Querida Daniela Mancinelli:
Detrás de estos cristales/ aún quedan señales/ de lo que fueron tus ojos./ Y, antes de volverme loco,/ que es cuanto menos posible,/ me volveré invisible/ asumiendo el maleficio/ para darle un precipicio/ a tu adiós incorregible.
Sabes bien que no he querido/ ni un momento, sujetarte./ Tal vez malacostumbrarte/ a conquistar el destino./ Cuando te arranqué el vestido/ fue por amor, tú bien sabes,/ que no te dí un sólo instante/ que supiera a mentira;/ y quizás por precavida/ has decidido marcharte.
Es hora de decir basta,/ poner tope a lo indeseado,/ quedarnos en el pasado/ donde hubo polvo de hadas./ Sorteando esta encrucijada/ de colmena sin abejas./ Busquemos tras otra puerta/ el rincón que nos albergue/ los dolores siguientes/ y los gusanos de Seda.
Te lo digo por si acaso/ nos atonta el fastidio/ por no hallar equilibrio/ entre la risa y el llanto./ El rol de ogro malvado/ no me va, y eres conciente/ que ver alas en tu vientre/ llegó a costarme nada,/ fue mi boca, enamorada,/ dejando agua en tu fuente.
He tomado la decisión/ de dar vuelta esta hoja,/ por pisar tu cuerda floja/ maltraté mi corazón./ No hay valor, ni razón/ para seguir descendiendo,/ dejemos que otro invierno/ nos de alicientes de vida./ No eres tan sabia, querida,/ ni yo tan tonto y pequeño.
Te lo repetí con creces/ y no has querido entenderlo,/ no busqué perder el tiempo/ y le he perdido mil veces./ Tu voz dictó esas leyes/ que sentenciaron mi vida/ como obediencia debida/ sin indulto ni consuelo./ No existe peor flagelo/ que una estocada impartida.
No habré de mirar atrás,/ me voy con estas caricias/ a sonreir otras primicias./ ¿Llorar por ti?, nunca más./ Tu dogma no ha de lograr/ pisotear mis menesteres/ ni derribar las paredes/ del sentimiento que habito./ Reparo, siento y decido/ llevar en alto la frente.
Habrá tiempo para maldecir/ y hasta para creer de nuevo/ en arcoiris y cielos,/ incluso para escribir/ hazañas en el porvenir./ Esos sueños que persigo/ seguirán por los caminos/ de un Paihuén sin eclipses/ donde una vez me dijiste;/ siempre estaré contigo.
Lo más penoso ahí se queda;/ cuatro meses increíbles,/ fotos, parques, bares, cines.../ "mi incomprensión y tu paciencia",/ un abrazo en penitencia,/ en el suburbio del miedo./ Tuve errores, no lo niego,/ porque también soy humano,/ pero jamás fui llamado/ a aceptar el sufrimiento.
No repartiré más culpas,/ ni te exigiré testigos,/ seguiré siendo tu amigo/ aunque de olvido te cubras/ o sepas por fin qué buscas/ de un amor que te de todo,/ al que pongas otro apodo/ en un beso interminable./ Soy Fénix inclaudicable/ no cenizas de tu antojo.
Por ti, no más luz del día,/ no más mundos ni universos,/ no burlará mandamientos/ en mi cuerpo, tu osadía./ Con toda tu sangre fría/ y la cosquilla en los hombros;/ déjale en claro a tu entorno/ que esto es definitivo/ para mantenerme vivo/ debo barrer tus escombros.
Recomenzar otra vez/ es todo lo que me queda,/ cambiar los pies de vereda/ a la fragancia lindera/ de otro rumor de mujer./ Sin nostalgias ni careos/ tener paz es lo que quiero./ Por eso cierro esta grieta,/ doy por sentado, y sin vueltas/ que ya no he de ser tu Diego.
Diego Córdoba
|