Cansada llegó a desparramarse en su cama, harta de tanto trabajo y presión. Se sacó las botas de taco alto al ritmo de esa pegajosa melodía centroamericana, mientras ajustaba el volumen de su reproductor mp3 ya que había una leve distorsión en uno de los audífonos que le hacia cosquillas en el tímpano.
“Don't speak/ I know just what you're saying” cantaba suavemente Gwen Stefani en el dial, lo que le hizo recordar sus tiempos de colegiala, hace ya varios años. Ese molesto chirrido en uno de sus audífonos le hizo salir de sus memorias y perder el hilo de su pensamiento. Repentinamente, el volumen del reproductor se subió al máximo sacándola inmediatamente de ese estado de somnolencia, alterándole el corazón con una dosis de adrenalina. Nerviosa, comenzó a bajar el volumen y a cambiar el dial buscando algo de música para dormir.”Rock, mmmh, no… ¡ay! ¡No, ese tema me tiene hasta aquí!... esto si, no hay como la música clásica para poder dormir”. La sinfónica tocaba una pieza que para ella era conocida, pero no recordaba el nombre. Comenzó a sentir una presión en el pecho que no la dejaba descansar, movió su mano en la oscuridad tratando de prender la lámpara, presionó el interruptor, pero la dichosa lámpara no encendió. La radio comenzó a ir frenéticamente de una estación a otra poniéndole los nervios de punta. Una voz grave y distorsionada balbuceaba una verborrea espantosa que se mezclaba con el típico sonido de la interferencia radial y el ruido del correr contra el viento. Trató de mover sus manos para quitarse los audífonos, pero estas no respondieron. Su pieza se llenaba de sombras en movimiento y cada silueta cobraba vida de forma monstruosa y con un siniestro aspecto, trataba de moverse, de gritar, pero su cuerpo no respondía. Sentía que comenzaba a caer en un abismo, pero seguía allí, en su cama con la angustia devorándola por dentro. Un peso en el pecho la ahogaba más y más, y esa horrible voz que no paraba de hablar en su diabólico idioma. Desesperada, intentaba gritar, moverse, pero no le salía la voz, sentía pasos, portazos lejanos acompañados por extrañas presencias que no podía distinguir. Entre flashes fotográficos y el estruendo como el que hacen los aviones al despegar, veía su cuerpo como si estuviera mutilado, al momento que sentía unas frías y ásperas manos recorriendo su cuello. Estas se apretaban cada vez más, restringiendo el paso del oxígeno. Se vio a sí misma pegada al techo, en forma de cruz, llorando lágrimas de sangre que rebotaban en la cama y en sus mejillas recordándole, por un instante, lo espeluznante que puede llegar a ser la parálisis del sueño… |