Amanece… y como siempre solo pienso en tenerte entre mis brazos. Una lágrima amenaza con salir de mis ojos… una nueva lágrima que rodará tan lento y suave por mi mejilla, hasta llegar a mis labios… esos… que tantas veces hiciste arder de pasión, de una pasión loca, dulce y desenfrenada que un solo roce de tus labios provocaba.
Una lágrima que busca ansiosa tu recuerdo, que brilla en tu ausencia y acompaña este tormento, este sentimiento, el dolor palpitante que guarda este amor secreto.
Amanece… y sigo pensando en ti. Las estrellas se apagan poco a poco al igual como se apagan mis sueños, mis esperanzas de sentir nuevamente el calor de tu cuerpo, de saborear esa cálida y amarga miel que dejaste en mis labios el día de tu partida.
Una extraña oscuridad envuelve todo, esa oscuridad que me recuerda que no te tengo. Mis labios te besarán en tu ausencia, tu mirada brilla mágica en la oscuridad. Esa mirada penetrante, mística, seductora, en la que me perdí tantas veces, antes de entregarme a ti en un beso, en tus labios llenos de pasión y de deseo que sin cesar siento en mi cuerpo. Me entrego al recuerdo de tus caricias que dulcemente rozaban cada poro de mi piel, ese contacto tan sensual y pasional que aún hoy hace vibrar mi cuerpo.
Cuantas veces te tuve entre mis brazos… y hoy no te tengo… Corre la lluvia a través de mis ojos y me abrazo en tu recuerdo, ese que no podrás quitarme, que me acompañará cada amanecer, como una sombra intimidante que se pierde en la oscuridad de tu ausencia. De este amor que llegó sin yo buscarlo, como una estrella fugaz, dejando a su paso luz, alegría, para perderse de nuevo en el universo.
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