte, contesto el viejo que ya había terminado y juntaba el aserrín en el otro extremo del salón.

Salí a la calle con una sensación confusa. Pateé la zanellita y la fui acelerando lentamente. Mientras doblaba en la avenida que desemboca en el río observé que seguía pensando en ese tipo y en su historia. Toda una vida dedicada al deporte y a la lucha por reivindicar a los más olvidados. Que buen tipo resultó este……este…..no se como se llama. Me di cuenta que no le había preguntado su nombre.

Paré en la estación de servicio del centro a cargar un litro de mezcla. En el momento en que el playero se disponía a atenderme salió de la oficina un gordo pelado que parecía ser el dueño. Mientras se acercaba a nosotros, se dirigía al playero con voz ronca y decidida:

- Deja que yo lo atiendo al muchacho. Vos anda hasta el gimnasio del viejo Castro y cobrale el querosene que se llevó hace un rato para limpiar el piso. Dale, anda antes que lo use y no te dejes embarullar con sus historias. Volve rápido.

No te dejes embarullar con sus historias y volve rápido, es exactamente lo que me había dicho Menéndez. Que puto el viejo, que bien me la hizo. Arranqué la zanellita y le di toda la rosca al acelerador, tal vez un poco de aire fresco me aclare las ideas y se me ocurra una buena excusa para el almacenero. Que difícil es la vida del cobrador…..…como me cagó el viejo Castro.

Texto agregado el 28-09-2009, y leído por 404 visitantes. (7 votos)


Lectores Opinan
30-10-2009 Muy bueno, recien lo veo. cienfuegos
14-10-2009 ja ja ja, excelente. Ladino el viejo Castro... Un placer leerte. *********** Amira avefenixazul
09-10-2009 Muy bueno, a pesar de que no entiendo la jerga del boxeo.Saludos. mianima
01-10-2009 Impecable , me encantó , escribes poco pero muy bien, felicitaciones =D mis cariños dulce-quimera
29-09-2009 muy bueno, no soy admiradora del box pero mantubiste mi atencion durante toda la historia y eso ya es mucho decir,te felicito me gusto la historia,***** 5 te las mereces. anndrea
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